President Barack Obama speaks during a nationally televised address from the White House in Washington, Thursday, Nov. 20, 2014. Spurning furious Republicans, President Barack Obama unveiled expansive executive actions on immigration Thursday night to spare nearly 5 million people in the U.S. illegally from deportation and refocus enforcement efforts on "felons, not families." (AP Photo/Jim Bourg, Pool)

THE ASSOCIATED PRESS

Conciudadanos, esta noche, me gustaría hablarles acerca de la inmigración.

Durante más de 200 años, nuestra tradición de acoger a los inmigrantes de todo el mundo nos ha dado una enorme ventaja sobre otras naciones. Nos ha mantenido jóvenes, dinámicos y emprendedores. Ha modelado nuestro carácter como pueblo con posibilidades ilimitadas, personas no atrapadas por nuestro pasado, sino capaces de reinventarnos como queramos.

Pero hoy en día, nuestro sistema de inmigración no funciona, y todos lo saben.

Las familias que entran en nuestro país de la manera correcta y respetan las reglas ven como otros las incumplen. Los dueños de negocios que ofrecen a sus trabajadores buenos salarios y beneficios ven a la competencia explotar inmigrantes indocumentados pagándoles mucho menos. A todos nosotros nos ofende que cualquiera se lleve todas las recompensas de vivir en Estados Unidos sin cumplir con las responsabilidades que acarrea vivir en Estados Unidos. Y los inmigrantes indocumentados que desesperadamente quieren abrazar esas responsabilidades no ven más opción que permanecer en las sombras, o arriesgarse a que sus familias se vean separadas.

Ha sido así durante décadas. Y durante décadas, no hemos hecho mucho al respecto.

Cuando asumí el cargo, me comprometí a arreglar este sistema de inmigración que no funciona. Y empecé haciendo lo que pude para asegurar nuestras fronteras. Hoy en día, contamos con más agentes y tecnología desplegados para asegurar nuestra frontera sur que en cualquier otro momento de nuestra historia. Y en los últimos seis años, los cruces ilegales de la frontera se han reducido en más de la mitad. A pesar de que este verano, hubo un breve repunte en los niños no acompañados que se aprehendieron en nuestra frontera, el número de esos niños es ahora en realidad menor de lo que ha sido en casi dos años. En general, el número de personas que tratan de cruzar nuestra frontera ilegalmente está en su nivel más bajo desde la década de los 70. Esos son los hechos.

Mientras tanto, he trabajado con el Congreso en una solución integral, y el año pasado, 68 demócratas, republicanos e independientes se unieron para aprobar un proyecto de ley bipartidista en el Senado. No era perfecto. Era un compromiso, pero reflejaba el sentido común. Habría duplicado el número de agentes de la patrulla fronteriza, mientras ofrecía a los inmigrantes indocumentados un camino hacia la ciudadanía si pagaban una multa, comenzaban a pagar impuestos y volvían al final de la fila. Y expertos independientes dijeron que ello ayudaría a crecer nuestra economía y reducir nuestro déficit.

Si la Cámara de Representantes hubiese permitido a ese tipo de proyecto de ley una simple votación a favor o en contra, habría sido aprobado con el apoyo de ambos partidos, y hoy en día sería la ley. Pero durante un año y medio, los líderes republicanos de la Cámara se han negado a permitir esa simple votación.

Sigo creyendo que la mejor manera de resolver este problema es trabajar juntos para aprobar ese tipo de ley de sentido común. Pero hasta que eso ocurra, hay medidas que tengo la autoridad legal para tomar como Presidente -los mismos tipos de medidas adoptadas por presidentes demócratas y republicanos antes que yo- que ayudarán a que nuestro sistema de inmigración sea más justo y más adecuado.

Esta noche, estoy anunciando esas medidas.

En primer lugar, construiremos sobre nuestro progreso en la frontera con recursos adicionales para nuestras fuerzas del orden público para que puedan detener el flujo de cruces ilegales, y acelerar el retorno de aquellos que crucen.

En segundo lugar, haré que sea más fácil y más rápido para los inmigrantes altamente cualificados, licenciados y empresarios quedarse y contribuir a nuestra economía, como han propuesto muchos líderes empresariales.

En tercer lugar, tomaremos medidas para hacer frente de manera responsable a los millones de inmigrantes indocumentados que ya viven en nuestro país.

Deseo decir algo más acerca de este tercer asunto, ya que genera más pasión y controversia. A pesar de que somos una nación de inmigrantes, también somos una nación de leyes. Los trabajadores indocumentados incumplieron nuestras leyes de inmigración, y creo que deben rendir cuentas -especialmente aquellos que pueden ser peligrosas. Por eso, en los últimos seis años, las deportaciones de delincuentes han aumentado hasta un 80 por ciento. Y es por eso que vamos a seguir concentrando los recursos de aplicación del orden público en las amenazas reales a nuestra seguridad. En los delincuentes, no en las familias. En los criminales, no en los niños. En los miembros de pandillas, no en una madre que está trabajando duro para mantener a sus hijos. Daremos prioridad, como lo hace cada día la aplicación de ley.

Pero incluso mientras nos centramos en la deportación de criminales, el hecho es que millones de inmigrantes -en todos los estados, de toda raza y nacionalidad- todavía vivirán aquí ilegalmente. Y seamos honestos -rastrear, detener y deportar a millones de personas no es realista. Cualquiera que sugiera lo contrario no está siendo sincero. Tampoco es lo que somos como personas que viven en Estados Unidos. Después de todo, la mayoría de estos inmigrantes han estado aquí mucho tiempo. Trabajan duro, a menudo en empleos difíciles y de baja remuneración. Mantienen a sus familias. Rezan en nuestras iglesias. Muchos de sus hijos han nacido en Estados Unidos o han pasado aquí la mayor parte de sus vidas, y sus esperanzas, sueños y patriotismo son los mismos que los nuestros.

Como mi predecesor, el Presidente Bush, dijo hace tiempo: «Son parte de la vida de Estados Unidos».

Ahora, la cuestión es esta: esperamos que la gente que vive en este país siga las reglas. Esperamos que aquellos que se meten en la fila no serán recompensados injustamente. Así que vamos a ofrecer lo siguiente: Si usted ha estado en Estados Unidos por más de cinco años; si tiene hijos que son ciudadanos de EE. UU. o residentes legales; si se inscribe, se comprueba que no tiene antecedentes penales, y está dispuesto a pagar la parte de impuestos que le corresponde, entonces podrá pedir quedarse en este país de manera temporal sin temor a ser deportado. Podrá salir de la oscuridad y tener todo en regla.

De eso se trata esta oportunidad. Ahora, aclaremos lo que no se ofrecerá. No será aplicable para nadie que haya entrado a este país en fecha reciente. No será aplicable para nadie que venga a Estados Unidos de manera ilegal en el futuro. No otorga ciudadanía ni el derecho de quedarse aquí de manera permanente ni ofrece los mismos beneficios que reciben los ciudadanos – sólo congreso lo puede hacer. Lo único que estamos ofreciendo es no deportarlo.

Sé que algunas personas que critican esta medida la llaman amnistía. Sin embargo, no lo es. Amnistía es el sistema de inmigración que tenemos hoy en día: millones de personas que viven aquí sin pagar sus impuestos ni acatar las leyes, mientras que los políticos utilizan este problema para asustar a la gente y acumular votos en tiempo de elecciones.

Eso es la verdadera amnistía: dejar este sistema que no funciona como está. Una amnistía masiva sería injusta, pero una deportación masiva sería tanto imposible como contraria a nuestro carácter. Lo que estoy describiendo en este momento es responsabilidad; una estrategia con mucho sentido que alcanza un punto medio: Si reúne las condiciones, puede salir de las sombras y hacer todo conforme a la ley. Si es un delincuente, será deportado. Si tiene pensado entrar a Estados Unidos de manera ilegal, acaban de aumentar las posibilidades de que lo capturen y envíen de regreso.

Las medidas que estoy tomando no solamente son legítimas, sino que son el tipo de medidas que cada uno de los presidentes republicanos y demócratas ha tomado en la última mitad del siglo. Tengo una sola respuesta para aquellos integrantes del Congreso que cuestionan mi autoridad para lograr que nuestro sistema migratorio funcione mejor, o cuestionan mi sensatez en actuar cuando el Congreso no lo hizo: Aprueben un proyecto de ley. Quiero colaborar con ambos partidos para que se apruebe una solución legislativa con mayor permanencia. Las medidas que tomo ahora ya no serán necesarias el día en que firme ese proyecto de ley. Mientras tanto, no permitan que un desacuerdo en cuanto a un solo problema sea el motivo de ruptura con respecto a todos los problemas. Así no es como funciona nuestra democracia, y no hay duda alguna del Congreso no debería cerrar de nuevo nuestra administración simplemente porque no estamos de acuerdo en esto. Las personas que viven en Estados Unidos están cansadas de que todo se paralice. Lo que he necesita nuestro país de nosotros en este momento es un objetivo común: un propósito superior.

La mayoría de las personas que viven en Estados Unidos apoyan los tipos de reformas de las que hemos hablado esta noche. No obstante, entiendo la disconformidad que algunos de ustedes en casa. Millones de nosotros, incluido yo mismo, descendemos de familias que han estado en este país por generaciones, tenemos ancestros que trabajaron muy duro para ser ciudadanos. De manera que no nos gusta la noción de que cualquiera pueda obtener un pase gratis para ser ciudadano de Estados Unidos. Sé que a algunos les preocupa que la migración cambiará el tejido que nos caracteriza, o que habrá menos trabajos, o que perjudicará más a las familias de clase media en un momento en el que ya sienten que no les ha ido muy bien por más de una década. Tengo presentes sus inquietudes. Sin embargo, estas medidas no ocasionarán lo anterior. Nuestra historia y los hechos muestran que los inmigrantes son una ventaja neta para nuestra economía y nuestra sociedad. Así que creo que es importante que todos de nosotros tengamos este debate sin poner en duda el carácter del otro.

Porque a pesar de todos los desacuerdos en Washington, tenemos que recordar que este debate se trata de algo más grande. Se trata de lo que somos como país, y que queremos ser para las generaciones futuras.

¿Somos una nación que tolera la hipocresía de un sistema en el que los trabajadores que recogen nuestra fruta y que tienden nuestras camas nunca tienen la oportunidad de estar bien con la ley? ¿O somos una nación que les da una oportunidad de compensar, asumir responsabilidad, y dar un mejor futuro a sus hijos?

¿Somos una nación que acepta la crueldad de alejar a los niños de los brazos de sus padres? ¿O somos una nación que valora las familias, y trabaja para mantenerlos juntos?

¿Somos una nación que educa a los mejores y más brillantes en nuestras universidades del mundo, solo para enviarlos a casa para crear empresas en los países que compiten contra nosotros? ¿O somos una nación que fomenta que se queden para crear trabajos, empresas e industrias aquí en Estados Unidos?

De eso se trata este debate. Necesitamos algo más que política cuando se trata de la inmigración; necesitamos debate congruente, reflexivo y compasivo que se enfoca en nuestras esperanzas, no nuestros miedos.

Sé que la política de este tema conlleva varias dificultades. Pero permítanme decirles por qué he llegado a sentirme tan fuertemente sobre este tema. En los últimos años, he visto la determinación de los padres inmigrantes que trabajaban dos o tres trabajos, sin recibir ni un centavo del gobierno, y en de riesgo en todo momento de perderlo todo, solo para construir una mejor vida para sus hijos. He visto la angustia y la ansiedad de los niños cuyas madres podrían ser alejadas de ellos por no tener la documentación adecuada. He visto la valentía de los estudiantes que, a excepción de las circunstancias de su nacimiento, son tan estadounidenses como Malia o Sasha, valientemente salen como indocumentados con la esperanza de poder hacer una diferencia en un país que aman. Estas personas, nuestros vecinos, nuestros compañeros, nuestros amigos, no vinieron aquí de oportunistas o para obtener una vida fácil. Ellos vinieron a trabajar, estudiar, y servir en nuestras fuerzas armadas, y sobre todo, contribuyen al éxito de Estados Unidos.

Mañana, viajaré a Las Vegas y me reuniré con algunos de estos estudiantes, incluyendo una joven mujer llamada Astrid Silva. A Astrid la trajeron a Estados Unidos cuando tenía cuatro años de edad. Sus únicas posesiones eran una cruz, su muñeca y su vestido con volantes que llevaba puesto – un vestido que su madre ha hecho. Cuando comenzó la escuela, no hablaba nada de inglés. Para ponerse al nivel de los otros niños, ella leía el periódico y miraba PBS; y así se convirtió en una buena estudiante. Su padre trabajaba como jardinero. Su madre limpiaba la casa de otras personas. Ellos no la dejaban presentar a Astrid una solicitud para ingresar a una escuela especializada de tecnología por temor a que los trámites revelaran que ella era un inmigrante indocumentada; por lo que ella presentó la solicitud a espaldas de sus padres e ingresó. Sin embargo, ella generalmente vivió en las sombras, hasta que su abuela, quien venía de visita todos los años desde México, falleció y ella no pudo viajar al funeral sin el riesgo de ser descubierta y deportada. Fue en ese momento que decidió abogar por ella misma y por otros como ella; y hoy Astrid Silva está un estudiante de colegio trabajando para obtener su tercer título.

¿Somos una nación que echa a un inmigrante esperanzado que se esfuerza como Astrid o somos una nación que encuentra una manera de darle la bienvenida?

Las Escrituras nos dicen que no debemos oprimir al inmigrante, porque conocemos el corazón de un inmigrante, ya que una vez fuimos inmigrantes.

Mis conciudadanos, nosotros somos y siempre seremos una nación de inmigrantes. Nosotros también una vez fuimos inmigrantes. Y si nuestros antepasados fueron inmigrantes que cruzaron el Atlántico, o el Pacífico o el Río Grande, simplemente estamos aquí porque este país les dio la bienvenida y les enseñó que ser estadounidense va más allá de cómo nos vemos o de nuestros apellidos o qué religión que practicamos. Lo que nos hace estadounidenses es nuestro compromiso compartido de un ideal; que todos somos creados iguales, y que todos tenemos la oportunidad de hacer de nuestra vida lo que deseamos.

Ese es el país que nuestros padres, abuelos y generaciones antes que ellos construyeron para nosotros. Esa es la tradición que debemos mantener. Esa es la herencia que debemos dejar para los que están por venir.

Gracias, que Dios los bendiga y que Dios bendiga a este país que tanto amamos.

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