Los casos de coronavirus se han disparado en una región de Siria bajo control rebelde, hecho sumamente preocupante en un país donde numerosos hospitales han quedado destruidos y médicos y enfermeras han huido debido a la guerra civil.
La situación empeora cada día en la provincia de Idlib, en el noroeste de Siria, donde viven unas 4 millones de personas, muchas de ellas desplazadas por la guerra desde otras partes del país.
El número de casos en Idlib ha aumentado a más del doble desde inicios de agosto para ubicarse en unos 61 mil. En semanas recientes, el promedio de casos diarios ha superado los 1.500 y solamente el domingo hubo 34 muertes. Y esas cifras probablemente son mucho menos que las verdaderas, pues mucha gente se abstiene de reportar los casos a las autoridades.
La situación es tan grave que los Cascos Blancos -organización de rescatistas hasta ahora conocida por buscar a víctimas entre las ruinas de la guerra- ahora se dedican principalmente a llevar a los enfermos a los hospitales o a los muertos al cementerio.
«Lo que está ocurriendo aquí es una catástrofe médica», declaró el Sindicato Médico de Idlib al suplicar ayuda de grupos humanitarios internacionales.
Idlib sufre de los mismos problemas que todos los otros lugares del mundo afectados por la pandemia — unidades de cuidados intensivos colmadas, falta de tanques de oxígeno, falta de vacunas — pero para la extrema pobreza y las penurias provocadas por la devastadora guerra civil del país han sido singularmente terribles.
La mitad de los hospitales de la región han quedado averiados por bombas, y el sistema de salud pública estaba al borde del colapso incluso antes de la pandemia. Una gran cantidad de profesionales de la salud han huido del país, buscando protección y mejores oportunidades. Decenas de miles de sus habitantes viven en campamentos atestados, donde el distanciamiento físico o las prácticas sanitarias son casi imposibles. Y la violencia en la región amenaza con empeorar el panorama.
Vastas secciones de Idlib y de la provincia adyacente de Alepo están en manos de los rebeldes sirios, una heterogénea aglomeración que incluyen grupos radicales afiliados con al-Qaida. Allí, los casos del virus han estado aumentando en gran parte debido a la contagiosa variante delta y a las concentraciones de personas con motivo del feriado musulmán Eid al-Adha.
Los casos y los decesos por el virus también han estado en aumento en las zonas bajo control oficialista e incluso en las zonas bajo control de las milicias kurdas en el oriente del país, pero la situación parece ser peor en Idlib, aunque es imposible medir con exactitud la severidad de la crisis.
Debido a la enfermedad, el brazo político de la milicia que controla Idlib ha cerrado mercados y escuelas y ha ordenado a los restaurantes atender a clientes sólo al aire libre.
Pero la mayoría de los habitantes de la zona son jornaleros pobres que trabajan día a día, y no podrían sobrevivir si dejan de trabajar, por lo cual es imposible imponer un cese total de la actividad económica
«Si no trabajan no comen», comentó Ahmad Said, un habitante de Idlib quien añadió que la mayoría de las personas no puede ni siquiera comprar máscaras.
Lo que es más, una población que ya ha padecido tantas penurias es renuente a acatar restricciones que son difíciles de acatar incluso en países desarrollados.
Al mismo tiempo, la campaña de vacunación ha sido lenta aunque la llegada en días recientes de 350.000 dosis de la vacuna china podría aliviar la situación. Según la Organización Mundial de la Salud, sólo un 2,5% de la población en Idlib ha recibido por lo menos una dosis.
La pandemia está además golpeando justo en medio de la peor violencia en Idlib, 18 meses después de que una tregua entre Turquía y Rusia — partidarios de bandos opuestos en la guerra — trajo algo de calma. En semanas recientes, bombardeos y cañoneos de las fuerzas oficialistas han dejado gran cantidad de muertos y heridos.
En el hospital Al-Ziraa, el doctor. Muhamad Abdula dice que no hay indicios de que haya pasado lo peor de la pandemia.
Pero para algunos habitantes de Idlib, enfermarse de COVID es la menor de sus preocupaciones.
«Hemos pasado por peores situaciones que el coronavirus», expresó Ali Dalati, un habitante de Idlib que iba caminando por un mercado sin mascarilla.
«No le tenemos miedo al virus», añadió.