Hace un año, Estados Unidos era el epicentro de la pandemia de COVID-19, lo que obligó a cancelar la cumbre del Grupo de los Siete que debía presidir. Ahora el país aparece como un modelo para la recuperación luego de más de 15 meses de crisis global.
Para el presidente Joe Biden, que se reunirá con los mandatarios de las democracias ricas del G7 en su primer viaje al exterior desde que asumió, es una reivindicación personal de su promesa de derrotar el virus en su propio país, pero también un llamado a la acción para que los demás países se unan en la lucha global.
El jueves, en la víspera de la cumbre, Biden presentará sus planes para donar 500 millones de dosis de la vacuna a todo el mundo el año próximo, además de las 80 millones de dosis que ha prometido entregar para fin de mes. Funcionarios estadounidenses dicen que Biden pedirá a los otros miembros del G7 que hagan lo mismo.
«Tenemos que poner fin al COVID-19, no solo en el país, como lo estamos haciendo, sino en todas partes», dijo Biden a miembros de las fuerzas armadas en la primera escala de su viaje de ocho días por tres países. Añadió que la campaña «requiere acción multilateral coordinada».
«No hay un muro lo suficientemente alto que nos resguarde de esta pandemia o de la próxima amenaza biológica que enfrentemos, y habrá otras», añadió.
Estados Unidos enfrenta presiones crecientes para que presente su plan de donación de vacunas, sobre todo en la medida que se profundiza la desigualdad entre diversas partes del mundo y la demanda de las inyecciones en el país cae a pico.
Washington se ha comprometido a comprar y donar 500 millones de dosis de la vacuna de Pfizer para distribuirlas por medio de la alianza COVAX a 92 países de bajos ingresos y la Unión Africana. Será así el mayor donante de vacunas de COVAX y su principal donante financiero, con un compromiso de 4.000 millones de dólares.
Hasta ahora la alianza global ha distribuido apenas 81 millones de dosis, y partes del mundo, sobre todo en África, carecen por completo de vacunas.