Decenas de miles de simpatizantes del presidente Jair Bolsonaro atendieron su llamado y acudieron a diversas manifestaciones, en las que el mandatario arreció sus críticas contra el Supremo Tribunal Federal y amenazó con sumir al país en una crisis constitucional.
Bolsonaro está enzarzado en una disputa con el máximo tribunal, en particular con un juez que ha encarcelado a varios de sus partidarios porque presuntamente financiaron, organizaron o incitaron a la violencia o a actos antidemocráticos, o diseminaron información falsa.
Al llamar a sus seguidores a tomar las calles en el Día de la Independencia de Brasil como protesta, Bolsonaro avivó temores entre sus adversarios de que las manifestaciones pudieran estallar en actos de violencia similares al asalto que partidarios del presidente Donald Trump escenificaron el 6 de enero en el Capitolio de Estados Unidos. Sin embargo, para el atardecer no había reportes sobre hechos graves de violencia.
Bolsonaro fue ovacionado por los manifestantes en la capital, Brasilia, y en Sao Paulo, cuando arremetió contra el Supremo Tribunal Federal y contra el juez Alexandre de Moraes por haber ordenado lo que el mandatario describió como arrestos políticos.
Bolsonaro declaró que dejará de acatar los fallos de De Moraes, que asumirá la presidencia del tribunal electoral de la nación el año entrante, cuando el presidente busque la reelección.
«Cualquier decisión del señor Alexander de Moraes, este presidente ya no la acatará. La paciencia de nuestro pueblo se ha agotado», afirmó Bolsonaro. «Para nosotros, él ya no existe».
Y ante la entusiasta multitud de Sao Paulo, manifestó: «Quiero decirles a quienes pretenden eliminarme de los comicios en Brasil: Sólo Dios me saca de ahí».
El analista político Thomas Traumann señaló que el martes Bolsonaro «llego al punto en el que ya no puede retractarse».
Bolsonaro estuvo convocando durante casi dos meses a sus simpatizantes a que participaran en manifestaciones el Día de la Independencia en todo el país para mostrar que mantiene su popularidad política a pesar de una caída en las encuestas y una cadena de reveses.
Bolsonaro había pronosticado que 2 millones de personas saldrían a las calles en Sao Paulo.
Funcionarios de seguridad del estado dijeron que una multitud de unas 125.000 personas colmó la amplia Avenida Paulista de la ciudad. También se congregaron simpatizantes afuera de los edificios de gobierno en Brasilia y en la playa Copacabana de Río de Janeiro. Las tres ciudades también fueron escenario de manifestaciones menos numerosas contra el presidente.
Algunos partidarios portaban carteles y pancartas en las que pedían a las fuerzas armadas que garantizaran la permanencia de Bolsonaro en el poder; en otras exigían la clausura del Congreso y del Supremo Tribunal.
Bolsonaro ha solicitado al Senado un proceso para la destitución de De Moraes y señaló que podría desconocer los resultados de los comicios presidenciales de 2022 si pierde. También ha hablado con nostalgia de la pasada dictadura militar de la nación.
En víspera de las protestas del martes, Bolsonaro firmó una medida provisional que restringe considerablemente la capacidad de las redes sociales para eliminar o bloquear contenidos.
En Brasilia, al menos 100 policías militares con escudos antidisturbios se mantuvieron frente al Congreso y varias docenas formaron dos hileras detrás de barricadas erigidas en el camino que conduce hacia el Supremo Tribunal Federal. Unos 10.000 policías fueron distribuidos en la zona de las manifestaciones, dijeron funcionarios de seguridad.
Al menos en tres ocasiones —una vez después del segundo discurso de Bolsonaro en la jornada—, grupos de manifestantes en Brasilia intentaron pasar por las barreras policiales, pero los agentes los repelieron con aerosol irritante.
Regina Pontes, de 53 años, estaba de pie arriba de una plataforma que avanzaba hacia las barreras en Brasilia. Señaló que el pueblo brasileño tiene todo el derecho de ingresar en la zona.
Tener la segunda cifra de muertos por COVID-19 más alta del mundo, una serie de acusaciones de irregularidades en el manejo que ha hecho el gobierno de la pandemia y una creciente inflación han reducido la popularidad de Bolsonaro.
Las encuestas muestran que su contrincante, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, podría derrotarlo en una segunda vuelta si participa en la contienda presidencial.
Clever Greco, de 69 años, agricultor del estado de Minas Gerais, vino a Brasilia con un grupo de más de 1.000 simpatizantes de Bolsonaro.