En una demoledora victoria en Virginia y con un buen resultado en Nueva Jersey, el Partido Republicano ha encontrado una estrategia que podría reparar la dañada imagen del Partido Republicano en estados indecisos y suburbios de todo el país.
Pero es una fórmula que podría ser difícil de replicar a gran escala en las elecciones de media legislatura del año que viene.
El empresario republicano Glenn Youngkin, casi desconocido hace un año, ganó el martes las elecciones a gobernador de Virginia al distanciarse del Partido Republicano nacional y sus líderes más destacados, en especial Donald Trump.
Durante los últimos meses de su campaña, el republicano de Virginia evitó las cuestiones divisivas que más movilizan a la base de Trump, incluidas las alegaciones sin base de fraude electoral. Youngkin también se benefició de competir contra el exgobernador Terry McAuliffe, un político convencional con un mensaje confuso.
“Los candidatos importan”, dijo el estratega jefe de Youngkin, Jeff Roe. “No nos definía Obama, no nos definía Trump, nos definía Glenn”.
Con una clara ventaja de motivación entre los votantes conservadores, los demócratas deberían preocuparse porque la victoria republicana en Virginia y la disputa electoral más ajustada de lo previsto en Nueva Jersey -que el miércoles de madrugada seguía demasiado igualada como para anunciar un ganador- pueda augurar una oleada antidemócrata en 2022.
Los demócratas perdieron 63 escaños en la Cámara de Representantes y seis en el Senado al año siguiente de que el republicano Bob McDonnell ganara las elecciones a gobernador de Virginia en 2009, el último republicano que había ganado una votación de todo el estado. Este año, la pérdida de apoyo al presidente, Joe Biden, y la disfunción demócrata en el Capitolio se han sumado a las tendencias que ya jugaban en contra del partido en la Casa Blanca.
Pero para aprovecharse de ese ambiente el martes, los republicanos en Virginia -y hasta cierto punto, en Nueva Jersey- siguieron una estrategia que requería aplacar a la base de seguidores de Trump al tiempo que evitaban al propio Trump y a su estilo de política. Y en un gesto inesperado, Trump cooperó manteniéndose en segunda fila y participó sólo en apariciones a distancia por llamada y enviando emails a sus seguidores hacia el final de la campaña.
En Nueva Jersey, el republicano Jack Ciattarelli estaba inmerso en una ajustada carrera con el actual gobernador, Phil Murphy, en un estado que Biden ganó por 16 puntos hace un año. El republicano de Nueva Jersey se distanció de Trump en las últimas semanas de campaña y en una ocasión le describió como vergonzoso e incapaz de servir como presidente. Mientras que Trump instó a los votantes de Virginia a apoyar a Youngkin la víspera de los comicios, no dijo nada sobre Ciattarelli.
Por su parte, mientras los demócratas en Virginia y Nueva Jersey arremetían contra Trump, los candidatos republicanos canalizaban suficiente indignación de los seguidores de Trump como para movilizar a la base del expresidente. Y Youngkin en particular ofreció un mensaje positivo centrado en asuntos cotidianos, especialmente la educación, que en cierto modo dio permiso a los independientes y a los republicanos cansados de Trump para votar de nuevo al partido.
Quizá para evitar volver a Trump en su contra, el equipo de Youngkin se esforzó para mantener fuera del estado a todos los republicanos de alto nivel. Miembros ambiciosos del partido que han hecho campaña activa en otros estados, como el senador de Arkansas Tom Cotton, el gobernador de Florida, Ron DeSantis, y el exsecretario de Estado Mike Pompeo, no tuvieron un papel relevante en Virginia.
Pero como líder indiscutido del Partido Republicano actual, el discreto papel de Trump fue lo más llamativo.
Eso dio resultado a Youngkin, que contaba con la aprobación de la mitad de los votantes del estado, mientras que Trump obtenía una calificación “muy» desfavorable en aproximadamente la mitad del electorado, según AP Votecast, un sondeo de votantes.
El combativo liderazgo de Trump alejó a las mujeres y a los votantes de suburbios en Virginia y todo el país en 2020, lo que le dio Biden una victoria de 10 puntos en el estado y permitió a los demócratas tomar el control del Congreso en la Casa Blanca.
El que los republicanos puedan mantener su éxito de esta semana en las elecciones de media legislatura de 2022 -donde las votaciones más disputadas serán en estados que tienden a cambiar de color y distritos moderados- depende en buena parte de si Trump se conforma con quedar en un segundo plano de la política nacional, mientras prepara una campaña presidencial para 2024.
Eso no es probable.
Trump ya participa de forma activa en campañas clave al Senado en Pensilvania, Georgia, Arizona y Carolina del Norte, donde los candidatos republicanos compiten entre sí por conseguir su apoyo. La mayoría repiten los mensaje de Trump sobre “integridad electoral”, una referencia a las acusaciones falsas de fraude electoral. Y los lazos de Trump con los candidatos republicanos a la Cámara de Representantes podrían ser aún más fuertes: 121 representantes republicanos votaron contra certificar su derrota en las elecciones de 2020.
Youngkin expresó brevemente preocupaciones sobre integridad electoral durante las primarias republicanas de la pasada primavera, pero después se centró en un tema mucho menos controvertido que le ayudara a unificar a la beligerante base de votantes de Trump y a los votantes de suburbios contrarios a Trump: la educación.
Siguiendo el ejemplo de los demócratas, el republicano de Virginia prometió subir el salario de los maestros y gastar más que nunca en las escuelas locales. Para ganarse a la base de Trump, criticó la “teoría crítica de raza”, un enfoque académico que no se emplea en las escuelas de Virginia pero gira en torno a la idea de que el racismo es sistémico en las instituciones del país, que sirven para mantener la posición de dominio de los blancos.
Pero el asunto más general de la educación no empezó a ganar peso hasta que McAuliffe dijo durante un debate a finales de septiembre que “No creo que los padres deban decir a las escuelas lo que deben enseñar”.
El comentario, sacado de contexto durante una conversación sobre prohibir libros, se convirtió en una pieza central de la campaña de Youngkin, que no tardó en lanzar el lema “Los padres importan” reforzado por una fuerte campaña publicitaria. El tema se vio impulsado por la frustración de las familias suburbanas con los cierres de escuelas asociados a la pandemia, que se prolongaron buena parte del año pasado en el estado.
“Eso tocó una fibra sensible de los padres, incluida yo”, dijo la presidenta del Comité Nacional Republicano Ronna McDaniel, lo que apuntaba a que el tema podría ayudar a los republicanos en el futuro. “En todo el país, creo que los suburbios vuelven a nosotros”.
En total, el 14% de los votantes de Virginia dijo que la educación era el tema más importante en el estado, según VoteCast. En torno al doble mencionaron la economía y los empleos, mientras que el 17% mencionó el COVID-19. Los votantes que señalaron a la economía y la educación como los temas más importantes eran más propensos a apoyar a Youngkin que a McAuliffe.
Los demócratas se apresuraron a atribuir sus problemas a patrones históricos. En efecto, en los últimos 40 años sólo un candidato a gobernador ha ganado en Virginia cuando su partido tenía la Casa Blanca. Y desde 1977, ningún demócrata ha obtenido un segundo mandato.
Pero también minimizaron los evidentes defectos de sus candidatos.
Los demócratas admitieron en privado que podrían haber subestimado hasta qué punto rechazan los votantes a políticos tradicionales en la era posTrump. Murphy buscaba su segundo mandato, mientras que McAuliffe fue un importante recaudador de fondos de Bill y Hillary Clinton durante años antes de ser elegido gobernador de Virginia en 2013.
Y como varón blanco de 64 años, tuvo problemas para motivar a los jóvenes y votantes de color que dan vida a la base del Partido Demócrata actual.
Por encima de todo, el mensaje de los demócratas no bastó para movilizar a un exhausto electorado demócrata.
El exgobernador ignoró en gran parte sus propios logros como gobernador -y sus planes para el estado si volvía a ganar- y dirigió la mayor parte de su financiamiento récord a vincular a Youngkin con Trump. No ayudó que Youngkin hubiera dedicado millones de dólares durante el verano a avisos positivos de televisión que le mostraban como un afable padre de suburbio.
Aunque los demócratas de todo el país se llevaron un golpe con los resultados del martes, el encuestador de Biden John Anzalone advirtió contra sacar conclusiones precipitadas.
Predijo que los votantes tendrían un mensaje mucho más positivo para los votantes para las elecciones de 2022, que destacaría las medidas adoptadas para ayudar a las familias trabajadoras y personas mayores. Por supuesto, eso implicaba asumir que los demócratas en el Congreso se pondrían de acuerdo para aprobar los planes de Biden.