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El presidente de Estados Unidos ha emprendido la guerra al narcotráfico, según sus propias palabras y acciones, al punto de que no solo ha ordenado a la Fuerza Aérea de su país atacar embarcaciones que ellos consideran al servicio de los carteles, sino que ha alertado a las líneas aéreas de su país para que no vuelen sobre Venezuela, cerrando totalmente ese espacio aéreo como parte de esa guerra declarada. Sin embargo, el mundo entero ha quedado boquiabierto porque al mismo tiempo anunció el perdón absoluto para el expresidente hondureño Juan Orlando Hernández, condenado a 45 años de cárcel, precisamente por recibir sobornos, especialmente del Chapo Guzmán, dueño del Cartel de Sinaloa, uno los mayores del mundo.

Hace pocos días Trump apoyó públicamente en sus redes sociales la candidatura de Tito Asfura, miembro del mismo Partido Nacional que dirigió Hernández, lo que causó algún desconcierto por las implicaciones que tenía el apoyar a un correligionario del ex gobernante condenado prácticamente a morir en la cárcel. Pero el anuncio de ayer, sobre el perdón absoluto que otorgará en ejercicio de su poder presidencial a Juan Orlando Hernández, resulta absolutamente incomprensible viniendo de un mandatario que ha puesto la guerra al narcotráfico como punto esencial de su política exterior.

El mensaje de firmeza en la lucha contra el poder de los narcotraficantes se derrumba cuando quien fue condenado tras un largo y detallado proceso en el que se probó que recibía sobornos para facilitarles la operación desde la presidencia, termina siendo perdonado por el mismo Trump. El caso de Hernández inició con su hermano en el 2018 bajo el primer mandato de Trump y todo “reventó” más adelante; el juicio fue muy prolongado dadas las características de la operación y las pruebas recabadas, por lo que la condena definitiva, luego de las apelaciones y acciones de la defensa, se produjo el año pasado, bajo la administración de Biden, pero el caso fue resuelto por el poder judicial que allá ha operado con independencia, al menos hasta la fecha.

Ese perdón a Hernández viene a ser un gran estímulo para gobernantes que son tentados por los carteles de la droga y no encaja con la decisión de bombardear embarcaciones en las que han muerto más de 80 personas. La posibilidad de que, como pasó con Honduras, otros países se conviertan en narcoestados para servicio de los carteles aumenta luego de que el Presidente de los Estados Unidos anunció, con bombos y platillos, su perdón a alguien que fue objeto de un juicio y encontrado culpable por el jurado que conoció el caso, fijando la tremenda pena de 45 años de cárcel.

Redacción La Hora

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