Por JUAN ZAMORANO
PANAMÁ Agencia AP
El exdictador panameño Manuel Antonio Noriega rompió un largo silencio el pasado miércoles y pidió perdón al país por los perjuicios y humillaciones cometidas en la era militar. En una declaración que leyó durante una entrevista con el canal local Telemetro, Noriega, de 81 años, dijo que tomó esa decisión tras analizarlo consigo mismo, su familia y la Iglesia.
«Durante estos últimos días he estado conversando conmigo mismo, he estado conversando con mi familia, he estado reflexionando con la Iglesia y considero oportuno bajo mis propias convicciones que contribuya yo a la ciudadanía cerrando el ciclo de la era militar, y lo considero oportuno en estas circunstancias que vive el país», señaló Noriega, con gafas y un papel en la mano.
«Y yo cierro el ciclo de la era militar como el último general de ese grupo pidiendo perdón», afirmó. «Reitero bajo la inspiración del Padre Nuestro, que fue la primera oración que aprendí en mi casa, que pido perdón a toda persona que se sienta ofendida, afectada, perjudicada, humillada por mis acciones o las de mis superiores en el cumplimiento de órdenes o las de mis subalternos».
El exgeneral gobernó con mano dura de 1983 hasta diciembre de 1989, cuando fue expulsado durante la invasión de Estados Unidos. Al concluir ésta el país quedó golpeado y con centenares de muertos.
Durante su periodo, Noriega reprimió a opositores, cerró medios de comunicación y se le señaló como el artífice de varios de los asesinatos de opositores más sonados en los últimos años del régimen.
Dos décadas después de la invasión, regresó a Panamá en diciembre de 2011 tras haber cumplido condenas por narcotráfico y lavado de dinero en cárceles de Estados Unidos y Francia desde inicios de los 90. Se había entregado a Estados Unidos días después de la invasión.
Hizo sus declaraciones desde una prisión cercana al Canal de Panamá, adonde fue trasladado luego de que Francia lo repatrió. En el país centroamericano purga tres condenas por asesinato y tiene pendientes tres casos más por la desaparición de opositores a principios del régimen castrense.
«He estado en cautiverio por más de 25 años, tiempo que excede las penas que me fueron impuestas en ausencia y sin haber sido interrogado. Los tribunales internacionales indican que esto significa tiempo servido», señaló Noriega.
El exgeneral trató en todo momento de circunscribirse a su declaración de arrepentimiento y fue evasivo cuando le mencionaron algunos de los casos de asesinatos y desapariciones acontecidos durante el pasado régimen.
Cuando se le preguntó si estaría dispuesto a conversar con familiares de uno de los opositores asesinados, el médico Hugo Spadafora, del que se culpó a Noriega, éste respondió: «Quiero mantener la solemnidad de mis expresiones, de mis meditaciones, de mis asesoramientos espirituales en este marco para que no se salga del propósito por el cual acepté hablar pidiendo perdón».
Afirmó que estaba «totalmente» en paz, y dejó la puerta abierta para hablar más delante de otros temas del pasado régimen.
«Dios primero las circunstancias nos darán la oportunidad de presentar las verdades desconocidas», señaló.
El jerarca de la Iglesia católica panameña y férreos opositores valoraron el gesto de Noriega, aunque consideran que aún debe contar más al país sobre hechos y crímenes de esa era aún por resolver, como la desaparición del padre colombiano Héctor Gallego, uno de los casos emblemáticos.
«Tiene un gran valor el aceptar la culpa», consideró el arzobispo de Panamá, monseñor José Domingo Ulloa. «El valor del gesto de pedir perdón. Creo que esto puede ser una lección para tanta gente que nos hacemos daño».
«Creo que lo hace convencido de los errores que se cometieron en ese periodo», agregó.
OTROS EXPRESARON SUS DUDAS
«El problema con Noriega es que nunca se puede distinguir entre lo que es verdad o no», apuntó R.M. Koster, un novelista y biógrafo del ex general que lleva décadas viviendo en Panamá.
VÍCTIMAS DUDAN DE NORIEGA
Familiares de víctimas del régimen de Manuel Noriega dudaron del perdón pedido por el ex dictador y le exigieron que diga la verdad sobre los crímenes de la dictadura, en un país que reaccionó dividido al arrepentimiento del otrora hombre fuerte.
«No lo sentí sincero», dijo el jueves Karina Ortega, hija de un sargento asesinado junto a otros 10 militares después de una frustrada rebelión contra Noriega en octubre de 1989 que se conoce como la masacre de Albrook.
Ortega aseguró que no odia ni le guarda rencor a Noriega pero le exigió, al igual que otros familiares, que el ex dictador les pida perdón en la cara y revele la verdad de los asesinatos y desapariciones aún no resueltos.
El exdictador gobernó con mano dura a partir de 1983, aunque desde los inicios del régimen militar ascendió rápidamente y llegó a encargarse del aparato de inteligencia nacional, colaborando estrechamente con la CIA estadounidense.
Noriega, que purga condenas por tres casos de asesinatos y enfrenta procesos por tres casos de desapariciones, se circunscribió a su pedido de perdón y evitó referirse a algunos de los asesinatos más sonados durante la era militar. Familiares de los caídos en la masacre de Albrook dijeron que Noriega no debió presentarse con un papel escrito para hacer su declaración si realmente deseaba pedir un perdón sincero.
La aparición del exhombre fuerte en la pantalla impactó en las redes sociales y el jueves era noticia de primera plana en varios periódicos, en un país donde la atención el último año estuvo centrada en numerosas denuncias e investigaciones por corrupción.
Las reacciones fueron desde los que consideran que fue un acto de valor y necesario por parte de Noriega y los que piensan que fue un intento del ex general para conseguir que las autoridades carcelarias le otorguen una medida cautelar de arresto domiciliario, algo que han solicitado sin suerte desde años sus abogados y médicos particulares esgrimiendo la frágil salud de su cliente.
«Se trató de una farsa», dijo a The Associated Press la profesora jubilada Dalys de Filos. «Lo que busca es que se le conceda casa por cárcel», agregó.
Kilmara Mendizábal, hermana de una joven desaparecida al comienzo del régimen militar, sintió algo de alivio con el pedido de perdón de Noriega.
«En lo personal ha sido importante su testimonio porque asegura la veracidad de los hechos», dijo a AP. «Noriega debe decir dónde están los restos de cada desaparecido de la dictadura, él debe tener conocimiento de dónde está el padre Héctor Gallego y otros». Gallego, oriundo de Colombia, fue un defensor de los campesinos en el interior del país y se enfrentó a terratenientes de la época. Desapareció a inicios de la etapa castrense.
El ex hombre fuerte no descartó aparecer nuevamente ante los medios.