
En febrero de este año la reconocida revista británica The Economist hizo público el Índice de Democracia 2024, en el cual Taiwán figura como uno de los países más democráticos del mundo.
La isla se ubica en el lugar 12 en el referido ranking mundial y en el puesto 1, en Asia, esto a pesar de que oficialmente Taiwán no es reconocido como país, por la Organización de las Naciones Unidas ONU). Apenas un puñado de naciones —entre estas Guatemala— la reconoce como la legítima China y mantiene relaciones diplomáticas con ella.
Dicho puesto en el ranking significa que la isla es considerada como un país con “democracia plena”, situada mejor que naciones como el propio Estados Unidos, Alemania o Canadá. Aunque bajó dos escaños en la misma medición con relación a la de 2022, diferentes reportes de prensa dan cuenta de que más del 90 por ciento de los taiwaneses tienen una opinión favorable hacia la democracia.
Y no es para menos, en Taiwán parece que todo funciona. La Hora estuvo durante ocho días en ese país y constató, en entrevistas con funcionarios, visitas a centros de desarrollo y pláticas con personas que viven en el lugar, las condiciones que hacen de la isla una nación de primer mundo.
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Taiwán, oficialmente República de China (Taiwán), fue creada en 1949, luego de la derrota de los militares Partido Nacionalista (Kuomintang), a manos de los comunistas. Aquellos huyeron hacia la isla que durante muchos años estuvo bajo el dominio japonés, que debió abandonarla luego de su derrota en la Segunda Guerra Mundial.
Los taiwaneses en esos años vivían en una nación con muchas precariedades, y cuentan con orgullo cómo, por la visión futurista de sucesivos gobiernos en conjunto con la sociedad, se enfocaron en la educación y se logró que, para finales del siglo 20, fuera ya un país desarrollado.
La República Popular de China, gobernada hoy bajo un régimen comunista, considera a la isla como un territorio en rebeldía y la reclama como parte de su nación, en contraparte los taiwaneses aseguran que, “ni un solo día, Taiwán fue gobernado por China”.
Este episodio histórico ha causado la distorsión de que Taiwán no sea reconocido como país porque cualquier iniciativa que busque tal objetivo en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) es rechazada por China quien tiene poder de veto en el Consejo de Seguridad del alto organismo.
Pekín, a su vez, ha impulsado e insistido en la política de “una sola China” la que obliga a cualquier otra nación del mundo que quiera tener relaciones diplomáticas con ellos a desconocer a Taiwán como nación. En Centroamérica, Honduras es el país más reciente en establecer relaciones con el gigante asiático y romper con la isla, lo que ocurrió en 2023.

INFRAESTRUCTURA
El desarrollo de la infraestructura de Taiwán es innegable. La alta densidad poblacional de Taipei, su capital, —más de 9 mil habitantes por Km. cuadrados— la han compensado con una amplia red de metro subterráneo y aéreo que hace que los embotellamientos, al menos, no sean como los que se experimentan en otros países, como los centroamericanos.
El transporte de los taiwaneses se complementa con una adecuada red de buses urbanos y el uso de la bicicleta, que está disponible en las estaciones cercanas de los metros y que las personas pueden acceder por precios que van desde los US$.035 hasta US$1.35, dependiendo las horas de uso.
En los últimos meses se ha incrementado el transporte en motos, ante lo cual las autoridades han tratado de regular su uso, aunque apelan más al sentido humano y común de los motoristas. La mayoría de estos conductores respetan las reglas de tránsito, aunque no faltan aquellos que se exceden de los límites de velocidad, interrumpen los pasos de cebra o se atraviesan la calle cuando el semáforo está en amarillo.
Por otro lado, la experiencia de transitar por la red de carreteras de Taiwán también es de primera. En los trayectos que se transitaron durante los días que La Hora estuvo en ese país, había extensos tramos de vías aéreas de dos y hasta tres niveles donde los vehículos pueden circular a alta velocidad.
También cuentan con grandes túneles que atraviesan enormes montañas, como el Hsuehshan, de aproximadamente 13 kilómetros, construido bajo la cordillera del mismo nombre y considerado uno de los más largos del mundo.

En cuanto a edificaciones, Taipei y sus ciudades vecinas cuentan con muchas construcciones que han sido erigidas en los años recientes como una alternativa de vivienda.
En el área más céntricas de la capital también abundan edificios altos que son utilizados para oficinas y centros comerciales, entre estos el famoso Taipei 101, un rascacielos de 503 metros, el onceavo más alto del mundo, pero que fue el más elevado del planeta, entre 2003 y 2009.
Al caminar por el centro de Taipei también se observan otros rascacielos, así como otros edificios que están en construcción lo que demuestra la pujanza de la economía taiwanesa. En 2024 cerró con un crecimiento del 4.3 por ciento (%).
SEMICONDUCTORES, SU OTRO ORGULLO
El desarrollo de la industria de los semiconductores es el otro gran orgullo de Taiwán. Estos microprocesadores son fundamentales para el funcionamiento de prácticamente todos los dispositivos electrónicos de hoy en día, desde computadoras, teléfonos inteligentes, televisores, electrodomésticos, automóviles y muchísimos artículos más.
Actualmente, Taiwán produce el 72% del total de semiconductores del mundo lo que lo convierte en un actor preponderante en el globo.
En la primera quincena de abril pasado, La Hora visitó el parque científico Hsinchu, uno de los más grandes de Taiwán y el primero que se fundó, en 1980.
Sus administradores relatan que, incluso en la pandemia, cuando la economía mundial se fue abajo, sus ingresos aumentaron. Actualmente cuentan con 178 mil empleados en un área de 1 mil 147 hectáreas y sus ingresos, el año pasado, superaron los US$46 mil millones.
Ahí, funcionan 630 empresas, 80 de las cuales son extranjeras, que se desempeñan en seis industrias tecnológicas: fabricación, diseño y embalaje de semiconductores, electrónica, computadoras y telecomunicaciones.
La tecnología es uno de los principales sostenes de la economía taiwanesa, Los parques científico-industriales representaron en 2024 ingresos por más de US$145 mil millones y la creación de más de 300 mil oportunidades de empleo.

Pero no todo fue sencillo. En sus inicios los ingresos del parque eran mínimos y el parque industrial Hsinchu era un vasto terreno donde apenas se veían construcciones. Hoy se ha convertido en un complejo que facilita el desenvolvimiento de cualquier industria tecnológica, razón por la cual Taiwán se ha convertido en el sitio favorito de muchos inversionistas.
Sucesivos gobiernos han impulsado desde 1980 la instalación de estos parques. El Hsinchu, 44 años después de su fundación, cuenta con autopistas edificios donde residen los trabajadores y sus familias (quienes tienen), áreas de abundante vegetación y de entretenimiento.
Dentro del complejo también se han construido escuelas, universidades y se da facilidades a los trabajadores y sus familias para que residan ahí. “Todo eso causa que las empresas tengan un entorno cómodo y hace que ellos quieran venir a hacer aquí sus inversiones”, dice Kelly Yang, una directiva del parque Hsinchu.
Desde 1995 empezaron con la fabricación de semiconductores, en ese año se establecieron las bases sólidas de dicha industria y “desde 2006 en fabricación de chips somos número 1 a nivel mundial”, resalta.
Añaden que el Gobierno da en arrendamiento a las empresas los terrenos durante 20 años y luego “nosotros construimos las fábricas, los dormitorios familiares e individuales, y hay estaciones del metro cercanas”, destacan.
TAIWANESES Y LA SALUD
El abordaje que se hace de la salud también es otro de los aspectos que enorgullecen a la isla. El servicio que reciben los ciudadanos se resume en el Seguro Nacional de Salud (SNS), un símil al Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS) de Guatemala, con la diferencia de que aquel atiende a toda la población y que hay un alto porcentaje de satisfacción con sus servicios.
Una medición de 2023 reveló que el 91.2% de los usuarios del SNS estaban satisfechos con el servicio.

Al igual que el IGSS en Guatemala, el SNS de Taiwán se sostiene con aportes de los patronos, de los empleados y del Estado. La inscripción es obligatoria para todos los ciudadanos y residentes legales y hay un único gestor, que es el Gobierno.
Dependiendo del sector en que se trabaje, el empleado paga entre el 30 y el 60% de la prima del seguro. En otros casos, como a las personas de bajos ingresos, veteranos, o reclutas militares, el Gobierno paga hasta el 100% del valor de la prima.
El servicio es tan eficiente que cubre atención hospitalaria, accidentes (lesiones) y maternidad. También atención ambulatoria, medicamentos con receta, servicios dentales, medicina tradicional china, atención domiciliaria y cuidados para personas con enfermedades catastróficas y con problemas mentales.
“El sistema de salud es el más completo del mundo. Está enfocado en prevenir la capacidad —de las personas— de producir, luego fortalecer su habilidad para que sigan trabajando como siempre, aunque ya se esté anciano”, comentó el viceministro de Salud, Jen-Der, Lue, en un encuentro que sostuvo con una decena de medios de prensa en Taiwán, entre ellos La Hora. Después también se les facilitan cuidados paliativos, añadió.
Todas las personas reciben los mismos beneficios, “no importa si es alguien con un alto cargo o un campesino, todos reciben el mismo servicio y al mismo costo, no hay un servicio VIP”, subrayó el viceministro, quien dijo que el Gobierno también da bonos a personal médico que muestran voluntad para trabajar en zonas remotas lo que se traduce en que, también en áreas muy rurales, hay acceso a la salud.

El sistema de salud se complementa con la dieta de los taiwaneses baja en sal, azúcar y en productos procesados. En la mesa en el almuerzo y la cena no falta el té verde y el agua tibia.
Al hacer un recorrido por las calles de Taipei se observan muchas personas de la tercera edad, lo que refleja el elevado índice de esperanza de vida, que actualmente es de 80.2 años (casi 10 años más que en Guatemala). Tampoco se observan personas con sobrepeso y obesidad y se ve a muchos que usan la bicicleta como medio de transporte.
UNA SOCIEDAD QUE ENVEJECE
Sin embargo, si algo preocupa a los taiwaneses es el elevado índice de vejez que poco a poco alcanza la sociedad.
Este año, Taiwán pasó oficialmente a ser un país super envejecido, es decir en donde el 20% de su población es gente mayor de 65 años. Las causas de este fenómeno van de la mano con el desarrollo de la sociedad y las oportunidades que se abren por igual para hombre y mujeres, ya que ni uno ni otro están dispuestos abandonar o poner pausa a su carrera o desarrollo profesional para criar a una familia.
Por ello, las autoridades trabajan en proyectos para atraer a talentos extranjeros que sean capaces de desenvolverse en áreas como la inteligencia artificial, la industria de semiconductores, entre otros, para mantener el nivel de industrialización y desarrollo científico de la isla.

El Consejo Nacional de Desarrollo de Taiwán proyecta que, para 2028, contarán con cerca de 450 mil “talentos extranjeros”.
TALENTO GUATEMALTECO
Dentro de los talentos que ya se encuentran en Taiwán está Carlos Martínez, un guatemalteco originario del Barrio San Antonio, zona 6 capitalina, y que viajó al país asiático —como la mayoría— gracias a una beca de estudios, puntualmente que le facilitó el Ministerio de Asuntos Exteriores taiwanés.
Al llegar, en 2020, comenzó a estudiar una Maestría en Economía aplicado en Ciencias Sociales, casi cinco año más tarde es el CEO (director ejecutivo en jefe, en inglés) de la empresa Dantech, la cual está, afirma, dentro de las 10 compañías más grandes de Taiwán, y cuyo fin es la creación y venta de sistemas de digitalización para procesos.
Martínez dice que su experiencia en Taiwán ha sido muy buena, se siente libre y seguro al andar en las calles. Aunque el precio de los alimentos y la renta es caro, se compensa con el de los artículos tecnológicos que suelen ser muy económicos.
«Si pudiera volver a nacer y escoger dónde, ese lugar sería Taiwán», responde con entusiasmo, no obstante, sus vínculos con Guatemala siguen intactos, puesto que piensa volver en un tiempo o muy lejano.
De momento, afirma, desea perfeccionarse en el mandarín (principal idioma en Taiwán), para pensar en buscar una mejor posición en esa u otra empresa.
Tampoco descarta regresar a Guatemala e instalar una empresa. Pero esos sueños, reconoce, chocan la realidad de su país que necesita invertir en la educación, formar recurso humano y atraer inversiones.
«Estoy consciente cómo está Guatemala… es frustrante», señala. Asimismo, cree que es el momento propicio para que la amistad entre su país y Taiwán se convierta en nuevas oportunidades de inversiones; el problema, recalca, es que los gobiernos «no saben cómo hacerlo».
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