Las audiencias del Congreso de EE. UU. sobre el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021 entraron en una pausa, al menos por ahora, mientras el Departamento de Justicia sigue adelante con una investigación penal paralela que considera como la más importante de su historia.
El Departamento de Justicia ha observado con interés cómo cada una de las ocho sesiones ha revelado nueva información que podría figurar en un posible proceso judicial contra el ahora expresidente Donald Trump.
La comisión de la Cámara de Representantes sacó a la luz o detalló los tejemanejes entre bastidores que revelaron hasta dónde querían llegar Trump y sus facilitadores para mantenerse en el poder. Aunque las audiencias de verano hayan terminado, la investigación continúa y el panel espera volver a reunirse en septiembre. Washington analiza lo que se sabe sobre las acciones de Trump y sus allegados en torno a la insurrección violenta.
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Para entender cómo la desesperación y las mentiras de Trump se convirtieron en un potente peligro para la democracia, puede tomarse el llamado caso de las pastillas de menta, que protagonizaron uno de los episodios más absurdos y tóxicos de las audiencias sobre el 6 de enero.
Así es como nació una teoría de la conspiración, en un mar oscuro de muchas de ellas.
Todo comenzó en un centro de conteo electoral en Georgia, donde una madre le compartió esas pastillas a su hija durante una larga noche de trabajo. Alguien las grabó en video e inventó que lo que la madre le dio a su hija era un puerto USB. Un abogado de Trump difundió la acusación de que el video captó a las mujeres usando el dispositivo para tratar de manipular el conteo de las elecciones contra el entonces presidente Trump.
Desesperado por mantenerse en el poder, Trump alimentó la mentira. Atacó a la madre por su nombre, la calificó de “estafadora profesional de votos” y pronto aparecieron grupos de “vigilantes” —civiles que asumen atribuciones policiales ilegalmente— en una casa de la familia para realizar un “arresto ciudadano”, según se supo en las audiencias del panel. Todo por unas pastillas de menta.
El episodio alimentó toda una red de mentiras, que se derritieron bajo el escrutinio de los investigadores, como copos de nieve en un verano de Georgia. Las audiencias ilustraron cómo esas historias alimentaron la ira de los partidarios de Trump en todo Estados Unidos y especialmente de aquellos que irrumpieron en el Capitolio, muchos armados y sedientos de sangre.
Mucho antes de que la comisión llamara a su primer testigo, las escenas del alboroto habían quedado grabadas en la conciencia pública. ¿Qué nueva información podría surgir de las audiencias? Mucha, según resultó. Y a medida que continúa la investigación, con más audiencias planeadas para septiembre, se están recopilando más pruebas.
Con siete demócratas trabajando con dos republicanos en desacuerdo con su propio partido, el panel hizo lo que no pudieron los dos juicios políticos contra Trump: establecer una historia coherente a partir del caos en lugar de dos relatos partidistas contradictorios entre sí.
“Una carnicería estadounidense”, aseguró el representante demócrata Jamie Raskin, quien dirigió el segundo juicio político contra Trump y fue miembro del panel en esta investigación, sobre el resultado final de la pesquisa. “Ese es el verdadero legado de Donald Trump”, agregó.
El panel expuso hasta dónde llegaron Trump y sus facilitadores para mantenerlo en el poder y hasta qué punto su círculo íntimo sabía que sus señalamientos sobre unas elecciones robadas eran falsos. Algunos se lo dijeron en su cara, mientras otros le seguían la corriente.