La Organización de Estados Americanos es una entidad que funciona al servicio de los gobiernos de los países miembros y que históricamente se ubica en el bando de la autoridad, no importa si ésta es corrupta, represora o despótica. En muy contadas ocasiones aplica el verdadero sentido de la Carta Democrática cuando se lo piden pueblos sojuzgados por dictaduras, sean éstas personales o, como en el caso de Guatemala, impuestas por un Pacto de todos los Corruptos. Y el actual Secretario General, Luis Almagro, ha sido peor que todos sus predecesores y es un auténtico títere, lo que no lo hace menos pernicioso. No olvidemos que hace poco oficialmente protegió a Sandra Torres cuando corrió riesgo de quedar fuera de la contienda electoral por las investigaciones en su contra.
En esta ocasión se pasó de tueste porque nombró para dirigir la misión enviada a Guatemala al argentino Fulvio Valerio Pompeo, quien fue uno de los principales operadores del fallido supernegocio de la compra de los aviones Pampa III que quiso hacer Jimmy Morales. En otras palabras, quien viene a certificar si la oposición pública a los actos de corrupción (entre ellos la aprobación del asqueroso presupuesto) es un atentado contra la democracia es alguien que no tomará en cuenta los reclamos fundados de una ciudadanía que terminó de hartarse ante la desfachatez de los ladrones que saquean al país.
Lo que debió venir a Guatemala tras los sucesos del pasado sábado fue a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y posiblemente el Relator de la Libertad de Expresión, puesto que es obvio que aquí se produjeron serios agravios al derecho de los manifestantes que fueron brutalmente agredidos por la fuerza pública. El gobierno ha divulgado un video en el que acusa a la población de haber iniciado la agresión a los agentes, lo cual es absolutamente falso porque la gente en la Plaza Central nunca mostró el menor gesto de violencia o agresión y fueron los policías, siguiendo órdenes superiores, quienes la emprendieron en contra de la multitud con la evidente idea de que esa represión violenta iba a aterrorizar a los ciudadanos para que no acudan a posteriores convocatorias.
El incidente del Congreso de la República deja demasiadas dudas pero no será debidamente investigado porque la amiga predilecta del Presidente Giammattei no pasará de vigilar, como es su costumbre cuando no se trata de acosar a sus enemigos, mientras que el diálogo convocado por el gobernante quedó simplemente en un reencuentro de los prominentes miembros del ya célebre y evidente Pacto.