La vida en sí tiene sus pesos y contrapesos, no digamos la función pública que debe buscar el bien común dentro de un marco de respeto a los derechos y a la ley. Ayer el presidente salvadoreño Nayib Bukele dijo que no le molesta que le digan dictador (él mismo se ha llamado “el dictador más cool del mundo”) si ello significa la disminución de homicidios en su país, alcanzada luego de establecer un continuo estado de excepción que le permite meter en la cárcel a cualquiera que sea, parezca o se le haga a él que es miembro de aquellas pandillas con las que negoció secretamente.
Nadie puede estar de acuerdo con ningún tipo de delito y menos con aquellos que cobren tantas vidas como ocurrió con las extorsiones de las maras, situación que se ha dado en muchos lugares de Centroamérica, pero la afirmación que hizo ayer el Presidente salvadoreño es una muestra de que para él no existe un sistema de pesos y contrapesos. Dijo claramente que «Democracia, institucionalidad, transparencia, derechos humanos, estado de derecho, suenan bien; son grandes ideales en realidad, pero son términos que en realidad -sic- solo se usan para mantenernos sometidos».
Todos los dictadores de la humanidad han usado el mismo argumento puesto que ellos únicamente buscan saciar su ansia de poder y usan pretextos como los homicidios, la pobreza, la desigualdad económica, el racismo o cualquier cosa que se les ocurra para someter a los pueblos. No hay diferencia entre lo que pregonaban Stalin, Hitler, Mussolini, Mao Tse Tung, Fidel Castro, Pinochet, Ubico, Maximiliano Hernández, Carías, Somoza, etcétera, etcétera, con lo que ahora dice Bukele, puesto que todos ellos afirmaban perseguir valores que justificaban los abusos de poder y la violación de los derechos de la humanidad.
Carlos García Bauer escribió en 1960 un valioso libro, “Derechos Humanos, Preocupación Universal” en el que explica por qué la humanidad necesitaba el paso que dieron las Naciones Unidas al elevar a la categoría en la que fueron colocados tales derechos, históricamente pisoteados por cualquier tirano. Lo mismo que piensa Bukele respecto a las muertes es lo que ha llevado a Estados Unidos a deportaciones que no cumplen el debido proceso, argumentando que ese fue el mandato que recibió en las urnas y por ello nada importa que existan normas que todos debemos cumplir.
Para los dictadores no hay tales de normas y debemos recordar que si el poder corrompe, el poder absoluto corrompe absolutamente. No es una frase redundante sino una realidad porque todos los dictadores esgrimieron supuestos “ideales” para justificar la supresión del Estado de Derecho, de la democracia, la institucionalidad, los derechos humanos, la transparencia, temas que, según dijo en su discurso, le vienen del norte pues, según él, eran la causa de los homicidios cometidos por las pandillas.
Todos queremos paz, pero también vivir en paz y eso es imposible cuando un tirano se siente iluminado para hacer lo que le da la gana.