Votar o no votar. Ese pareció ser el dilema de muchos mexicanos que estaban convocados a las urnas el domingo para pronunciarse acerca de si el presidente Andrés Manuel López Obrador debe completar su mandato de seis años o dejar el puesto tras cumplir apenas la mitad.
Participamos en el histórico ejercicio democrático que hoy se lleva a cabo en todo el país.
La democracia debe ser una forma de vida, un hábito de las y los mexicanos para que nadie se sienta absoluto. El pueblo es el que manda. pic.twitter.com/0JbJrNPXn0
— Andrés Manuel (@lopezobrador_) April 10, 2022
Por eso la gran incógnita no parecía ser el resultado —el mandatario mantiene una aprobación que ronda el 60%— , sino cuántos participarían en la consulta, algo que según dijo a la mitad de la jornada Lorenzo Córdova, presidente del Instituto Nacional Electoral (INE), estaba siendo muy variable de un estado a otro.
Los primeros datos oficiales estaban previstos en torno a las 9 de la noche.
El llamado “referendo revocatorio” fue un ejercicio nuevo para el país y también paradójico, porque quien lo alentó fue el propio López Obrador para reafirmar una legitimidad que nadie le cuestionaba. En general, la oposición exhortó a los mexicanos a quedarse en casa.
Los votantes comenzaron a acudir desde la mañana, pero parecía improbable que sufragara el 40% del padrón electoral, el mínimo imprescindible para que el referendo sea legalmente vinculante.
Se alcance o no, el presidente dijo que acatará el desenlace. Su apuesta parece segura.
Quienes se acercaron a las urnas insistían en la importancia de apoyarle o simplemente ejercer un derecho.
“De eso se trata la democracia, de la vigilancia”, dijo Gerardo León, un abogado que votó en el norte de la capital.
Otros consideraban innecesario votar y un gasto absurdo en un gobierno que promueve la austeridad. Estas consultas, señaló Alberto Rocha, un funcionario de 52 años, sólo son útiles cuando “lo pide la ciudadanía, no cuando lo pide el gobierno”.
“El presidente ya fue elegido para un periodo, entonces no es necesaria una votación donde se decida si debe continuar”, agregó.
Desde el gobierno se alentó la participación durante toda la jornada con acciones controversiales de apoyo. Por ejemplo, Mario Delgado, líder del partido oficialista Morena, posó en una fotografía junto a una camioneta en la que se leía: “¿Quieres votar? Yo te llevo».
López Obrador dijo que el sufragio era importante para que “nadie se sienta absoluto”. En su papeleta escribió “Viva Zapata”, en referencia al héroe revolucionario Emiliano Zapata.
Para muchos académicos, el problema no era la consulta en sí, un derecho legítimo y positivo de cualquier democracia, sino cómo se ha utilizado y que se haya confundido a la ciudadanía con mensajes anónimos en redes sociales que advertían de problemas en las votaciones o consecuencias en la continuidad de los programas sociales si los electores no ratificaban al mandatario.
“En México el fraude está erradicado», aseguró el presidente del INE. «Lo que sí hay son conductas fraudulentas de algunos malos ciudadanos, malos demócratas”.
Varios políticos de Morena y miembros del gabinete presidencial han sido amonestados por distintos tipos de irregularidades.
Georgina de la Fuente, integrante del Observatorio de Reformas Políticas de América Latina, un grupo de análisis, dijo que estos referendos deben tomarse muy en serio y entenderse como un “último recurso, una especie de válvula de escape” cuando la ciudadanía ya no confía en sus gobernantes, y no como “un ejercicio simulador en donde el presidente está poniendo a prueba su popularidad y su capacidad movilizadora”.
Sin embargo, muchas personas de sectores humildes, bases de apoyo de López Obrador, sienten que por primera vez son escuchados.
“Ya basta con no tomarnos en cuenta”, indicó Francisco Salmerón, un barrendero de 61 años que se mostraba orgulloso de poder participar.
De cara al futuro, la votante Ana Patricia Perusquía resaltó que lo importante es que “quede el precedente de que se puede hacer una revocación”.
Pero la académica De la Fuente consideró que los efectos pueden ser negativos si próximos gobernantes usan la consulta de revocación para “medir popularidades» y como «juego político» en lugar de que sea un derecho democrático que ofrezca una salida a situaciones críticas.
Por eso abogó para que la ley de revocación de mandato sí permanezca, pero reformada con el fin de garantizar que si un presidente pierde el revocatorio se convoque a nuevas elecciones —actualmente la norma establece que el Congreso elegiría al nuevo gobernante—, y para que el presupuesto de las autoridades electorales no dependa de vaivenes políticos.
La consulta avivó la disputa entre López Obrador y el INE que, al ver reducido su presupuesto, dijo que no tenía el dinero suficiente para llevarla a cabo. El caso llegó a la Suprema Corte, la cual ordenó efectuar el referendo, aunque al final se hizo con menos de la mitad de lo presupuestado.