Por MARK STEVENSON
CHAHUITES / Agencia AP

Caravanas de policías federales mexicanos y empleados del servicio de inmigración en el sur de México han comenzado a inspeccionar las vías de un tristemente célebre tren de carga conocido como La Bestia que desde hace años transporta multitudes de migrantes en su lento recorrido hacia el norte. También han instalado retenes móviles en las carreteras para revisar la documentación de los pasajeros de buses de larga distancia.

Periodistas de The Associated Press vieron a decenas de agentes de policía e inmigración tomar por asalto el tren cuando hizo una parada imprevista el viernes pasado después de medianoche.

«¡Somos agentes federales! ¡Entréguense! ¡Están rodeados! ¡Bajen con cuidado!», vociferaron los agentes a los migrantes apiñados y estupefactos.

Menos de 15 fueron detenidos en un tren que en tiempos no lejanos solía transportar entre 600 y un millar de migrantes.

Funcionarios estadounidenses y mexicanos dicen que advirtieron los mismos números en toda la ruta.

Las redadas se han hecho a solicitud del gobierno de Estados Unidos a México, Guatemala, Honduras y El Salvador, cuando el enorme flujo de menores no acompañados que se entregaban a la Patrulla Fronteriza estadounidense provocó lo que el presidente Barack Obama llamó una «crisis humanitaria apremiante».

El 7 de agosto, el Departamento de Seguridad Nacional informó que el número de menores no acompañados y de niños acompañados por un padre arrestados en la frontera suroccidental de Estados Unidos, en julio, fue de aproximadamente 13 mil, la mitad que en junio. El secretario Jeh Johnson dijo que la tendencia parecía mantenerse en la primera semana de agosto, y Obama dijo que las cifras del mes mostrarán una disminución mayor.

«Vemos una tendencia a la baja significativa en la cantidad de niños solos (que tratan de cruzar la frontera)», dijo Obama en una conferencia de prensa.

Ahora, cuando las autoridades llegan a algún lugar de la ruta, que alguna vez circularon sin problemas en los albergues para migrantes y luego abordaban los vagones, se ven obligados a esconderse en los bosques aledaños, donde acechan los delincuentes. Hay pocas mujeres y niños porque hay que subir o bajar de un tren en movimiento.

Algunos de los centroamericanos entrevistados dijeron que en lugar de tratar de cruzar a Estados Unidos ahora se quedarán y buscarán trabajo en México. Al parecer, muchas familias han decidido abstenerse de viajar por México pues a sus comunidades han llegado las noticias de las redadas y los retenes, y los esfuerzos de Estados Unidos y los gobiernos centroamericanos por detener el flujo migratorio, dijo Carlos Solís, director de un albergue en Arriaga, Chiapas.

Solís dijo que la ciudad, otrora llena de bulliciosos migrantes en espera de abordar el tren, quedó vacía casi de la noche a la mañana.

«La voz se corre, una persona le dice a la otra», dijo Solís.

Las autoridades también persiguen a los Coyotes, lo que ha aumentado el costo del viaje y los hace moverse en zonas menos visibles, agregó Solís, en alusión a los traficantes de personas a quienes los inmigrantes les pagan para que los ayuden a cruzar la frontera con Estados Unidos.

Se trata de una enorme diferencia en comparación con la ola de inmigrantes que ingresó a en Estados Unidos a principios del año, provocada por un aumento en la violencia en varios países centroamericanos y por el rumor que cundió en las comunidades centroamericanas de que toda mujer o niño que lograba ingresar a Estados Unidos recibía un permiso para quedarse con sus familiares o amigos siempre que asistiera a las audiencias de inmigración pues los albergues familiares donde los detenían estaban a reventar.

De octubre de 2013 a julio aproximadamente 63 mil niños fueron detenidos después de ingresar a Estados Unidos sin autorización legal, el doble de la cifra registrada durante el mismo tiempo para el período anterior.

Otras 63 mil familias, madres o padres con hijos menores de edad, fueron detenidas durante ese período.

Ya no hay niños centroamericanos en el albergue del gobierno en Reynosa, al otro lado de la frontera de McAllen, Texas, dijo el coordinador del lugar, Guadalupe Villegas García. En cualquier momento dado, cuando tuvo lugar la oleada migratoria, en este albergue se podía encontrar a unos 15 niños centroamericanos detenidos o rescatados por las autoridades mexicanas antes de cruzar el río Bravo.

Ahora las autoridades dicen que los niños son detenidos mucho antes de llegar a la frontera. «Hay muy pocos extranjeros», dijo Carlos Jiménez, portavoz de la entidad mexicana encargada del bienestar infantil en Reynosa. «Hemos recibido tres o cuatro niños» en agosto.

Omar Zamora, portavoz de la Patrulla Fronteriza en el Valle del Río Grande, donde han entrado la mayoría de los menores centroamericanos, dijo el jueves que esa agencia arrestó entre 30 y 40 menores de edad a diario en semanas recientes. Esto constituye una baja sensible en comparación con los 300 o más que diariamente eran detenidos a principios del verano (junio).

No está claro cuánto tiempo México pueda o esté dispuesto a mantener una operación migratoria de este calibre. Sellar la porosa frontera con Guatemala no es físicamente posible ni políticamente aceptable, y las operaciones al interior de los países provocan críticas porque son similares a las que realiza desde hace mucho tiempo la Patrulla Fronteriza con los inmigrantes mexicanos más al norte.

Pero, por ahora, el esfuerzo no da señales de perder fuerza.

Los delincuentes que asaltaban a los inmigrantes en el tren, que los amenazaban con empujarlos fuera de La Bestia a menos que cooperaran, se esconden ahora en las zonas boscosas cerca de los retenes de las autoridades en las carreteras, donde los policías de inmigración revisan los buses, dijo Aliver León López, de 29 años, oriundo de Ahuachapán, El Salvador.

Una banda de ladrones lo hirió en el cuello con un balazo porque trató de ocultarles el dinero que llevaba.

«Tienen ubicado los puntos donde los migrantes bajan para caminar”, dijo León López, quien todavía tiene una venda en el cuello. «Bajamos de una camioneta para tratar de esquivar migración… me imagino que están enterados que mucha gente camina por allí… ellos saben dónde lo bajan a uno, y ellos saben que uno va a rodear… y avisan para que te quiten lo único que tienes».

Enfrentados con obstáculos casi insalvables para llegar a Estados Unidos, León López y otros dicen que se dan por vencidos, al menos por ahora. López planea solicitar una visa humanitaria disponible en México para los que han sido víctimas de delitos. Otros migrantes hablaron de conseguir empleo en México en vez de en Estados Unidos.

Antes uno podía pasar con más facilidad, dice Abner Ramírez, de 30 años y recolector de café de Coatepeque, Guatemala, quien estaba durmiendo junto a las vías del ferrocarril en Chahuites antes de escapar de un operativo en el tren el fin de semana.

Si puedo conseguir un trabajo estable, me quedo…para enviar dinero a casa, dijo.

Juan Antonio Salmerón, de 48 años y trabajador de la construcción de La Unión, El Salvador, dijo que quiere trabajar en el norteño estado mexicano de Sinaloa, recogiendo frutas o vegetales. «Allí se puede ganar dinero», dijo Salmerón.


NUEVOS LUGARES

Por MARK STEVENSON
ARRIAGA / Agencia AP

Las operaciones que el gobierno de México inició para impedir que migrantes suban al tren de carga conocido como La Bestia, han comenzado a forzar a centroamericanos a internarse hacia zonas selváticas y boscosas para huir de las autoridades ante el temor de ser detenidos y deportados.

Funcionarios han dicho que las operaciones tienen por fin su seguridad y derechos humanos, pero los migrantes consideran que esa situación los lleva a enfrentar más peligros al tener que buscar lugares inseguros para intentar subir al tren cuando, por ejemplo, pasa por alguna curva y reducen la velocidad.

El coordinador federal para asuntos migratorios de la frontera sur, Humberto Mayans, dijo en Radio Fórmula que hasta ahora han sido bajados del tren más de 6 mil migrantes, aunque no dijo desde cuándo ni de dónde específicamente.

Horas después, la Secretaría de Gobernación dijo que los 6 mil eran de Guatemala, El Salvador y Honduras, quienes fueron devueltos a sus países.

Mientras Mayans decía que «no se va a permitir que de ninguna manera aborden el ferrocarril», un grupo de migrantes acampaba cerca de las vías del tren en la selva en las afueras de la localidad de Arriaga, en el estado sureño de Chiapas, donde esperaban que el tren pasara para intentar subir.

La docena de migrantes centroamericanos permanecían sobre pedazos de cartón y bebían agua de un arroyo cercano. Hasta hace algunas semanas, como muchos otros, habrían podido esperar en algún albergue en Arriaga, desde donde parte una de las rutas de La Bestia hacia el norte del país.

«Antes podíamos estar en el pueblo, pero ahora estamos expuestos a todo, al monte, los animales, los policías, los ladrones, el narco», dijo a The Associated Press Guillermo Sismit, un migrante guatemalteco de 38 años, que fue deportado desde Miami y trata de reunirse con sus dos hijos a Estados Unidos.

Sismit y otros de los migrantes aseguraron que muchos otros acampaban más adelante a la orilla de las vías para esperar al tren y el momento en que puedan subirse.

Policías enmascarados y agentes migratorios comenzaron hace aproximadamente dos semanas operativos en Arriaga, donde han llegado a detener a migrantes, incluidos mexicanos, dijeron algunos vecinos a la AP.

«Muchas veces vienen los federales encapuchados y como siete vans (camionetas) de migración», dijo Luis Fernández Martínez, de 20 años y desempleado que vive en Arriaga, quien dijo que esas mismas autoridades por poco lo detienen.

«Vienen buscando cualquier persona que tiene tatuajes», dijo mientras señalaba a un pequeño tatuaje que tiene en la cadera.

Mayans dijo que los migrantes han sido bajados «respetando su dignidad, con todo respeto de los derechos humanos» y que se busca protegerlos.

Pero algunos migrantes piensan distinto.

«Es mentira, nos hace más inseguros», dijo Manuel Villalta, un migrante de 31 años de Huasapa, El Salvador, que busca regresar a la empacadora de carne donde trabajó alguna vez en Estados Unidos. «Mira cómo andamos, en el monte, tomando agua que puede estar infectada», añadió.

Como los otros migrantes en el campamento improvisado, dijo que subirá al tren en movimiento cuando baje la velocidad en una curva, algo más peligroso que hacerlo cuando está detenido, como en Arriaga antes de que saliera y donde algunos días se podían ver decenas o cientos de personas encima de los vagones del ferrocarril.

«No nos pueden parar. Si detienen 100, van a venir 300, 400 más», dijo Villalta.

Decenas de miles de migrantes, sobre todo centroamericanos, cruzan todos los años el territorio mexicano para intentar llegar a Estados Unidos.

Una buena cantidad hace el viaje encima de vagones de trenes desde el sureste hasta el norte.

Arriaga está a más de 900 kilómetros al sureste de la Ciudad de México.

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