En esta imagen de archivo, el músico David Crosby actúa durante un concierto benéfico para City Parks Foundation en Central Park SummerStage. Foto: La Hora/AP

David Crosby, el insolente rockero que pasó de entonar armonías con su rostro aniñado en los Byrds a ser una superestrella hippie y trobador en Crosby, Stills, Nash & (sometimes) Young, murió, según reportaron el jueves varios medios. Tenía 81 años.

The New York Times informó, basándose en un mensaje de texto de la cuñada de Crosby, que el músico falleció el miércoles en la noche. Varios de los reportes sobre el deceso citaban a fuentes anónimas. The Associated Press no pudo contactar con sus representantes ni con su viuda, Jan Dance.

Crosby se sometió a un trasplante de hígado en 1994 tras décadas de consumo de drogas y sufrió diabetes, hepatitis C y una operación de corazón en la última década.

 

Aunque solo escribió un puñado de canciones muy populares, el ingenioso y siempre obstinado Crosby estuvo en la primera línea de la revolución cultural de las décadas de 1960 y 1970, bien triunfando con Stephen Stills, Graham Nash y Neil Young en el escenario de Woodstock; dejando testimonio de una generación hirsuta en su himno “Almost Cut My Hair” o llorando el asesinato de Robert Kennedy en “Long Time Gone”.

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Fue uno de los fundadores y el centro de la comunidad de rock de Los Ángeles, de la que más tarde salieron artistas como los Eagles y Jackson Browne. Fue un patriarca hippies de ojos centelleantes, la inspiración para el melenudo drogadicto al que dio vida Dennis Hopper en “Easy Rider”. Abogaba por la paz, pero era un bocazas impertinente que libraba guerras personales y reconoció que muchos de los músicos con los que trabajó a lo largo de su carrera ya no le hablaban.

“Crosby era un personaje pintoresco e imprevisible, llevaba una capa de Mandrake el Mago, no se llevaba bien con demasiada gente y tenía una voz preciosa, un arquitecto de la harmonía», escribió Bob Dylan en sus memorias de 2004 “Chronicles: Volume One” («Crónicas I»).

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