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La incertidumbre sobre el futuro de Venezuela es un hecho absoluto que cobra más relevancia luego de que la hija de la líder política María Corina Machado recibió el Premio Nobel de la Paz, que la misma Machado salió de Venezuela sin un claro camino para su regreso, así como con los sucesos marítimos que han derivado en muerte de varias personas. A ello se suma la acción contra un enorme barco petrolero, lo que aumenta la tensión que se produce en el marco de una guerra que el Presidente de Estados Unidos declaró contra ese país sudamericano argumentando que Nicolás Maduro es un líder del narcotráfico, al tiempo que Trump perdonó a Juan Orlando Hernández tirando por la borda el trabajo de sus mismas agencias.

Es un hecho que existe un nuevo orden mundial y el futuro de Venezuela no se puede analizar sin entender cómo han cambiado las cosas por la decisión del mandatario norteamericano. Ciertamente, muchos de los conflictos bélicos que se han vivido con la participación norteamericana luego de la Segunda Guerra Mundial no ocurrieron tras la declaratoria formal de guerra que por mandato constitucional es competencia del Congreso de Estados Unidos, sino que fueron acciones dispuestas por el Ejecutivo, lo que puede estar ocurriendo nuevamente en la disputa con el gobierno de Maduro que ha sido calificado no solo de extremista sino de terrorista.

Dejamos claro que para La Hora, Maduro es un dictador que se ha robado elecciones, ha socavado la democracia al tiempo que hace millonarios negocios y ataca libertades del ser humano, siguiendo un libreto que empezó con Hugo Chávez.

Venezuela, como ocurre con otros países, es presa de una forma de dictadura; nosotros mismos, en Guatemala, sufrimos el poder de la dictadura que establecieron las mafias para controlar a todo el aparato estatal únicamente con la intención de apropiarse de los fondos públicos para enriquecimiento personal y gozo de la impunidad, abriendo de par en par las puertas del poder para el narcotráfico que dispone de más recursos que los que acumulan los ladrones que operan en el régimen de compras y contrataciones del Estado, lo que nos pone en una situación de mucho riesgo que va mucho más allá de la simple imposibilidad de invertir en el bien común y en el desarrollo humano.

Y todo ello ocurre en este nuevo orden y/o desorden mundial, como quiera verse, que se caracteriza porque las viejas costumbres y tradiciones que se respetaban más allá de las diferencias ideológicas desaparecieron ahora, pues esos factores ya no cuentan, ya que es obvio que lo decisivo es el egocentrismo y el lobby efectivo de quienes han tenido sus roces con la ley, porque nadie en el mundo puede entender cómo van tras un señalado de narco, Maduro y en la misma época perdonan a otro condenado por el mismo Estados Unidos por narcotraficante.

Si fuera un enfrentamiento por razones ideológicas y puramente políticas sería más o menos posible entender hacia dónde vamos y qué podemos esperar, pero en las condiciones imperantes en la actualidad ello resulta imposible toda vez que nadie puede predecir cuál será el siguiente paso de un Gobierno que no está caracterizado por su ideología o los intereses de país sino está sujeto a lo que día a día vaya disponiendo quien ejerce un poder que se vuelve cada vez más absoluto.

La salida de Machado supone un enorme reto y eleva las tensiones. Si no hay plan para que ella regrese a la brevedad a dirigir el movimiento postdictadura Chávez/Maduro, la cosa se puede entretener y complicar y eso será otro muy mal mensaje para el mundo que quiere vivir en democracia, con legalidad y Estado de Derecho.

Y por ello decimos que el futuro de Venezuela puede marcar el futuro del mundo bajo este inédito orden mundial que, por anárquico, no permite atinadas y objetivas predicciones.

Redacción La Hora

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