Por ADRIANA GÓMEZ LICON
BELO HORIZONTE / Agencia AP
El estado que más políticos ha enviado al sillón presidencial asoma como clave para determinar si Dilma Rousseff continúa otros cuatros años en la presidencia o si el exgobernador de ese estado Aécio Neves recupera el cargo para la oposición después de más de una década de gobierno del Partido de los Trabajadores.
Minas Gerais no solo es el segundo estado más poblado del país, con 20.5 de los 203.3 millones de habitantes de la nación, sino que «Brasil nunca ha elegido a un presidente que no haya ganado en Minas Gerais», dijo Mauricio Moura, un encuestador brasileño y profesor de estrategia política en la Universidad George Washington en Estados Unidos, al referirse a las elecciones llevadas a cabo desde que la democracia fue restaurada tras la dictadura militar en 1985.
El estado es considerado un microcosmos de la diversidad del gigante sudamericano capaz de decidir una elección. El comportamiento de los electores refleja las discrepancias que aún se acentúan en Brasil, con una concentración de habitantes de bajos recursos en el norte, que prefieren al Partido de los Trabajadores, y los de clase media alta y con un grado de escolaridad mayor en la capital de Belo Horizonte y hacia el sur, que apoyan al principal partido de la oposición.
En la primera ronda, el 5 de octubre, Rousseff obtuvo poco más de 43% de los votos del estado. Neves se llegó al 40% a pesar de que gobernó en Minas Gerais por dos mandatos y concluyó en 2010 con un índice de aprobación del 92%.
Ambas campañas se han centrado fuertemente en el estado desatando insultos escandalosos. En las calles de Minas Gerais, conocida por sus ciudadanos corteses, la batalla se ha vuelto hostil.
Partidarios de Rousseff revivieron acusaciones de hace casi cinco años, que nunca fueron probadas, de que Neves empujó y golpeó a su entonces novia y ahora esposa, Leticia. La pareja niega que eso haya sucedido. Detractores de Neves también critican el proyecto de un aeropuerto regional de 7 millones de dólares que fue construido en una propiedad de un tío suyo en Minas Gerais. El candidato dice que todos los procedimientos se siguieron correctamente y que los auditores no encontraron nada malo con la elección de la tierra.
El mentor político de Rousseff, el ex presidente Luiz Inácio «Lula» da Silva, hizo una leve insinuación al incidente entre Neves y su esposa mientras lideraba un mitin en Belo Horizonte el pasado fin de semana y habló de lo agresivo que Neves se mostraba con la presidenta Rousseff en los debates por ser mujer. También lo llamó «hijo de papi», al referirse a la dinastía política de la familia Neves, cuyo abuelo Tancredo Neves fue elegido en 1985 para ser el primer presidente de Brasil después de la dictadura militar de 21 años, pero murió un día antes de asumir el cargo.
En las calles de Belo Horizonte, la capital de Minas Gerais, la voz de un hombre retumbaba por los altoparlantes de un camión de campaña de Rousseff en una tarde reciente. «Usted decide por quién votar. Pero ¿Quiere a un hombre que golpea a su esposa y construyó un aeropuerto para su tío?». Conforme el camión atravesaba una calle del centro lentamente y ondeaba banderas de Rousseff en la parte trasera, peatones miraban y la gente salía de salones de belleza y otros negocios de manos cruzadas, algunos lanzando gestos obscenos.
«Están desesperados. No quieren perder el poder y tienen miedo», expresó Rafael Oliveira, un partidario de Neves que distribuía volantes en la calle.
Pero los partidarios del adversario no se quedan atrás. Intentan atraer a los electores indecisos y al 14% que votó en la primera ronda por Marina Silva, la ex ministra de Medio Ambiente que en algún momento encabezó las encuestas pero finalmente quedó tercera en la votación del 5 de octubre. Silva ahora respalda a Neves.
En una concentración de apoyo a Neves en el centro de Belo Horizonte la semana pasada, los oradores llamaron a Rousseff «fascista» y «terrorista», en alusión a su juventud como una guerrillera marxista en una organización armada que luchó contra el régimen militar de Brasil. Rousseff mantiene que ella personalmente nunca participó en actos violentos.
También aliados de Neves cuestionan los vínculos de Rousseff con Minas Gerais, al señalar que ella comenzó su carrera política en otro estado y no es una verdadera «minera», como se les conoce a los habitantes. Rousseff ha dicho que sólo salió de su estado natal para empezar de nuevo después de haber huido de la dictadura y sido encarcelada y torturada durante tres años.
La campaña es feroz y demuestra las profundas divisiones entre los votantes.
En una cafetería de Belo Horizonte, el ingeniero civil Eduardo Casasanta hablaba con dos compañeros de trabajo acerca de un dato revelador que repite la campaña de Rousseff: el hecho de que la mandataria haya sacado más votos que su rival en la primera ronda en Minas.
«Están diciendo a todos que las personas que lo conocen (a Neves) no lo quieren, pero la verdad es que sí lo queremos», dijo Casasanta. «Votamos por él. Yo quiero que él sea presidente».
André de Paiva Toledo, profesor en la facultad de derecho de Dom Helder Camara y partidario de Rousseff, no estuvo de acuerdo mencionó episodios en los que Neves favoreció a familiares al designar funcionarios.
«Trataba a Minas Gerais como si fuera un feudo», expresó Toledo. «No inspira mucha confianza de que respeta la democracia».
Las acusaciones de elitismo contra Neves resuenan también en las zonas más pobres del estado, donde Rousseff ganó la primera vuelta debido a los programas sociales encabezados por su Partido de los Trabajadores que ayudaron a sacar a millones de la pobreza y a formar una clase media robusta en el país de más de 200 millones de habitantes.
Fuera de Belo Horizonte y de otras zonas urbanas, montañas verdes caracterizan al estado que alberga minas de hierro y plantaciones de café.
En un pueblo pobre a las afueras de la capital, María Lindaura Dos Santos colgaba la ropa a secar fuera de la casa donde su hija y tres nietos que viven una zona nueva donde el gobierno ofrece préstamos para las familias de bajos ingresos que quieren comprar casas de dos o tres habitaciones.
En el pueblo ya tienen agua y electricidad, y aunque aún no consiguen drenaje, Dos Santos dice que la vida ha mejorado para su familia.
«Nadie hacía caso a la gente en los pueblos. Pero tenemos una pequeña casa, y una parada de autobús cercana», indicó Dos Santos, un partidario Rousseff. «Ellos son los únicos que se acuerdan que existimos».
CLASE MEDIA EN TODO EL PAÍS
El debate político bullía en la peluquería Lena’s de la favela Cantagalo, en Río de Janeiro, donde las clientas debatían sobre quién debería ganar las elecciones presidenciales del domingo.
En una esquina, la propietaria, Lucia Helena Silva, defendía sonoramente a la presidenta, Dilma Rousseff, y su Partido de los Trabajadores, enarbolando un alisador de cabello. Una clienta, arreglándose su elaborado peinado, se oponía por completo insistiendo en que el candidato opositor de centro derecha, Aecio Neves, reavivaría la renqueante economía brasileña.
«¡Ni hablar! Tienes que votar por Dilma», afirmó Silva. «¿Quién ha mejorado la vida de la gente en esta favela? ¿Quién ha reducido la distancia entre nosotros y los ricos?».
Las elecciones presidenciales más ajustadas e impredecibles desde el regreso de Brasil a la democracia hace tres décadas están ahora en manos de los votantes de clase media baja como las que debatían en la peluquería. Representan el 35% del electorado y siguen indecisos sobre a quién votar apenas unos días antes de los comicios.
En los últimos días de la campaña, los datos sobre qué bando apoyarán estos votantes han ido variando.
La semana pasada, un sondeo de la encuestadora Datafolha indicó que la clase media baja se inclinaba a favor de Neves en un 52%, frente al 48% rival. Cuatro días más tarde, un sondeo de la misma firma había virado para reflejar un porcentaje de 53% a 47% a favor de Rousseff, debido en buena parte a agresivos anuncios de Rousseff afirmando que es una mejor líder económica. El margen de error de ambas encuestas era de dos puntos porcentuales.
Un sondeo de Datafolha publicado el miércoles confirmó la confianza en la gestión económica de Rousseff, mostrando un gran cambio en la opinión pública desde otra encuesta de junio. Hace cuatro meses, el 64% dijo que la inflación empeoraría, algo que ahora sólo cree el 31%. La cantidad de gente que cree que la economía mejorará alcanzó el 44%, desde el 26% de junio.
El optimismo ha sorprendido a muchos, dado que desde el sondeo de junio, Brasil ha entrado en una recesión técnica y la inflación subió por encima del objetivo del gobierno del 6.5%, pese a los intentos de reducirla con controles a los precios de combustibles y electricidad.
La única explicación, según comentaristas políticos, es la agresiva campaña de la presidenta por convencer a los votantes que todo sigue yendo bien y que ella se preocupa de sus intereses económicos mientras que a Neves, al que se acusa de elitismo, sólo se preocupará por los ricos.
Para Silva, la propietaria del salón de belleza, millones de brasileños como ella han salido de la pobreza gracias a las políticas del Partido de los Trabajadores de Roudeff, el cual lleva 12 años de poder.
Pero Adna Marcos, sentada en una silla de la peluquería, dijo que aunque los programas sociales del Partido de los Trabajadores son fantásticos, el país necesita ahora crecimiento económico.
«Necesitamos a alguien que pueda controlar la inflación», expresó Marcos. «Necesitamos mejoras en servicios públicos que el Partido de los Trabajadores no ha abordado. Hicieron su parte ayudando a avanzar a los pobres; hemos mejorado, pero necesitamos nuevos líderes para crecer aún más».
Silva y Marcos forman parte de la clase media baja «intermedia» de Brasil, hogares que ganan unos 400 dólares per cápita al mes y que tienen educación secundaria o técnica. Les va lo bastante bien como para no acudir a los programas de ayuda en efectivo del gobierno, pero no tienen colchones que los ayuden a sobrellevar las crisis económicas.
Han escapado de la pobreza en la que vivieron sus padres y accedido a créditos para comprar televisores de pantalla plana y teléfonos de usos múltiples. Pero a menudo no han salido de las favelas y no ganan suficiente dinero como para no depender de los servicios públicos del país, con una notoria mala reputación. Se mueven en autobuses abarrotados y no en taxi, sufren largas esperas y mala atención en los hospitales públicos, y sus hijos estudian en malas escuelas públicas.
Han sido la voz más sonora en las protestas contra el gobierno de este año electoral que sacudieron ciudades en todo el país, en un estallido colectivo de frustración por los lamentables servicios públicos, la considerable carga fiscal y el alto coste de la vida.
«Serán decisivos en estas elecciones, y la contienda dependerá de cómo vote este grupo, especialmente dado que los ricos y los pobres se han reafirmado en su apoyo por Aecio y Dilma, respectivamente», señaló Alessandro Janoni, director de investigación de Datafolha.
LOS PRESIDENTES
DPA
Brasil fue gobernado por siete presidentes desde 1985, tras el retorno de la democracia al país sudamericano después de 21 años de dictadura militar (1946-1985).
En el balotaje de mañana domingo se determinará si se suma un mandato a Dilma Rousseff, o si volverá a ocupar el Palacio del Planalto, en Brasilia, un político del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), en este caso el senador Aécio Neves.
1985 – TANCREDO NEVES (1910-1985): El 15 de enero de 1985, Neves se convirtió en el primer presidente electo tras la restitución de la democracia. No obstante, el político del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) nunca llegó a asumir. Un día antes de su investidura, prevista para el 15 de marzo de ese año, fue internado en grave estado y falleció semanas después, el 21 de abril.
1985-1990 – JOSE SARNEY (1930): También integrante del PMDB, Sarney asumió en el lugar de Neves en 1985, y gobernó hasta marzo de 1990. Durante su gestión se produjo una reforma constitucional que instauró el voto directo para presidente y la independencia de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, entre otros avances. La mayor debilidad de su administración, en tanto, se plasmó en lo económico, puesto que las medidas adoptadas para combatir una arrolladora inflación se mostraron ineficaces.
1990-1992 – FERNANDO COLLOR DE MELLO (1949): El primer presidente elegido por voto popular asumió en marzo de 1990 y fue despojado del cargo en octubre de 1992 a raíz de escándalos de corrupción.
1992-1994 – ITAMAR FRANCO (1930-2011): Asumió en el lugar de Collor en octubre de 1992 y gobernó hasta diciembre de 1994. Durante su mandato logró comenzar a equilibrar las cuentas públicas de la mano de su ministro de Hacienda, Fernando Henrique Cardoso. La marca de su gobierno, de hecho, pertenece a Cardoso y fue el llamado «Plan Real», que instauró esa moneda en sustitución del cruzado y llevó al país a dar los primeros pasos hacia un repunte económico.
1995-1998/1999-2002 – FERNANDO HENRIQUE CARDOSO (1931): El fundador del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) ejerció durante dos mandatos consecutivos: entre 1995 y 1998 y 1999 y 2002. Para mantener la inflación bajo control y la moneda estable, el «padre del Plan Real» llevó adelante políticas de corte neoliberal, como las privatizaciones, la restricción del monopolio estatal de empresas públicas y la flexibilización del mercado laboral, entre otras.
2003-2007/2008-2010 – LUIS INACIO LULA DA SILVA (1945): El primer presidente obrero e izquierdista de Brasil también ejerció durante dos mandatos consecutivos: 2003-2007 y 2008-2010. Durante su gestión fueron instaurados importantes programas sociales que sacaron de la pobreza extrema a millones de brasileños y llevaron a otros tantos a acceder a la clase media. En el periodo, el país vivió uno de los ciclos económicos más fecundos y se consolidó como potencia a nivel internacional. No obstante, los logros se vieron empañados, en parte, por sonados escándalos de corrupción protagonizados por emblemáticos dirigentes del Partido de los Trabajadores (PT).
2011-2014 DILMA ROUSSEFF (1947): En enero de 2011, Rousseff se convirtió en la primera mujer presidenta de Brasil. Con su elección, el PT se convirtió en el partido con mayor tiempo en el poder desde la redemocratización de Brasil, en 1985. En las elecciones del domingo, la ex guerrillera buscará la reelección para intentar ampliar a 16 años la hegemonía del partido de izquierda en el poder.
EN CIFRAS
Brasil, la cuarta mayor democracia del mundo, acudirá mañana domingo a las urnas para elegir al próximo presidente entre la actual mandataria, Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT), y el senador opositor Aécio Neves, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB).
A continuación, dpa traduce en números la dimensión del país que definirá a su gobernante para el período entre 2015 y 2018.
POBLACIÓN
202.768,562
millones de habitantes, según datos del estatal Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), actualizados al 1 de julio de este año.
SUPERFICIE
8.515,770
kilómetros cuadrados
PIB
4.84
billones de reales (unos 2.06 billones de dólares, al cambio actual) en 2013, según el IBGE.
ELECTORES
142.8
millones de electores habilitados.
DESEMPLEO
7.1
por ciento, según la Investigación Nacional de Muestra de Hogares Continua (PNAD Continua) vinculada al IBGE.
INFLACIÓN
5.91
por ciento en 2013. La meta del gobierno para este indicador es de 4.5 por ciento, con un margen de tolerancia de dos puntos porcentuales para más o para menos.
CRECIMIENTO
2.3
por ciento en 2013, según el IBGE.
TAREA INELUDIBLE
DPA
Sea cual fuere el resultado de las elecciones presidenciales brasileñas de mañana domingo, al próximo gobierno le deparará una tarea ineludible: buscar fórmulas para corregir la tendencia al alza de la inflación y a la baja del crecimiento, que amenaza incluso a las conquistas sociales acumuladas por el país en los últimos años.
La necesidad de ajustes ha sido reconocida incluso por la presidenta Dilma Rousseff, candidata a la reelección por el Partido de los Trabajadores (PT), al anunciar la salida del ministro de Hacienda, Guido Mantega, quien comandó la economía en los últimos ocho años, desde el pasado gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva.
Mantega aseguró que su sustitución no supondrá «un cambio en la política económica», pero admitió que, si Rousseff logra la reelección, en 2015 el gobierno hará «un esfuerzo fiscal más intenso», con una meta de superávit primario del 2.5 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), frente al 1.9 por ciento esperado para este año.
Rousseff, por su parte, anticipó que la política de renuncia fiscal y subsidios para estimular el sector productivo está en su recta final: «Va a haber cambios porque creo que el país se preparó para estos cambios. Nosotros tenemos condiciones de reducir, por ejemplo, algunos incentivos».
No obstante, sostuvo que «no es necesario un ajuste fiscal profundo», ya que la deuda pública neta de Brasil es equivalente al 34 por ciento del PIB y no hay una crisis cambiaria, y destacó que, pese a la crisis financiera, Brasil ha logrado mantener sus programas de combate a la pobreza y bajar la tasa de desempleo a un cinco por ciento.
El candidato opositor a la Presidencia, Aécio Neves, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), sostiene sin embargo que la situación económica del país supone una «herencia perversa» para el próximo gobierno.
«Su gobierno dejará una herencia perversa para el futuro, con inflación elevada, crecimiento bajo y pérdida de credibilidad. Sin credibilidad no hay inversión, y sin inversión no hay empleo», disparó Neves, durante un debate televisivo con Rousseff.
El opositor ya anunció que, de llegar al poder, designará como ministro de Hacienda al economista Arminio Fraga, quien fue nombrado como presidente del Banco Central por el pasado gobierno de Fernando Henrique Cardoso en 1999, cuando una crisis cambiaria amenazaba con hacer naufragar el Plan Real de estabilidad dictado cinco años antes.
Fraga coincide con Neves en la necesidad de dictar un ajuste en la política económica, cuyos principales objetivos serán hacer que converjan los índices de inflación a la meta central del 4.5 por ciento anual -que ha sido superada en los últimos tres años- y reactivar el crecimiento económico.
«La inflación masacró este país por muchos años y creo que no hay espacio para correr riesgos, porque los que pierden son los más pobres. Lo que es muy preocupante es que inflación está elevada y el crecimiento muy bajo, y esto es una señal de un problema más serio», dijo.
Además, apuntó que habrá que adoptar medidas para estimular el aumento de la inversión del sector privado en la economía: «Estamos creciendo dos puntos porcentuales por debajo de América Latina. La inversión es muy baja, del 16.5 por ciento del PIB. El problema es mucho más interno que externo, porque la situación fiscal perdió transparencia, y el gobierno adoptó criterios cada vez más flexibles de contabilidad».
De hecho, a lo largo de este año, el gobierno debió revisar dos veces hacia abajo su pronóstico sobre el índice de expansión del Producto Interno Bruto (PIB), que bajó del 2.5 al 1.9 por ciento y luego al 0,9 por ciento. El Fondo Monetario Internacional (FMI), a su vez, prevé para este año una expansión de sólo un 0.3 por ciento.
Además, salvo por unos pocos sectores apoyados por subsidios estatales, la industria vive una de las peores fases de los últimos años, con una persistente retracción que hizo que su participación en el PIB bajara al 13 por ciento, un nivel similar al vigente hace seis décadas.
Según el ex presidente del Banco Central Carlos Langoni, Brasil se encuentra en «una trampa», expresada en bajo crecimiento económico e inflación elevada: «El desafío de cualquier gobierno es desarmar esa situación. Hay un consenso en que los ajustes son inevitables».
La gran interrogante, asimismo, se refiere a la intensidad del ajuste económico que enfrentará Brasil en 2015.
Según el economista Luiz Roberto Cunha, hay «riesgos serios» tanto en el mantenimiento del modelo actual como en un «cambio radical», ya que fuertes alzas de tarifas públicas reducirían el poder adquisitivo de los brasileños.
«Hay una tercera opción: reanudar los fundamentos de la política macroeconómica», expresó el economista, al aludir al trípode que combina responsabilidad fiscal, cambio flotante y metas de inflación adoptado en Brasil desde la edición del Plan Real, en 1994.
«Creo que éste será el camino que será adoptado, independientemente de quien sea el que gane la elección. Ello significará que no volveremos a crecer fuertemente, incluso porque las condiciones externas son negativas, pero nos permitirá crecer un poco más que hoy. La inflación tampoco caerá rápidamente, pero será mejor», concluyó Cunha.