Aunque mucha gente en el mundo niegue el impacto del cambio climático y la necesidad de adoptar medidas para contenerlo o al menos reducir su impacto en la humanidad, lo cierto es que en países como el nuestro cada invierno nos sirve para entender la forma en que el calentamiento global impacta en las condiciones naturales. En Guatemala vemos el incremento de la intensidad de las lluvias ya como algo casi permanente y la ciudadanía sufre serias consecuencias.
Necesario es decir que aquí tales consecuencias se agravan por un factor ajeno a lo que provoca el calentamiento global; cada invierno vemos cómo se destruye nuestra infraestructura vial haciendo mucho más complicado el transporte a lo largo y ancho de nuestra geografía y si bien ello tiene que ver con los aumentos pluviales, no se puede dejar de entender qué tan inmenso daño es consecuencia, sobre todo, de la forma en que se construye la obra pública que en muy raros lugares puede subsistir tras un agudo invierno.
Decimos que lo que ahora vemos en términos de destrucción de vías de comunicación, entre carreteras, puentes y calles de todo tipo, tiene íntima relación con el hecho de que -desde hace muchos años- toda obra pública aquí se hace no con el fin de que sirva a la población sino para que permita a los funcionarios y contratistas rellenar maletas con millones de billetes que terminan siendo la esencia misma de las contrataciones. En efecto, no se planifica ni mucho menos se ejecuta una obra pensando en su utilidad y permanencia, sino en la mordida o comisión que puede generar y dentro de ese marco, por supuesto, mientras menos dure mayor oportunidad de realizar nuevamente otros sucios negocios.
El cambio climático es algo que requiere el concurso del mundo entero para por lo menos reducir su impacto y eso se ve cada día más difícil porque así como durante décadas fue una preocupación universal, ahora hay corrientes que cuestionan su existencia y apuestan por el mayor uso de combustibles fósiles y la reducción de las medidas que se habían adoptado. En otras palabras, no se puede apostar a que haya un serio cambio estructural en el tema ambiental.
Por lo visto tampoco podemos apostar a que la corrupción tenga un serio cambio en el curso que está teniendo hasta la fecha porque es tanto el poder de las mafias que se preparan para copar, el año entrante, nuevamente todo lo que pase por alguna postuladora, sobre todo pensando en la impunidad que tan útil ha resultado.
Los ciudadanos no podemos cambiar el curso del clima, pero tenemos el deber, la obligación y la responsabilidad de combatir la corrupción que agrava la dimensión del problema y para ello necesitamos acordar las reformas que den viabilidad al país.