La decisión del Papa León XIV de remover al Obispo Español Rafael Zornoza, acusado formalmente de agredir sexualmente a un menor de edad en los años noventa, fue categórica y marca un cambio no solo positivo sino notable en la actitud de la Iglesia Católica sobre ese tema que históricamente ha querido ser ocultado, supuestamente que para “proteger la imagen de la Iglesia”, cuando lo que esa actitud produjo fue impunidad que alienta a los que esconden en una sotana sus vicios sexuales.
Lo decimos con propiedad y conocimiento de causa. Hace varios años un cura jesuita, que destacaba públicamente, reclamó al director de La Hora por las publicaciones que se hacían sobre la investigación célebre del Boston Globe sobre miles de casos similares ocurridos en la diócesis de esa ciudad en Estados Unidos. Frente a un prestigioso testigo, el entonces sacerdote que ha ido escalando posiciones dentro de la jerarquía eclesiástica de Guatemala, afirmó que publicar eso se hacía para dañar a la Iglesia Católica a lo que respondimos que las publicaciones eran para depurar y mejorar a esa institución que no podía seguir apañando cínicamente situaciones de esa naturaleza.
El Papa de aquel tiempo llevó al Cardenal de Boston a Roma para protegerlo y alejarlo del escándalo sin que se diera una reacción del Vaticano para sentar un enérgico precedente que advirtiera a todos los sacerdotes, obispos y hasta cardenales, que no se seguirían tapando sus actos perversos bajo ese funesto principio de que publicar un caso de esos dañaba la imagen de la institución religiosa. Lo que en el fondo terminó haciendo un daño tremendo e irreparable en la vida de muchos fieles fue ese encubrimiento.
Puede ser que algunos obispos, cardenales y hasta Papas pensaran que realmente se perseguía dañar la imagen de la Iglesia, sin entender que lo que hacía pedazos no solo su imagen sino la misma naturaleza del clero era esa cobertura que de buena o mala fe existía como patrón. El silencio institucional alentaba a los pederastas a seguir actuando como si lo que hacían no fuera un gravísimo e irreparable pecado.
Papas elevados a los altares no supieron reaccionar con firmeza y determinación frente a escándalos que alcanzaron nivel mundial y por ello es que la decisión pública del actual Pontífice de la Iglesia Católica rompe con una penosa tradición de acallar cualquier denuncia por ese supuesto temor a que se hiciera un daño irreparable al clero. Creemos que lo que hará un enorme beneficio a ese clero es esta nueva línea de la Iglesia para no seguir apañando y ocultando los casos de curas que abusan sexualmente de sus fieles.








