Por MICHAEL J. MISHAK y PHILIP ELLIOTT
Agencia AP

Es una estrategia que se repite en restaurantes de Nueva Inglaterra, en las paradas de camiones del centro-norte de Estados Unidos y en cafés de la costa oeste norteamericana: organizadores conservadores entrenan y envían a miles de voluntarios que portan tabletas iPad y tienen mucho interés en ayudar a cambiar la política del país a la derecha.

Ellos son la columna vertebral de Americans for Prosperity (Estadounidenses por la Prosperidad o AFP por sus siglas en inglés), la organización insignia de una red política respaldada por los hermanos multimillonarios Charles y David Koch. Si bien el gasto del grupo en las elecciones del Senado ha atraído la atención nacional, son estos esfuerzos entre las bases, menos notorios, los que podrían tener un impacto mayor en reformar al Partido Republicano de cara a las elecciones presidenciales de 2016.

La organización cuenta con más de 500 trabajadores pagados en 35 estados y se ha convertido en una de las mejor organizadas y más poderosas del movimiento conservador estadounidense.

Aparentemente inspiradas en el enfoque en las bases sociales que el ahora presidente Barack Obama utilizó con éxito en las elecciones presidenciales de 2008 y 2012, AFP tiene ahora una huella política sin precedentes entre las operaciones del Partido Republicano y acumula victorias legislativas.

El grupo desbarató los intentos por elevar los impuestos locales en Columbus, Ohio, y descarriló planes en la Legislatura de Florida para subsidiar mejoras al estadio de fútbol de los Dolphins de Miami. AFP también ayudó a bloquear un intento de destitución contra el gobernador republicano de Wisconsin Scott Walker, y promovió leyes laborales a favor de los negocios en Michigan e Indiana.

Americans for Prosperity no dudó en atacar a aliados tradicionales, como fue el caso cuando el gobernador republicano de Florida, Rick Scott, contempló brevemente la expansión de Medicaid, una pieza básica de la ley de reforma al sistema de salud pública de Obama. AFP movilizó a sus partidarios y la Legislatura controlada por los republicanos rechazó rápidamente la idea y Scott retiró su propuesta.

El presidente del grupo, Tim Phillips, dice que AFP ha ayudado a marcar el comienzo de «un renacimiento único en una generación para las políticas de libre mercado» y que mantendrá los temas financieros de forma prominente para cuando lleguen las elecciones de 2016.

«Por primera vez tenemos la infraestructura de nuestro lado para sostener estas batallas políticas», dijo.

En este otoño, Americans for Prosperity está haciendo campaña en contra de un aumento al impuesto a las ventas en el condado de Greenville, en Carolina del Sur, donde también trata que más conservadores lleguen al poder. A diferencia de lo que ha hecho durante la mayor parte de este año, el grupo ahora participa explícitamente en los mensajes políticos de las últimas semanas de la campaña.

Los potenciales candidatos presidenciales han tomado nota.

Los senadores republicanos Rand Paul de Kentucky y Ted Cruz de Texas hablaron ante la organización durante su reunión anual en agosto. El senador Marco Rubio, republicano por Florida, encabezó un seminario de los hermanos Koch para los principales donantes conservadores este año.

Americans for Prosperity surgió en 2004 pero ha ganado impulso durante los dos últimos ciclos electorales. Su presupuesto pasó de menos de tres millones de dólares en 2004 a más de 130 millones para el ciclo electoral de 2012.

En muchos lugares, el grupo tiene más operativos entrenados y pagados que los que tienen los partidos políticos tradicionales. En ninguna parte es esto más evidente que en Florida, donde AFP cuenta con 10 oficinas, su operación individual de campo más grande en el país.

En el puesto de avanzada del grupo en Orlando, Phillips se reunió recientemente con 15 voluntarios que vestían camisetas verdes brillantes con el logotipo de la antorcha de Americans for Prosperity.

Utilizando iPads, pasaron la mañana pidiendo a los votantes que respondieran una encuesta sobre temas como la ley federal de salud, el gasto público y los impuestos. Esa información les ayuda a desarrollar mensajes y probar qué argumentos resuenan entre los votantes.

«Eso no significa estar siempre llamando a la puerta para decirle a la gente que ‘Obamacare’ es malo», dijo Phillips a los voluntarios en referencia al plan de salud de Obama. «Eso es importante, pero el objetivo es llevar algo bueno y construir relaciones a largo plazo».

Esa estrategia se ha convertido en el centro de la red de organizaciones de los hermanos Koch. Este año, sus grupos están tratando de ayudar a los republicanos a ganar los seis escaños que necesitan para tomar el control del Senado —Americans for Prosperity gastó 25 millones de dólares sólo en anuncios de televisión— pero eso no es lo que impulsa a la organización.

«La gente dice que nuestro mayor objetivo es tener un Senado republicano, pero eso no es cierto», dijo Phillips. «Florida es nuestra huella mayor».

A medida que se acercan las elecciones del 4 de noviembre, todo se trata de hacer contactos de votante con votante, unas relaciones que podrían pagar dividendos en 2016 y más allá.

Eso significa el envío de cientos de empleados y voluntarios a barrios, como el de Miami, lleno de casas de colores pastel con techos de tejas españolas.

Malavé, jefe de divulgación hispana de AFP en Florida, pasó más de tres horas tocando puertas bajo el sol abrasador en un martes reciente. Siguió haciendo preguntas e ingresando las respuestas en su iPad para que los líderes de la sede puedan sondear qué mensajes funcionan mejor.

La reacción de los votantes fue mixta y las respuestas vinieron tanto en inglés como en español. Mientras Malave hacía sus preguntas acerca de la ley de salud y el gasto público, se topó con un par de reclutas potenciales.

«Soy una demócrata registrada», dijo una mujer a Malave, «pero con la situación actual, estoy en medio».

Malave capturó sus respuestas y pasó a la casa de al lado.

«Esto no es un trabajo atractivo», dijo Malave, sudando a través de su camisa tipo polo. «Pero tienes que ir a donde está la gente. La gente no va a venir a uno».
CAMPAÑA POR SU HIJO
Ex gobernador de la Florida durante dos períodos y posible candidato a la presidencia en el 2016, Jeb Bush se siente un tanto abrumado.

«Estoy aquí con este candidato increíble», dice Bush con la voz entrecortada. Trata de seguir, pero se le caen algunas lágrimas. Su hijo George P. Bush, candidato republicano a Comisionado de Tierras de Texas, le da una palmada en el hombro.

«No sé por qué una generación de Bush tras otra se mete en la política», sigue Jeb Bush tras recuperar la compostura.

Se espera que George P. Bush gane fácilmente el mes que viene un cargo poco conocido pero muy importante, que a menudo ha servido de trampolín para políticos con ambiciones. Abogado y gerente de inversiones de 37 años residente en Fort Worth, George P. no necesitaba que su padre le diese un espaldarazo.

Pero fue él quien quiso estar allí.

«Ha trabajado más duro que ningún otro candidato en Texas y puede manejarse solo. Pero tuvo la deferencia de permitir que el viejito se presentase a su lado», comentó Jeb Bush en una entrevista con la Associated Press.

Si, como se espera, George P. Bush derrota al ex alcalde de El Paso John Cook, será el primer miembro de la familia Bush que sale airoso en su primera elección. Su abuelo George H.W. Bush y su tío George W. Bush perdieron sus primeras incursiones en la política antes de llegar a la Casa Blanca. Y su padre fue elegido gobernador de la Florida en su segundo intento. Hasta su bisabuelo, el patriarca de la familia Prescott Bush, que sirvió durante muchos años como senador por Connecticut, perdió su primera elección.

Padre e hijo iniciaron su recorrido en Fort Worth y luego fueron a un acto en la Universidad Hardin-Simmons de Abilene, donde Jeb se emocionó. Por la noche se presentaron en un concierto y acto de campaña en Midland. También tuvieron tiempo de visitar la casa donde Jeb vivió hasta los seis años. Colindaba con un parque que se inundaba las pocas veces que llovía, formándose lagos en los que los residentes hacían deportes acuáticos.

«Recuerdo que de repente había ranas gigantescas por todos lados», dijo Jeb. «Y todo el mundo hacía esquí acuático».

George P. asegura que por ahora no piensa postularse a cargos más importantes que el de comisionado de tierras, que supervisa las grandes extensiones de tierra del estado. También administra el Fondo Escolar Permanente de Texas, que acaba de recibir una donación de la Universidad de Harvard que lo hace el fondo de su tipo más grande del país.

Pero por momentos suena como si George P. tuviese ambiciones más grandes.

«Me gusta pensar que mi contienda es la más importante. Pero no lo es. Hay que asegurarse de que impedimos que el presidente (Barack Obama) saque adelante su agenda en Washington y de que nos hacemos cargo del Senado nacional», dijo George P. en Abilene. «Hago esto para atraer a los jóvenes y los hispanos, dos grupos que, honestamente, los republicanos tienen que satisfacer mejor».

La esposa de Jeb y madre de George P. es oriunda de Guanajuato, México, y los dos hablan bien español. La población hispana de Texas está creciendo a paso acelerado y dos de cada tres residentes nuevos del estado es hispano.

«Si (los republicanos) captamos el voto de los jóvenes y el de los hispanos, ganamos», afirmó Tony Cummings, un nutricionista de ganado de 83 años que le pidió un autógrafo a George P.

«Este es un estado espectacular, pero que está cambiando mucho», expresó Jeb Bush en Abilene. «No se pueden ignorar los cambios».

«Hay que comprender que está llegando mucha gente, gente con distintas historias, y es importante tratar de atraerlas», afirmó Jeb, agregando que es hora de que Washington «arregle un sistema de inmigración que está roto».

El ex gobernador se mostró reticente a hablar de la Casa Blanca mientras hacía campaña por su hijo.

Su hijo tampoco quiso tocar el tema, aunque admitió que le «gustaría que un líder conservador diese un paso al frente y unificase el partido».

«Alguien que enfrente en las primarias al tea party, que pueda hablar con autoridad sobre la necesidad de unirnos», agregó. «Y creo que mi padre es uno de los pocos potenciales candidatos que puede hacer eso».


Obama recalca mensaje económico

AP

El presidente Barack Obama se ha lanzado de lleno a promover su mensaje económico. El público estadounidense no está sintonizado. En los próximos días, el público o el presidente captarán el mensaje.

En una riesgosa estrategia de campaña para los comicios legislativos, la Casa Blanca está apostando a que la promoción que hace Obama de la recuperación económica y propuestas populistas como la paga igual para ambos sexos y un salario mínimo más elevado van a impulsar a su base de apoyo y persuadir a votantes indecisos para ayudar a los demócratas a retener el control del Senado en noviembre.

En declaraciones vertidas ante jóvenes empresarios el jueves en California, Obama resaltó los logros económicos de su gobierno por tercera vez en ocho días.

«Muchos de ustedes ingresaron a la fuerza laboral durante la peor crisis financiera y luego la peor recesión desde la Gran Depresión», dijo ante la reunión formada en su mayor parte por jóvenes de la llamada generación del milenio; es decir, aquellos nacidos después de 1980. «Ustedes están saliendo de esta recesión con la generación mejor educada, más diversa, más capaz en lo digital en la historia estadounidense».

Aunque hace notar que su nombre no está en las boletas, Obama ha mencionado reiteradamente que sus políticas están en juego. Esa posición ha causado estremecimientos reflexivos en algunos candidatos demócratas que se empeñan en repeler una campaña de los republicanos centrada en vincularlos con el presidente.

Para los demócratas, el problema no es el mensaje de Obama; es el mensajero.

«El mensajero no es el tipo más popular en el planeta en estos momentos», dijo el encuestador demócrata Mark Mellman.

Los sondeos de opinión pública muestran un apoyo substancial a las propuestas de Obama de elevar el salario mínimo, buscar igualdad salarial para las mujeres y eliminar ventajas fiscales corporativas. Pero en los asuntos económicos con los que se le asocia más —la vacilante recuperación de la Gran Recesión y su ley de salud —, el público no está con él.

Un sondeo de AP-GfK de septiembre encontró que 40% aprueban y 58% desaprueban el manejo de la economía por Obama, y que 41% aprueban y 58% desaprueban su manejo de la reforma de salud. En general, la tasa nacional de aprobación del presidente es de 44%, comparada con 51% que desaprueban su gestión, de acuerdo con el más reciente sondeo de Gallup.

No obstante, Obama tiene una historia económica que contar. El desempleo ha caído de 10% en el 2009 a 5,9% el mes pasado. La economía creció en el último trimestre a un paso mejor que el esperado. La bolsa de valores ha alcanzado niveles récord de alza. El mandatario heredó un déficit federal de más de un billón de dólares, el cual ha sido reducido en más de la mitad, a 486.000 millones.

Pero, para frustración de la Casa Blanca, ese mensaje no ha encontrado mucha recepción en un contexto de crecimiento salarial casi estancado.

«Demasiados estadounidenses leen en el periódico que la economía está creciendo, pero ellos no han visto sus cheques salariales aumentar, no han visto sus oportunidades crecer ni han visto a sus hijos recibir buenas ofertas de empleo», dijo el encuestador republicano Whit Ayres.

La Casa Blanca no ha perdido de vista que los ingresos de la población no han aumentado.

«Aunque la economía está creciendo, la productividad está creciendo, los salarios y los ingresos se han mantenido sin cambios», afirmó Obama el jueves. «Y así, las ganancias en la economía, no sólo durante los últimos seis años sino realmente durante los últimos 20, han estado yéndose más y más a la parte superior de la pirámide económica».

Como resultado, Obama también está impulsando sus propuestas para elevar el salario mínimo a 10,10 dólares la hora, asegurar sueldos para las mujeres iguales a los de los hombres, reformar las leyes que regulan la inmigración y proporcionar educación preescolar universal para los niños en un esfuerzo por crear un contraste con los republicanos, que se han opuesto a esos esfuerzos.

«El presidente cree que hay una opción clara para los votantes en todo el país a elegir entre candidatos que respaldan políticas que beneficiarán a la clase media, y candidatos que apoyan políticas que beneficiarán a los que están hasta arriba con la esperanza de que los beneficios desciendan lentamente hacia la clase media», dijo Josh Earnest, portavoz de la Casa Blanca.


PRESCINDEN DE OBAMA

DPA

Apenas tres semanas antes las elecciones al Congreso estadounidense muchos demócratas prefieren hacer campaña sin contar con la presencia de su líder, Barack Obama. Y es que la popularidad del presidente no está en su mejor momento.

En la campaña presidencial de hace dos años Obama todavía consiguió atraer a las masas, pero ahora se mantiene alejado de los actos de campaña en los estados más disputados para no perjudicar las posibilidades del partido. Su papel se limita a asistir a eventos benéficos de grandes donantes en zonas de tendencia demócrata, como Nueva York o Los Angeles.

«Mi nombre no está en la papeleta electoral, pero sí nuestros valores, nuestros ideales y las cosas por las que han luchado varias generaciones para hacer de este un lugar justo, próspero y con los mismos derechos», dijo el presidente hace un mes a un grupo de donantes.

Según una encuesta de Gallup la aprobación de la gestión de Obama se sitúa actualmente en el 42 por ciento, apenas algo superior al valor de septiembre, cuando se situó en mínimos. La baja popularidad de Obama sirve para hacerse una idea de como podrían transcurrir los próximos dos años si los republicanos logran la mayoría en el Senado. Teniendo en cuenta que ya dominan la Cámara de Representantes, podrían interferir aún más en cuestiones como el presupuesto o el nombramiento de altos cargos, interponiéndose todavía más en la agenda del presidente.

De cara a las presidenciales de 2016, algunos republicanos podrían sentirse tentados a la hora de cooperar con Obama en cuestiones como la reforma migratoria, apunta el periodista James Hohmann, del portal «Politico». Pero el ala ultraconservadora Tea Party ha impedido hasta ahora cualquier cooperación de ese tipo.

Los republicanos juegan a su favor la baza de un presidente debilitado y en sus anuncios de campaña atacan a sus rivales demócratas argumentando que apoyan a Obama. Para muchos votantes el nombre del presidente también aparece en las papeletas: según Gallup un 32 por ciento admite que su voto es una advertencia para Obama.

El actual clima político inclina la balanza a favor de los republicanos, ya que unos cuantos senadores demócratas que llegaron al puesto aprovechando el efecto Obama de 2008 ahora tienen el viento en contra.

Los republicanos tienen que ganar seis escaños para hacerse con el control del Senado, y las encuestas pronostican su victoria en Dakota del Sur, Virginia Occidental y Montana. En otros diez estados se espera que los resultados sean muy ajustados. Y en opinión de los expertos en demoscopia los republicanos sólo deben temer realmente a los demócratas en tres estados.

«Hay tantos lugares indecisos en los que los republicanos pueden ganar, que el partido tendría que vivir una verdadera serie de desgracias -combinada con una movilización extraordinaria de los votantes demócratas- para sufrir una derrota», apuntó el analista Larry Sabato, de la universidad de Virginia.

Los demócratas, por su parte, tienen alguna oportunidad en los casos más ajustados. Como en Kansas, donde un candidato independiente podría batir al senador Pat Roberts.

Los estadounidenses no muestran demasiado interés por estas elecciones. Según el Pew Research Center sólo el 15 por ciento sigue de cerca las noticias al respecto, ya que otros temas como el ébola o la amenaza de Estado Islámico dominan los titulares.

El porcentaje es menor al de otros años en los que el poder cambió de manos en el Congreso. En 2010 los republicanos recuperaron la Cámara de Representantes con su oposición a la reforma sanitaria de Obama. Cuatro años antes, en 2006, los demócratas lograron ventaja en el Senado gracias a la decepción por la gestión de George W. Bush y la guerra de Irak.

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