Sentimos una profunda admiración y respeto por los maestros debido al rol fundamental que desempeñan en la sociedad, siendo los encargados de inculcar en los niños y jóvenes valores tan concretos como pueden ser el respeto, la responsabilidad, honestidad, empatía, solidaridad, perseverancia, tolerancia, justicia, creatividad, autodisciplina, gratitud y compromiso social. El futuro de las sociedades depende de cuán serio sea el compromiso del magisterio para trabajar en la formación de nuevas generaciones que entiendan y compartan, por lo menos, esos valores.
La Hora ha publicado en ediciones recientes discursos de los líderes sindicales en los que abundan las malas palabras, las expresiones groseras y burdas para, supuestamente, alentar a los maestros a mantenerse firmes en la línea que impone el máximo dirigente de esos “educadores” del país. Tales publicaciones, que han desnudado su escasa calidad ética y moral, han generado un sentimiento de odio que se hizo manifiesto ayer cuando nuestros periodistas fueron a cubrir la reacción generada por la orden de desalojo que terminó ejecutando la Policía Nacional Civil luego de un muy claro fallo de la Corte de Constitucionalidad, siendo objeto no sólo de insultos, sino de intentos de agresión por algunos maestros, escenas que fueron captadas y proyectadas a los lectores.
La dignificación del magisterio es fundamental y la debida compensación salarial por sus sacrificios y esfuerzos no se puede discutir porque son, sin exageraciones, piedra angular del desarrollo del país mediante la capacitación de millones de niños y adolescentes que dependen de su entrega para crecer intelectualmente. Pero no podemos ni queremos llamar maestros a esos patanes violentos que en vez de dar ejemplo de respeto y responsabilidad, se convierten en vulgares agresores de gente que simplemente está cumpliendo con su deber (y derecho) de informar a la población.
Sabemos que son una verdadera minoría la que baila al son que les toca su líder, Joviel Acevedo, pero el resto del magisterio tiene que hacer un esfuerzo por rescatar el Sindicato de Trabajadores de la Educación de Guatemala a fin de que sea un instrumento para incrementar la dignificación del magisterio y no un vehículo para exponerlo como bazofia de la sociedad. El hecho de que se ponga fin a pactos colectivos que se negocian sobre el compromiso de dar apoyo irrestricto a las mafias de la corrupción es fundamental para el país pero, además, para los mismos educadores que pueden aportar mucho al diseño de una política educativa que se centre en sacar a la niñez de esa catástrofe que muestran nuestros indicadores en temas tan puntuales como lectura y matemáticas, para citar lo básico.
Basta ver los videos grabados ayer para que queden pintados, de cuerpo entero, esos que se dicen formadores y educadores de nuestra niñez y juventud.