BRUSELAS
AP
El primer ministro griego, Alexis Tsipras, debe luchar para conservar la mayoría de su gobierno ya que algunos miembros de su propio partido critican abiertamente el acuerdo de rescate que ha alcanzado con los acreedores del país, después de que Tsipras se viera obligado a ignorar sus promesas electorales e introducir duras medidas de austeridad a cambio del rescate.
Tsipras, que volvió a casa ayer tras duras negociaciones con los líderes europeos durante toda la noche, presidirá una reunión ejecutiva de su partido Syriza el martes por la mañana, antes de que comience el debate parlamentario de dos días sobre el acuerdo, que conlleva más subidas de impuestos y recortes de gastos en un país que ya lleva seis años de recesión.
El acuerdo asegura que Grecia evite una catástrofe financiera inminente y una salida de la Eurozona. Pero Panos Kammenos, líder del socio minoritario en la coalición de gobierno de Tsipras, describió el plan como un «golpe de estado» dirigido por Alemania.
«Este acuerdo introdujo muchas cuestiones nuevas (…) con las que no podemos estar de acuerdo», afirmó Kammenos tras reunirse con Tsipras.
Otros griegos protestaron ayer por la noche ante el Parlamento en Atenas, instando a los legisladores a rechazar las nuevas medidas.
Es probable que unos 30 de los 149 parlamentarios de Syriza voten contra el gobierno. Muchos celebraron reuniones privadas el lunes por la noche.
Tsipras tuvo que aceptar una batería de medidas de austeridad, incluyendo reformas laborales y de pensiones y subidas de impuestos, unas medidas que criticó en términos contundentes durante los últimos cinco años de la crisis financiera.
Así se desvaneció una serie de líneas rojas, como las objeciones a una estrecha supervisión internacional de la economía griega, participación continuada del FMI en el programa de rescate y recortes en las pensiones.
El resultado de las maratonianas negociaciones apareció el lunes: unos 85 mil millones de euros (95 mil 100 millones de dólares) en préstamos y apoyo financiero para Grecia durante tres años para preservar su pertenencia al euro, reforzar sus bancos y permitir un mínimo de estabilidad a la golpeada economía griega.
Los acreedores también han insinuado la recompensa de una posible reestructuración de deuda en el futuro si el rescate se desarrolla sin incidentes.
«Logramos evitar las medidas más extremas», dijo Tsipras.
Pero en muchos casos, los griegos de a pie afrontan ahora medidas más duras que las que rechazaron hace una semana en un referéndum nacional.
Los expertos estaban divididos sobre el resultado.
«Era el mejor acuerdo que podían conseguir los griegos», dijo Jacob Kirkegaard, profesor del Instituto Peterson de Economía Internacional. «No les fue demasiado mal, dado el terrible, terrible, desastroso punto de partida en el que les puso el gobierno actual».
Pero Ashoka Mody, profesor visitante de finanzas internacionales en la Universidad de Princeton, indicó que el acuerdo sólo repite políticas que ya han fracasado.