Migrantes, la mayoría procedentes de Centroamérica, duermen en la calle en la localidad de Huixtla, en el estado de Chiapas, México, el martes 26 de octubre de 2021. Foto: La Hora/AP/Marco Ugarte.

HUIXTLA, México / AP

Después de caminar durante tres días por una carretera bajo el sol abrasador en el sur de México, un par de miles de migrantes decidieron descansar el martes y aprovecharon para recibir atención médica en las ampollas de los pies, lavar su ropa en el río y dormitar bajo cualquier sombra que pudieran encontrar en el municipio de Huixtla, en el estado de Chiapas.

Nitza Maldonado y Omar Rodríguez se acostaron sobre la acera junto a una iglesia con su hijo de 6 años. La familia, originaria de Honduras, le había pagado a un traficante 12.000 dólares el año pasado para llegar a Estados Unidos, pero fueron detenidos en Texas y posteriormente deportados.

Debido a la pandemia de coronavirus, perdieron sus trabajos en su país natal —ella como asistente en un bufete de abogados y él como empleado de una lavandería. En Honduras, se enfrentaban al desempleo y a las deudas como resultado de su fallido intento por emigrar, así que decidieron partir nuevamente, pero esta vez por su cuenta.

Durmiendo en el suelo y a veces comiendo una sola vez al día, decidieron que ante la posibilidad de ser maltratados o deportados por las autoridades mexicanas, lo mejor era unirse a un gran contingente en su avance hacia el norte de México.

“Hay que migrar porque en nuestro país hay mucho desempleo, no hay educación”, dijo Maldonado. “Por eso nos toca esto que estamos pasando”.

Una caravana de migrantes, la mayoría procedentes de Centroamérica, caminan el domingo 24 de octubre de 2021 en una carretera en las afueras de Huehuetán, en el estado de Chiapas, México. (AP Foto/Marco Ugarte)

Han pasado años desde que las autoridades mexicanas no permitían que un grupo tan numeroso de migrantes saliera a pie del estado de Chiapas, limítrofe con Guatemala. Intentos recientes de menor tamaños fueron disueltos, en ocasiones con un uso excesivo de la fuerza, por elementos de la Guardia Nacional y de los agentes de inmigración.

El martes, aún no había indicios de que las autoridades mexicanas intentarían detener al grupo. La caravana, que incluye a cientos de niños, ha avanzado lentamente, recorriendo apenas 41 kilómetros (25 millas) en tres días.

Los migrantes aprovecharon la pausa para cargar sus teléfonos, secarse de la lluvia del lunes y refrescarse en el río.

Dayana Flores, de 17 años, y su esposo Kevin Ortiz, de 20, salieron de Honduras hace cuatro meses cuando su bebé apenas tenía 20 días de nacido. Desde entonces, han estado en la ciudad de Tapachula, en el sur de México, acudiendo regularmente a la oficina de asilo y formándose antes del amanecer para tratar de obtener estatus legal, pero nada parecía avanzar.

“Mejor correr el riesgo, quizás pueda pasar uno (hacia el norte), que estar allá encerrados, sin trabajo, sin donde trabajar, sin comida, sin nada”, comentó Flores.

Otros expresaron una frustración similar con la lentitud de la oficina de asilo de México.

Rosibel Maldonado dijo que esperó los 45 días hábiles que la agencia le comentó que tardaría en procesar su solicitud de asilo, pero no recibió noticias, así que se fue.

Migrantes, en su mayoría de Centroamérica, pasan junto a la Guardia Nacional mientras caminan hacia el norte por una carretera costera en las afueras de Huixtla, estado de Chiapas, México, el lunes 25 de octubre de 2021. (AP Foto/Marco Ugarte)

No todos los migrantes buscan llegar a Estados Unidos. Las solicitudes de asilo en México se han disparado en los últimos años. Hasta septiembre, México había recibido 90.000 solicitudes, y más de dos terceras partes de ellas se realizaron en la oficina de Tapachula.

Aunque el gobierno ha tratado de contener a los migrantes al sur de México, lejos de la frontera con Estados Unidos, muchos migrantes buscan llegar a las ciudades del norte, donde hay muchas más oportunidades de empleo que en el sur del país.

Carlos Fuentes viajaba con su esposa y seis hijos. Quieren llegar a la ciudad norteña de Monterrey.

Fuentes estuvo seis años en Estados Unidos antes de ser deportado hace una década. Dijo que los miembros de una pandilla intentaron reclutar a sus hijos —a los niños para que vendieran drogas y a las niñas para que fueran sus novias— así que tuvieron que marcharse.

“Nos quedamos sin dinero y por eso decidimos venir en la caravana, y pues gracias a Dios no nos han detenido”, comentó.

 

 

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