Los migrantes se han estado aglomerando en Necoclí como parte de un masivo flujo migratorio irregular desde Sudamérica hacia el Norte del continente, que incluye el cruce por la peligrosa jungla del Darién. Foto la hora: Fernando Vergara/AP

«Hagan una fila, primero los niños». En cada lancha de 50 personas, al menos diez son niños y niñas. El más pequeño en zarpar el lunes sólo tenía un mes de nacido. Sus padres asumieron el riesgo de llevarlo desde el puerto de Necoclí, en la costa Caribe de Colombia, hasta la selva del Darién, fronteriza con Panamá, con la esperanza de llegar a Estados Unidos.

La historia se repite diariamente: 500 migrantes zarpan hasta Acandí o Capurganá, pueblos del departamento de Chocó que sirven de entrada al Tapón del Darién. Las autoridades locales calculan que 14,000 migrantes esperan en Necoclí por un tiquete para embarcar en la próxima lancha.

«Voy para México y para Estados Unidos, tengo más de 20 días en Necoclí. Ahora gracias a Dios vamos a salir de aquí, vamos a ir para que Dios nos ayude a prosperar… el país de nosotros (Haití) está en crisis y nosotros tenemos familia», dice a The Associated Press Sandra Charles momentos antes de partir.

El flujo migratorio en Necoclí se ha sostenido inusualmente alto desde hace más de un mes. Con ello han llegado algunas instituciones para ayudar a los migrantes. El Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), encargado de proteger a la niñez en Colombia, pesa y mide a cada menor, algunos presentan desnutrición. Antes de zarpar le ofrecen los menores bebidas de bienestarina, un alimento precocido enriquecido con vitaminas que suministra el ICBF.

Sin embargo, en la selva, los niños no tendrán especial consideración.

Al menos 45,150 migrantes ingresaron a Panamá cruzando la selva del Darién entre enero y julio de 2021, de los cuales 12.,000 eran niños y niñas, según el Servicio Nacional de Migración de Panamá. Tras cruzar la selva, los menores suelen presentar diarrea e infecciones de vías respiratorias altas y bajas, de acuerdo con el reporte de Médicos Sin Fronteras en su atención entre mayo y julio de este año.

Ronald, tímido, busca ayuda cerca al puerto para conseguir un tiquete, justamente en la carpa en la que los niños son atendidos. Su esposa tiene seis meses de embarazo y hace unos días salió del hospital porque un fuerte dolor bajo la aquejaba.

«Es peligroso, pero ella quiere ir, porque estamos pensando en una vida mejor», dijo Ronald a la AP en una mezcla de español y portugués, un idioma que aprendió tras vivir en Brasil. Se negó a decir su apellido por seguridad.

No encuentra respuesta, debe volver al día siguiente.

«Las mujeres embarazadas y los niños llegan a nuestro municipio en muy mal estado, con problemas respiratorios y gastrointestinales, que son las consultas que más se presentan en el hospital», dijo a la AP Jorge Tobón, alcalde de Necoclí. «Cuando se enfrentan a la selva del Darién están las historias de las madres que han tenido que dejar los niños porque no son capaces de andar con ellos 12 horas alzados en el día y en la noche», agregó.

Panamá y Colombia han logrado acuerdos para dejar transitar por su frontera natural, el Darién, a 500 migrantes diarios. Sin embargo, diariamente llegan a Necoclí más de 1.000 migrantes al día por vía terrestre desde el sur del país, tras cruzar la frontera con Ecuador.

Los boletos están vendidos hasta el 27 de septiembre. Sin embargo, cada día alrededor de un puerto improvisado se aglomeran decenas de migrantes, la mayoría haitianos, rogando por un puesto que puede costar 50 dólares o más, si es vendido a último momento.

El presupuesto para cruzar por Chile, Bolivia, Ecuador y Colombia era de 1,600 dólares, cuenta Mali, sin embargo, ya sobrepasó los 2,000 dólares. Sus familiares podrían enviarle dinero, sin embargo, necesitan un intermediario colombiano para recibir el dinero a su nombre.

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