Verse en el espejo es un acto de observar el reflejo por la necesidad de obtener confirmación de las imperfecciones que la persona cree que existen y la frase se usa en muchos sentidos. Nosotros ahora creemos que los guatemaltecos tenemos que vernos en el espejo de lo que está pasando en Honduras tras la elección presidencial y el anuncio de intenciones de golpe de Estado por el hecho de que hay grupos a los que no agradó el resultado de la votación.
El caso hondureño es muy especial, sobre todo porque es más que conocida la influencia que los grupos del narcotráfico han llegado a alcanzar en las más altas instancias de ese estado, tanto así que el expresidente Juan Orlando Hernández fue condenado por un jurado (no por un presidente de Estados Unidos) por recibir millonarias sumas de los cárteles de la droga. Y no se puede negar la influencia que debe haber tenido, tanto en la elección como en los hechos posteriores, el perdón que horas antes de los comicios le otorgó Donald Trump, quien usó el poder presidencial para eliminar el castigo que se había impuesto luego de que los integrantes de ese jurado evaluaron las pruebas aportadas, mandando un confuso y terrible mensaje de la realidad de esa lucha contra el narcotráfico que la administración ha dicho es prioridad.
Nos tenemos que ver en ese espejo por varias razones, puesto que es indudable que aquí también es creciente la influencia que tiene el narcotráfico en la política y con las enormes sumas de dinero que manejan no solo pueden influir en el elector mediante el financiamiento de la propaganda electoral, sino también en el manoseo de instituciones como pueden ser las encargadas de los procesos electorales y el conteo de los votos. Además, que las organizaciones criminales han logrado recibir, vía sociedades vinculadas a sus operadores, contratos con el Estado, lo que les facilita y mucho su proceso de lavado. Los políticos que corrompieron el Estado y sus socios que operan como contratistas o proveedores, nunca se dieron cuenta de que abrieron de par en par una enorme entrada para que algunos con más dinero para comprar conciencias, pudieran terminar siendo el poder decisivo.
Ese poder decisivo se determina porque esas estructuras también alcanzan los aparatos de justicia y terminan dominando redes que son capaces de premiar con impunidad a sus usuarios y con persecución y castigo a sus enemigos o a quienes no deseen usar ese sistema paralelo.
Vivimos momentos muy especiales en el orden mundial porque no se puede negar que los egos juegan un papel mucho mayor que en cualquier otra época y, como pasó con la corrupción, siempre los más poderosos criminales usan su poder e influencia, aunque sea con más dinero que talento, y saben cómo conseguir sus objetivos.
Vernos en el reflejo de lo que ocurre en otros lugares puede y debe servir para que la ciudadanía comprometida con la necesidad de enderezar el rumbo del país asuma un rol más determinante y definido ante las tormentas que se avecinan. Ya estamos en la ruta del proceso electoral -al designar un nuevo TSE- y ello puede ser pieza clave, tanto para los que queremos cambiar al país como para los que pretenden aumentar su poderío y riqueza.
Y la pregunta de siempre es, ¿qué rol jugarán aquellos miembros más comprometidos de la sociedad ante todo esto que ocurre? Si seguimos alimentando la indiferencia desde el banquillo de la pasividad, las redes seguirán tomando fuerza y un rumbo muy distinto al que necesita Guatemala y su gente, en especial aquellos que luchan todos los días por oportunidades honradas.








