Los vertederos de basura en las esquinas y un severo desabastecimiento de agua en los hogares se han convertido en los problemas más recientes de una larga lista de dificultades cotidianas que los cubanos deben enfrentar en la isla, donde la crisis de los últimos años se agudizó.
“Me siento mal, sinceramente mal», expresó a The Associated Press con lágrimas en los ojos Elsa Infante, una jubilada de 74 años en una muestra del desánimo que está calando en la gente. Ella es residente de la barriada Villa Panamericana, una de las tantas zonas de la capital cubana donde se amontona la basura que se llena de moscas y puede convertirse en foco de enfermedades.
“Si pudiera irme para un monte cerca de un río me iría”, agregó Infante cuando además se le preguntó por la escasez de agua. «Yo viví en el campo y nunca vi la situación que estoy viviendo, una situación pésima”.
La falta de recogida de los desechos sólidos y un serio desabastecimiento del líquido vital en semanas recientes está llegando a puntos críticos y se suman a una cadena de tropiezos diarios que se han prolongado en estos años, como los apagones, la falta de combustible y de alimentos, el transporte ineficiente o las medicinas inexistentes junto a los elevados precios.
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Muchos ciudadanos compararon lo que se vive con uno de los momentos más duros en la isla: el llamado periodo especial de profundas carencias que sobrevino a inicios de los años 90 al quedar la nación caribeña sin el crucial respaldo económico de su principal socio —la Unión Soviética— luego de su colapso.
“De los últimos seis meses a esta parte estamos en una situación peor que los años del periodo especial y la COVID”, consideró en entrevista con AP el economista cubano Omar Everleny Pérez, catedrático en varias universidades extranjeras. “Aún entonces se garantizó la canasta básica, las personas estaban seguras de que el primero de cada mes tenían unos pocos productos, pero los había: se repartía el pollo, perros calientes, frijoles”.
“No hay (ahora) un área relacionada con lo social que no esté fallando extraordinariamente. No hay por dónde agarrarlo, es decir, falta el agua, la electricidad, aumenta la basura, los médicos están pero no tienen medicinas, la comida, la seguridad ciudadana… hay malestar en la población”, consideró Pérez.
De acuerdo con un informe ofrecido en julio por Servicios Comunales —la empresa estatal que recoge la basura— La Habana, la ciudad más grande y con la mayor población del país, produce 30.108 metros cúbicos diarios de desechos sólidos, unos 7.000 metros cúbicos más que en igual lapso del año anterior.
En contrapartida, están trabajando sólo el 57% de los equipos recolectores debido a daños mecánicos y falta de repuestos en camiones de volteo y minicargadores, entre otros, explicaron las autoridades.
“Pueden ir a la esquina y ahora mismo está desbordado (el contenedor), adonde quiera es un basurero”, afirmó otra vecina de la Villa Panamericana, Aymé Rodríguez.
Un recorrido de AP por varios barrios capitalinos como Centro Habana, La Habana Vieja —una de las zonas turísticas por excelencia en la capital cubana—, 10 de octubre, La Lisa o Lawton mostró similares vertederos.
Rodríguez, una trabajadora independiente cuya vivienda colinda con la de la jubilada Infante, dijo que al problema de la basura se añade la falta de agua. Aseguró que apenas un camión cisterna fue enviado a la barriada recientemente porque había unos niños con sospecha de hepatitis y fiebre oropouche, que es causada por mosquitos y se agudiza con el calor y la falta de higiene.
Llevaban 15 días sin abastecimiento del líquido, cargando cubos de otros vecinos o compartiendo entre ellos.
Muchas personas relataron tener que racionar el uso del agua en la cocina o la descarga de los baños, posponer el lavado de ropa o el aseo hogareño en general.
Otras áreas de la capital, como Vedado o San Miguel del Padrón, reportaron no tener agua por 10 días.
Según información proporcionada por José Antonio Hernández, del Grupo Empresarial de Agua y Saneamiento, a comienzos de mes, cuando la cuestión se hizo crítica en La Habana, unas 600.000 personas en todo el país sufrían desabastecimiento de agua también debido a roturas en los equipos de distribución y la falta de combustible para el bombeo.
Sólo en La Habana fueron más de 130.000 los usuarios sin agua. Las provincias de Santiago, Holguín —al oriente— y Villa Clara —en el centro— también enfrentaban la carencia.
Tanto la falta de agua como la acumulación de basura ocasionaron quejas sobre todo en redes sociales y de manera esporádica protestas callejeras puntuales. Sin embargo, no se reportaron manifestaciones como las ocasionadas por los cortes de luz en julio de 2021 —consideradas las más grandes en décadas y que terminaron con una personas fallecida y cientos de detenidos—, o las de octubre de 2022 y marzo pasado.
El temor de muchos es que estos problemas desmejoren aún más la situación de salud en las comunidades. Las autoridades sanitarias reconocieron la presencia en diversas zonas de la capital y del resto de la isla de enfermedades como el dengue, el zika, el oropouche —las tres ocasionadas por vectores— y la leptospira, transmitida por ratones.
Las penurias en la isla comenzaron a hacerse sentir con mayor fuerza con el COVID-19, pues se mezclaron las consecuencias de la paralización por la pandemia, un plan de reformas financieras —incluida una unificación monetaria que desató un proceso inflacionario—, así como el incremento de las sanciones de Estados Unidos auspiciadas por el entonces gobierno del presidente Donald Trump que no fueron modificadas por su sucesor Joe Biden.
Un informe a la ONU presentado este mes indicó que las pérdidas de la nación caribeña por el embargo norteamericano fueron de unos 5.000 millones de dólares anuales en el periodo de que va de marzo de 2023 hasta febrero de 2024.
A nivel macroeconómico las cifras gubernamentales indicaron que el Producto Interno Bruto (PIB) en Cuba cayó un 11% en 2020 y apenas creció 1,3% en 2021 y 2% en 2022, para contraerse nuevamente un 2% en 2023. Mientras la inflación oficial fue del 70% en 2021, 39% en 2022 y 30% en 2023; aunque observadores indicaron que estos números son conservadores con respecto al deterioro real del poder adquisitivo.
En este contexto la emigración se disparó, la percepción en las calles es que la crisis es posiblemente igual o peor del llamado periodo especial cuando entre 1990 y 1993 el PIB cayó un 35% tras la pérdida de apoyo del bloque soviético. Fue un lapso de gran carestía en la que la nutrición de los cubanos se desmejoró como nunca antes.
Más de media docena de personas entrevistadas por AP coincidieron en que en lo político, la diferencia entre aquella crisis y esta es probablemente la ausencia del liderazgo y carisma del fallecido presidente Fidel Castro, la falta de respuestas adecuadas y de esperanza de una pronta mejora.