La tensión de las calles con marchas enfrentadas de la víspera se trasladó el viernes a la Asamblea Legislativa en una acalorada sesión durante el mensaje del presidente izquierdista Luis Arce, que ha puesto en evidencia que las heridas de la crisis política de 2019 todavía siguen enfrentando a los bolivianos.
La solemnidad de la ceremonia se fue por la borda cuando Arce dijo que «fue un golpe de Estado» que derrocó al expresidente Evo Morales. La mayoría oficialista exhibió carteles con la leyenda: «Fue golpe de Estado». Los pocos opositores presentes gritaban: «¡Mentiroso!». El griterío se prolongó hasta el final del mensaje presidencial.
El discurso de Arce por los 196 años de Bolivia contrastó con su mensaje de reconciliación al asumir el gobierno en noviembre del año pasado. «Buscaron prorrogarse aprovechando la pandemia… en once meses de gobierno inconstitucional e ilegítimo buscaron restituir la república colonial y el fracasado modelo neoliberal», dijo el viernes.
La celebración patria que siempre unió a los bolivianos se enturbió desde el jueves en la noche con marchas antigubernamentales en varias ciudades del país de rechazo a la «persecución política» y al «cierre del caso de fraude electoral».
En Santa Cruz, la más poblada y reducto opositor, el líder cívico Rómulo Calvo dijo ante la multitud: «La receta para tumbar dictadores es la unidad del pueblo, mantenernos firmes en las calles y la desobediencia civil». En La Paz seguidores del gobierno se enfrentaron con opositores en trifulca callejera.
Bajo la tesis de «golpe de Estado» el gobierno y el partido oficialista Movimiento al Socialismo (MAS) impulsa juicios y encarcelamientos a más de medio centenar de exautoridades, militares y líderes de las protestas comenzando por la expresidenta interina Jeanine Áñez, a quien la justicia amplió a un año la prisión preventiva.
La oposición rechaza el «relato» del golpe y acusa a la justicia de ponerse de lado del partido gobernante. Alega que hubo una «rebelión popular» en contra del «fraude electoral montado por Morales» y rechaza que la Fiscalía haya cerrado el caso alegando falta de prueba.
La Unión Europea (UE) en Bolivia rechazó las acusaciones de legisladores oficialistas «de haber participado en noviembre de 2019 de una conspiración con el objetico de preparar un golpe de Estado». Dijo en un comunicado divulgado la víspera que su labor mediadora tuvo «un solo objetivo: ayudar a pacificar el país y evitar más violencia».
La denuncia de fraude que hizo la Organización de Estados Americanos (OEA) detonó protestas callejeras entre oficialistas y opositores que dejaron 37 muertos y forzaron la renuncia de Morales tras 14 años en el poder.
El expresidente y líder opositor Carlos Mesa comentó que mientras el Gobierno «siga inventando cosas que no existieron y persiguiendo opositores, no podrá generarse un escenario de diálogo». Calificó de «errática» e «improvisada» la gestión en la que «la salud, la educación y la economía no son importantes», según dijo.
De estilo discreto, Arce lleva en el gobierno nueve meses marcados por una agenda política heredada de la crisis y en el último tiempo se mostrado en concentraciones con poncho, casco de minero y guirnaldas empeñado en construir su propia imagen. Sus adversarios dicen que aún no logra imponer su sello personal por la influencia que ejerce Morales, cuyo empeño por lograr su rehabilitación política desata pasiones encontradas entre los bolivianos.
Morales es jefe del MAS y mantiene fuerte influencia en los sindicatos desde su reducto del Chapare, en el centro del país, y se mantiene activo en política.
Los opositores no tienen un líder claro y están divididos. La verdadera oposición viene de las llamadas «plataformas ciudadanas» que tuvieron un rol clave en las protestas de 2019.
Mientras la agenda política parece predominar, en las calles se multiplican las demandas por reactivar la economía y por vacunas. La pandemia está en desescalada y la vacunación plena llega al 25% de la población objetivo.
Sin desfiles públicos debido a la crisis sanitaria que ha provocado 17.935 decesos, los vendedores informales se han multiplicado y el viernes buscaban ganarse unos centavos vendiendo símbolos patrios en calles poco concurridas debido al feriado.
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