
Arturo Monroy es un paisajista natural, que desarrolló la técnica de la acuarela en el ejercicio de la captación de la fugacidad de las horas en las cosas. Aprendió a interpretar el instante, la mismísima combustión interna de los árboles en cualquier alameda vecinal, donde la tierra es marcada por la rueda de un ciclista apurado y sin identidad, y a inmortalizar el efecto de las sombras de nube entre las ramas.