Por LEONARDO HABERKORN, Associated Press
MONTEVIDEO, Uruguay Agencia AP
Adel bin Muhammad El Ouerghi se asomó por la ventana de su apartamento y, sonriendo, exhibió su anillo de matrimonio: el refugiado tunecino, que solo seis meses atrás estaba preso en Guantánamo, se casó hoy con una uruguaya según el rito islámico.
«Adel es muy humilde, respetuoso, amable, muy caballero, todo lo mejor que una mujer puede esperar de un hombre. Me gustan de él su serenidad, lo sensible que es y cómo trata a mi hijo», dijo Roma Blanco, su esposa uruguaya, que se casó vistiendo un conjunto marroquí de pantalón y túnica color fucsia con bordados dorados, la cabeza cubierta y floridos tatuajes de henna en sus manos.
Los novios, sin embargo, no han realizado todavía el trámite para contraer matrimonio civil, obligatorio en el país sudamericano. Según las leyes locales, ningún sacerdote de ninguna religión puede casar a una pareja que antes no se casó civilmente, so pena de seis meses de cárcel.
«La semana que viene nos inscribiremos para casarnos por lo civil», dijo Roma a la Associated Press. La uruguaya, que tiene un hijo de 5 años de una anterior relación, se convirtió al islam hace cuatro meses y adoptó el nombre de Samira. Su madre, que dijo sentirse muy feliz, hizo lo mismo una década atrás. Pero su hermana menor, Topacio, mantiene la fe católica.
La ceremonia de matrimonio, descrita por los invitados como sencilla y cálida pero sin besos entre los novios, se realizó en el apartamento donde vivirá la pareja, en la ciudad vieja de Montevideo, apenas a una cuadra y media del Río de la Plata. El apartamento tiene dos dormitorios, cocina, un baño, living y un balcón sobre la calle, dijo la novel esposa.
«Nuestro noviazgo fue visitarnos, tomar té y café juntos, pero desde hoy viviremos juntos», agregó Roma, minutos después de concluida la ceremonia religiosa y mientras una veintena de personas celebraba dentro del departamento. Dijo que Adel comenzará a trabajar en el futuro inmediato pero se excusó de adelantar en qué.
Respecto al pasado de Adel en Guantánamo, que prefirió no hacer declaraciones, Roma dijo: «Yo sé que fue muy torturado, pero no he querido escarbar en sus heridas. Le he dicho que cuando él quiera puede contarme, y él me dijo que lo hará. Yo lo voy a esperar, sin presionarlo».
Mañana está previsto que otro de los seis refugiados de Guantánamo que llegaron a Uruguay, el sirio Omar Abdelhadi Faraj, se case con Irina Posadas, otra uruguaya convertida al islam, que ahora usa el nombre de Fátima.
Faraj y Posadas tampoco han completado el trámite legal. «Yo creo en el Islam y me voy a casar sólo por el Islam», dijo Posadas a The Associated Press. «El matrimonio civil lo contraeré en el momento que quiera», agregó.
A efectos legales, un matrimonio religioso por sí solo no tiene valor en Uruguay. Por otra parte, celebrar un casamiento religioso sin haber contraído antes matrimonio en el Registro Civil estatal está prohibido por las leyes vigentes y quien lo realiza puede ser castigado con una pena de cárcel.
El artículo 84 del Código Civil expresa que «ningún ministro de la Iglesia Católica o pastor de las diferentes comuniones disidentes en el país podrá proceder a las bendiciones nupciales sin que se le haya hecho constar la celebración del matrimonio civil, por certificado expedido en forma por el Oficial del Estado Civil y si lo efectuase sin dicha constancia incurrirá en la pena de seis meses de prisión y en caso de reincidencia un año de prisión».
El imán Samir Selim, director del Centro Islámico Egipcio de Cultura, fue quien casó hoy a Adel y Roma, y mañana oficiaré el otro casamiento. «Esto es bueno. Es bonito», dijo respecto de las bodas. «Ellos quieren vivir aquí en Uruguay. Quieren trabajar y vivir como cualquier hombre y parte de eso es casarse», agregó.
El nombre legal de Fátima Posadas es Irina Posadas, pero cambió su modo de presentarse cuando se convirtió al Islam un año y medio atrás. Es profesora de chino, un idioma que aprendió en los 26 años que vivió en Taiwán. Está divorciada y tiene un hijo de su anterior matrimonio. Hace cinco años regresó a Uruguay.
«A Omar lo conocí en febrero, yendo a la casa donde vivían los refugiados a ayudarlos a hacer un repaso de sus lecciones de español. Es muy inteligente y comunicativo, pero no quiere más prensa, ni entrevistas, quiere tranquilidad», relató a AP y pidió que la privacidad de la pareja sea respetada. «Yo no quiero que lo vean como un ex (preso), sino como uno más. Nosotros caminamos por la calle como una pareja más. Yo no me tapo los ojos. Me visto sí como musulmana, porque una mujer musulmana no puede andar de vaqueros ni toda pintarrajeada (muy maquillada)».
La mujer relató que están buscando una casa para vivir porque Faraj «quiere quedarse en Uruguay, le encanta. Va a trabajar como carnicero y yo voy a seguir dando clases de chino».
Los refugiados -cuatro sirios, un tunecino y un palestino- llegaron a Uruguay en diciembre de 2014 en un gesto que el entonces presidente José Mujica definió como un acto de humanismo.
Desde 2002 Estados Unidos ha recluido en la cárcel de Guantánamo, ubicada en una base naval en Cuba, a supuestos implicados en el terrorismo internacional cuyos casos nunca fueron vistos por un juez.