Arte: Roberto Altán / LH.

Formalmente mañana, Domingo de Ramos, principia la Semana Santa que en Guatemala se celebra con devoción por millones de personas que conmemoran la Pasión de Cristo y disfrutan del descanso que empezarán, formalmente, a gozar a partir del miércoles. Pero el período de calma empieza justamente ahora y millares de personas ya han salido para los lugares de recreo, especialmente la playa, que aglomeran a gran cantidad de familias.

Para la ciudadanía este tiene que ser un período de calma que permita la reflexión, que nos dé tiempo y oportunidad de ver hacia el futuro, pensando en la Guatemala que queremos y en los compromisos que, como ciudadanos, tenemos que asumir para hacer viable ese sueño de construir un país distinto. Una Nación en la que realmente se trabaje por el bien común, donde termine el saqueo inmisericorde de los recursos públicos provocado por la corrupción y con un sistema de justicia que realmente interprete el sentido del derecho, castigando a todos los criminales y no persiguiendo a los etiquetados por un MP que vive alrededor de la venganza contra sus críticos.

La elección última fue una significativa revolución del electorado guatemalteco, puesto que lejos de seguir votando con evidente indiferencia ante la actitud generalizada de políticos que están en esa actividad para enriquecerse y no para contribuir al desarrollo de la Nación, lo hicieron por quien parecía el menos identificado con las mafias. Lamentablemente de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno, reza el viejo dicho y es obvio que el nuevo régimen no ha tenido el temple y determinación de avanzar en el cumplimiento del mandato recibido.

En parte, por supuesto, es resultado del carácter del gobernante, pero también hay que considerar que las mafias no se retiraron tras el voto en contra, sino que se reagruparon, aprovechando la estructura que habían montado durante tantos años. Aquella cooptación del sistema de justicia, que empezó en tiempos de Otto Pérez y Roxana Baldetti con el control de las comisiones de postulación y la existencia de las llamadas comisiones paralelas, ha sido el pilar que soporta todas las acciones para repudiar el mandato de los electores.

Históricamente, los chapines hemos sido un pueblo resignado que acepta, sin mayor protesta, el comportamiento de los políticos mafiosos que se empoderan en las instituciones del Estado. Y el revés que hemos vivido en este período, a partir de enero del año pasado, puede traducirse en un desengaño que nos hunda en una nueva resignación. Por ello es que insistimos que estos días de calma y reflexión nos deben servir para pensar en nuestro compromiso y en cómo hacerlo efectivo para aplastar a los ladrones que han empobrecido a tanta gente.

Redacción La Hora

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