Convocó a marchar fue el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, que volvió a las calles como en su época de activista. Foto La Hora: AP.

Esta vez no son feministas enfurecidas, ni madres buscando a sus hijos. Quien convocó a marchar fue el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, que volvió a las calles como en su época de activista junto con políticos afines y una marea de decenas de miles de ciudadanos que han llenado todo el centro de la capital mexicana.

A ritmo de marichis, con bandas o cantos, mexicanos de toda la república caminaban con espíritu festivo por la capital que, desde la madrugada, tenía sus principales avenidas plagadas de centenares de autobuses que llegaron del norte y sur del país. Al frente iba López Obrador, el político que antes de llegar al poder lideró algunas de las mayores manifestaciones de este siglo y que ahora, como presidente, volvía a darse un baño de masas multitudinario custodiado por una discreta seguridad vestida de civil y siempre sonriente.

El mandatario llamó a todos a participar en la «marcha del pueblo» en un claro pulso a la oposición, que salió en grandes números a protestar contra su gobierno hace dos semanas criticando sobre todo su más reciente apuesta de cambiar las leyes electorales.

El domingo, los participantes llegaron organizados por el partido gobernante, Morena, y por sindicatos y organizaciones de todo tipo. López Obrador dijo que no se puso «ni un centavo» del presupuesto federal para la marcha, pero en muchos casos el transporte lo pusieron los ayuntamientos, como explicó Pedro Sánchez, un albañil que llegó con su esposa desde el istmo de Tehuantepec, en el sur del país, y delegó en la coordinadora del grupo otras declaraciones porque era la «autorizada» para hablar.

La oposición insistía en que muchos fueron forzados a participar. pero los manifestantes lo negaban. «Yo vengo desde Sonora en avión y me pagué mi boleto», explicaba la abogada América Verdugo. Celestino Licona, un comerciante del norte de la ciudad, llevaba una letrero que decía en tono jocoso «somos acarreados, porque estamos hasta la madre» de los partidos políticos y de los altos salarios de los funcionarios.

«Se llama ‘organización’ y aunque no lo crean es lo que estamos haciendo desde 2006», enfatizó Nelly Muñoz, una administrativa de la Universidad Nacional Autónoma de México, mientras viajaba en transporte publico junto a una matemática y una diseñadora para participar en el evento.

En 2006, López Obrador se quedó a un ajustado 0,56% de los votos para conseguir la presidencia y cuando denunció fraude, consiguió que un número enorme de personas lo apoyaran. Fueron las mismas que durante los 12 años posteriores se organizaron y le llevaron al poder en las elecciones presidenciales de 2018. Parte de esa gente, de clase medias, académicos, defensores de derechos humanos, feministas o ecologistas, son ahora los más críticos del gobierno.

Clara Jusidman, fundadora INCIDE Social —una ONG especializada en democracia, desarrollo y derechos humanos_, y que ha participado en muchas marchas a lo largo de la historia, algunas junto al ahora presidente, consideró que «no importa el número, importa la razón por la cual la gente acude a las marchas».

A su juicio, muchos mexicanos se sienten obligados a participar porque reciben transferencias directas del gobierno, que es la principal vía utilizada por el presidente para apoyar a los más necesitados, algo que, a su juicio, es un sistema de «sujeción o subordinación» más que un ejemplo de democracia social.

El mandatario llamó a todos a participar en la «marcha del pueblo» en un claro pulso a la oposición. Foto La Hora: AP.

Otros parecían más interesados en quedar bien con el partido de cara a las próximas elecciones locales, estatales o presidenciales. Es por ello que algunos de los aspirantes a suceder a López Obrador en 2024, como los secretarios de Gobernación y de Relaciones Exteriores o la jefa de gobierno de la capital, no faltaron a la marcha.

Entre los manifestantes también había secciones más críticas de Morena que rechazan a los dirigentes del partido, pero apoyan al presidente. «Hay cosas en las que no estamos de acuerdo», señaló Aurora Pedroche, miembro de este sector y mencionó cuestiones electorales o de seguridad. «Pero eso no significa que no apoyemos el proceso de la Cuarta Trasformación; no se puede hacer un cambio del día la noche y Andrés Manuel no es infalible, pero hemos trabajado mucho y lo que no queremos es que esto se revierta».

Para Ligia Tavera, sociología por la Universidad de Yale y actualmente investigadora en FLACSO México, la sucesión de marchas que está protagonizando México tiene que ver con una tendencia de las élites a hacer política por los canales no institucionales.

«Si en el pasado hablábamos de movimientos que se institucionalizaban al convertirse en partidos políticos, ahora hablamos de partidos-movimiento» y un ejemplo, agregó, es el Partido Republicano estadounidense.

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