Foto representativa de la educación y maestros guatemaltecos, en la esquina superior izquierda se encuentra Joviel Acevedo. Diseño La Hora / Roberto Altán.

Histórica y mundialmente se ha reconocido siempre la importancia que tienen los maestros en la formación de sucesivas generaciones en cualquier sociedad y no solo sus alumnos les agradecen la entrega y dedicación sino que también lo hace toda la gente que entiende la trascendencia que tiene ese oficio empeñado en formar y preparar al ser humano para la vida diaria. En Guatemala se ha dado ese reconocimiento durante mucho tiempo pero hay que decir que al conocerse los resultados de diferentes pruebas sobre la educación en Guatemala, en las que ocupamos los últimos lugares en lo básico, es decir matemática y lectura, se ha diluido ese buen sentimiento. Quedan muchísimos comprometidos, entregados y dedicados a la causa, pero se ven opacados por gente vulgar como Joviel Acevedo y su pandilla.

El movimiento sindical que se formó para mejorar las condiciones de trabajo de los educadores ha generado que, tristemente, se alejan mucho de lo que es la viejísima y muy respetada tradición, porque en teoría las mejoras en salarios y en otros beneficios de los trabajadores del magisterio, tendría que reflejarse en un incremento paralelo de su rendimiento, sobre todo impulsando éxitos en todos los campos de la enseñanza, no digamos en esos aspectos tan básicos como la comprensión de la lectura y la matemática elemental.

Cuando se escuchan los discursos del máximo líder del magisterio y el lenguaje soez que utiliza, se entiende por qué ha habido ese abandono de lo fundamental. El compromiso asumido por la dirigencia magisterial, y tristemente aceptado por buen número de maestros, ha sido simplemente el de apoyar a los gobiernos corruptos en cualquier circunstancia y necesidad. En otras palabras, las mejoras en las condiciones, sobre todo económicas, para el maestro, se negocian no a cambio de excelencia en la enseñanza sino de la decisión de estar listos para manifestar a la hora de que cualquier presidente corrupto o autoridad aliada necesite de esos servicios que se ofrecieron a cambio de las ventajas en los pactos colectivos.

El maestro, afortunadamente, está entendiendo la situación y por ello la raquítica expresión que ha tenido el sindicato con un paro que no concreta y al situarse en la plaza central en modo de protesta. Es esperanzador ver que muchos educadores siguen dando sus clases como la tradición manda, anteponiendo el interés del alumno a los intereses de una dirigencia sindical que, sinceramente, debe avergonzar a los maestros que tienen vocación y mínimos de decencia.

En manos del magisterio está rescatar su dignidad y elegir a personas responsables (y educadas) para dirigir el sindicato, de manera que sean ejemplo de lo que ha sido siempre y debe seguir siendo esa digna profesión a la que todos debemos tanto pero que en los últimos años, según los resultados de las pruebas, nos ha quedado a deber.

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