Muchos hospitales cuya capacidad ha quedado rebasada y que se han quedado sin camas disponibles están colocando a pacientes graves de COVID-19 en aviones, helicópteros y ambulancias para enviarlos a cientos de kilómetros (millas) de distancia para que sean atendidos en otros estados.
La propagación de la variante Delta del coronavirus, combinada con las bajas tasas de vacunación, ha llevado a los hospitales al límite en varias entidades, lo que ha resultado en una búsqueda desesperada de camas disponibles.
El problema es que los hospitales grandes en zonas urbanas ya se estaban quedando sin espacio y sin personal por procedimientos no relacionados al COVID, como biopsias para la detección de cáncer y reemplazos de cadera, al momento en que inició el repunte del verano.
Eso significa que tienen muy pocas camas disponibles para pacientes de pequeños hospitales rurales que no cuentan con pabellones de terapia intensiva o para los centros médicos en lugares con altas tasas de contagio del coronavirus.
«Imaginen no tener cerca a tu familia para recibir apoyo, tener tal ansiedad si tienes a alguien que está gravemente enfermo», dijo Steve Edwards, director general de CoxHealth, cuyo hospital en Springfield, Missouri, atiende a pacientes de lugares tan remotos como Alabama.
Los hospitales de todo Estados Unidos tenían más de 75,000 pacientes de COVID-19 hasta la semana pasada, un incremento drástico respecto a hace pocas semanas, pero aún por debajo de los máximos históricos del invierno. Sin embargo, Florida, Arkansas, Oregon, Hawai, Luisiana y Mississippi ya impusieron récords de hospitalizaciones en las últimas semanas.
A diferencia del repunte de invierno, en esta ocasión los hospitales ya operaban cerca del límite de sus capacidades debido a que la actividad en las salas de emergencia había vuelto a los niveles previos a la llegada de la pandemia y los pacientes están sometiéndose a tratamientos que habían aplazado.
«Vemos pacientes de COVID y vemos accidentes vehiculares y vemos a niños que llegan con infecciones virales estacionales. Y vemos las cosas habituales en el departamento de emergencias junto al repunte de pacientes de COVID, lo que está provocando una crisis», dijo el doctor Mark Rosenberg, presidente del Colegio Americano de Médicos de Emergencias.
En Arizona, una línea telefónica especial para COVID-19 recibe llamadas desesperadas de hospitales en Wyoming, Arkansas, Texas y California que buscan camas disponibles.
Difícilmente las encuentran.
«Simplemente no podemos sacarlos», se lamentó Dennis Shelby, director general del Centro Médico Wilson, en Neodesha, Kansas, una pequeña clínica con capacidad de 15 camas. Los directivos del hospital llamaron recientemente a otras 40 instalaciones en distintos estados en busca de una cama para un paciente de COVID-19 antes de finalmente encontrar una más de 24 horas después y a unos 350 kilómetros (220 millas) de distancia. Seis de sus siete pacientes tienen COVID-19, su cifra más alta en lo que va de la pandemia.
En Kansas, los pacientes de COVID-19 en pequeños hospitales rurales esperan un promedio de casi 10 horas antes de ser trasladados vía aérea a otros lugares, según Motient, una compañía con contrato estatal para ayudar a manejar las transferencias.
El doctor Richard Watson, fundador de Motient, dijo que los pacientes de Kansas son enviados a lugares tan remotos como Wisconsin, Illinois, Colorado y Texas. Sin embargo, la mayoría de las veces los hospitales rurales se las tienen que ingeniar sin ayuda.
«Esos son los peores días posibles en la sala de emergencias como proveedor, al tener que atender a un paciente y no hay absolutamente nada que puedas hacer para darle lo que sabes que necesita», comentó.
Dijo que la demora en los traslados puede tener graves consecuencias en los pacientes, en especial en aquellos que necesitan atención especializada urgente, la cual a menudo sólo está disponible en hospitales más grandes.