Una huelga de hambre de cientos de migrantes que viven en Bélgica sin autorización presiona a un gobierno de coalición que sopesa el bienestar de los participantes contra la necesidad de aplicar las normas de inmigración y asilo.
Migrantes desesperados por obtener la residencia y mejorar su nivel de vida en un país donde algunos dicen que viven y trabajan desde hace una década iniciaron la huelga en dos universidades y una iglesia de Bruselas.
En el colmo de la desesperación, algunos huelguistas se cosieron los labios esta semana y solo ingieren líquidos mediante una pajilla. El número de participantes llega a 400 según algunos cálculos, pero el secretario de Migración y Asilo, Sammy Mahdi, ha dicho que son unos 200.
Mahdi ha dicho que quiere acelerar y mejorar el sistema de solicitudes para la permanencia en el país, pero rechaza el reclamo de los huelguistas de hambre de que se resuelva su situación inmediatamente.
«Dicen que hay 150.000 que viven aquí ilegalmente y quieren que regularicemos individualmente a las 200 personas que dejan de comer. ¿Cuál sería el resultado? Una semana después hay 200, 2.000, 20.000 que harán exactamente lo mismo. No es la manera de resolverlo», dijo a la emisora VRT.
Como muchos países ricos de Europa, Bélgica tiene una relación ambivalente con la migración. Desde la década de 1960, muchos han sido invitados a trabajar y ayudar a construir estados en el continente.
Pero pocos recibieron aceptación plena por la sociedad y se convirtieron en el blanco de una reacción frecuentemente racista cuando las economías sufrieron una recesión. Muchos de los huelguistas de hambre trabajaban en la economía informal, sin protección social y en muchos casos a merced de patrones inescrupulosos.
Los socios socialistas y verdes de la coalición gobernante han reclamado una mayor flexibilidad para dar a los huelguistas de hambre mayores posibilidades de obtener los documentos, a medida que crecen las tensiones entre los siete socios que la integran desde octubre.
El programa de gobierno no menciona específicamente el problema de los migrantes.
Al mismo tiempo, las escenas en los tres lugares en Bruselas son de una desesperación creciente. Debilitadas por la huelga, algunas personas ya no pueden ponerse de pie, lo que genera una mayor sensación de urgencia para hallar una solución.