Esta semana, justo el primer martes del mes de noviembre, se celebraron elecciones en algunos lugares de Estados Unidos que dieron como resultado un triunfo de la oposición demócrata que, sin embargo, no puede analizarse como algo generalizado sino se debe circunscribir a los pocos estados y distritos en los que hubo comicios. Las victorias demócratas, lideradas por la de Zohran Mamdani, quien se califica un socialista, deben permitirnos entender que el país del norte está caminando por los senderos de los extremos y que muchas sociedades responden de esa manera a los extremos que ahora pueden sentir desde Washington DC.
El año entrante, también en noviembre, será la primera prueba a nivel nacional para los dos partidos tradicionales y se verá si hay una ratificación popular al presidente Trump o si, como ocurre frecuentemente en comicios a mitad del período presidencial, el partido en el poder pierde algunos representantes en el Congreso.
El tema de las elecciones tendría que analizarse desde la perspectiva de que se trata de un mandato de los electores a los políticos que resultan electos. En cualquier país del mundo se supone que ese es el sentido de la democracia y los electos tendrían que cumplir con las aspiraciones de los electores y deben actuar sin radicalismos sino con sentido de servicio a la población. Algunos políticos sienten que el respaldo electoral mostrado en las urnas es una especie de cheque en blanco para operar a su sabor y antojo o simplemente ignorando un mensaje claro que es deber de los estadistas interpretarlo objetivamente.
Acá hemos visto cómo resiente la población la desatención a su claro y categórico mandato en contra de las mafias que se esmeraron en asumir el pleno control de todas las instituciones para garantizar tanto la corrupción como la impunidad para los ladrones de los fondos públicos. Ese tipo de situaciones provocan frustración y terminan generando en el electorado actitudes que pueden terminar siendo perjudiciales pues a la tibieza se le puede sustituir con regímenes dictatoriales de políticos a los que no importa en absoluto el mandato del pueblo.
Estados Unidos está viviendo un momento especial en su historia y la imposibilidad de alcanzar acuerdos mediante sanas negociaciones ha provocado el más prolongado cierre de un gobierno que no dispone de recursos ni para pagar sueldos de empleados vitales como pueden ser los controladores aéreos que están siendo obligados a abandonar su oficio en estos días, causando multitud de cancelación de vuelos que afectan a toda la población. No es primera vez que se produce un cierre así, pero el actual es ya el más largo de la historia del país y no hay en perspectiva de alguna solución de lo que puede traducirse en serio daño a la población.
Las elecciones de este mes están siendo estudiadas por expertos analistas para determinar si marcan o no una tendencia nacional o se limita a temas estatales y distritales. En todo caso, en EE. UU. como en cualquier lugar del mundo, los políticos tienen que ser serios y responsables para entender y, sobre todo, ejecutar el mandato de los electores y lo que ocurre en los doce meses que vienen tendrá repercusiones en la elección de la mitad del período.
Los radicalismos de uno y otro lado no son la solución. Construir democracias necesita de todos y aunque pensemos diferente, es posible fortalecer el sentido democrático y las instituciones cumpliendo la ley. Así había sido en Estados Unidos y ahora se viven momentos de apremio para que las polarizaciones y extremos no desajusten lo más sagrado.








