Por MERRIT KENNEDY
MANSHIET EL-IKHWA / Agencia AP
Raslan Fadl, el primer médico enjuiciado en Egipto por cometer mutilación genital femenina, sigue practicando aunque una niña de 13 años murió después que le efectuó el procedimiento. Y en este pueblo del delta del Nilo no le faltan clientes.
Varias niñas y sus familiares aguardaban un día reciente en la sala de espera del mismo edificio al que Soheir el-Batea llegó para su operación el año pasado. Los residentes lo consideran una persona respetada en la comunidad, donde es conocido por sus obras de caridad.
No está claro si algunas estaban en el consultorio para la «circuncisión», como se le llama aquí, y el médico no quiso hablar con The Associated Press. Pero la popularidad de Fadi demuestra la dificultad de detener la práctica en Egipto, donde se calcula que más del 90% de las mujeres se han sometido a ella, una de las tasas más altas del mundo. La mutilación genital femenina fue penalizada en 2008 y la autoridad religiosa de los musulmanes suníes la declaró peligrosa y sin justificación religiosa alguna. Las Naciones Unidas dicen que parece haber una lenta reducción en la tasa de operaciones, pero siguen siendo generalizadas.
Se anticipa el veredicto en el juicio a Fadi el jueves y, de ser condenado, podría ser sentenciado hasta a dos años de cárcel. Defensores de derechos humanos dicen que el resultado de este caso podría sentar precedente. El padre de Sohair también es acusado en el mismo caso.
Pero aun en el pueblo natal de la víctima, Dierb Biqtaris, pocos se manifiestan contra la práctica.
Rasha Mohammed, una amiga de Sohair, recuerda que la niña estaba asustada antes de la operación y no quería ir. Pero Rasha considera que su muerte fue un accidente y que otras once niñas se sometieron al mismo procedimiento el mismo día con el mismo médico y «nada les ocurrió».
La abuela de Sohair no quiso hablar sobre el hecho aduciendo que ha pasado un año y medio desde entonces y no quiere volver a tocar el tema. «Era su destino», sentenció.
Emad Hamdi, un trabajador local, dijo que todavía está pensando si llevar a sus hijas a operarse. Según oyó, dijo, sin esa operación una niña sería «sexualmente voraz», lo que «sería peligroso para ella», en una justificación habitual. Un término árabe que usan los egipcios para referirse a la práctica es «purificación».
La mutilación genital incluye la remoción de todo o parte del clítoris y los labios menores (internos). Se practica en 29 países, en su mayoría en África oriental y occidental, y también en Egipto y partes de Irak y Yemen.
De acuerdo con una publicación de Amnistía Internacional, la Organización Mundial de la Salud calcula que hasta 140 millones de mujeres y niñas han sido sometidas a mutilación genital en todo el mundo.
El procedimiento puede llevarse a cabo a diversas edades, desde poco después del nacimiento hasta cuando una mujer ha completado su desarrollo.
Las mujeres y niñas a las que se mutilan sus genitales externos a menudo sufren dolor severo, hemorragias, shock, dificultades para orinar, infecciones y en ocasiones incluso la muerte.
Muchas sufren también dolor crónico, dificultades durante el parto -incluido un riesgo mayor de mortalidad materna-, disminución del placer sexual y trastorno de estrés postraumático.
Los líderes y miembros de las comunidades que apoyan y practican la mutilación genital femenina dicen que es necesaria para proteger el así llamado “honor” de las mujeres. Esta actitud refleja estereotipos muy extendidos acerca de la sexualidad de las mujeres, así como la creencia de que esta sexualidad debe ser controlada. Además, en algunas sociedades persisten creencias que consideran impuras a las mujeres no mutiladas y no les permiten manipular los alimentos y el agua.
Mutilación genital femenina
* La Organización Mundial de la Salud calcula que hasta 140 millones de mujeres y niñas han sido sometidas a mutilación genital en todo el mundo.
* Las mujeres y niñas a las que se mutilan sus genitales externos a menudo sufren dolor severo, hemorragias, shock, dificultades para orinar, infecciones y en algunas ocasiones la muerte.
* Muchas sufren también dolor crónico, dificultades durante el parto –incluido un riesgo mayor de mortalidad materna–, disminución del placer sexual y trastorno de estrés postraumático.