Aún y cuando Estados Unidos endurezca su política contra la migración y adopte medidas enérgicas para deportar a los extranjeros que han ingresado ilegalmente a ese país, la migración continuará en la medida en que las condiciones de vida en otras naciones sean devastadoramente frustrantes, como es el caso de Guatemala para buena parte de su población. Los chapines que han viajado a Estados Unidos saben que corren inmensos riesgos en la travesía y que tendrán que vivir en condición dura e irregular debido a la forma en que lograron entrar a ese país, pero aún con ello, los flujos migratorios continúan y continuarán en la medida en que no cambiemos muchos de los cimientos perversos de nuestra realidad.
Eso impone, por fuerza, analizar cuáles son las razones por las que muchos guatemaltecos no pueden encontrar en su propia tierra las oportunidades que necesitan para mantener a sus familias. Y si vemos la forma en que ha crecido año con año el Presupuesto General de la Nación es lógico suponer que esa “inversión social” debiera haber rendido frutos y que al ritmo en que aumenta el gasto público debiera aumentar también la calidad de vida y el desarrollo humano.
Desafortunadamente no ha sido así y la explicación es clara y evidente. El dinero del Estado no se invierte en la población sino termina en los bolsillos de políticos y contratistas, así como de jueces y fiscales que los apañan garantizándoles impunidad absoluta. Antes se decía que las comisiones o mordidas giraban alrededor del 10 por ciento del total de una compra o contratación, pero esa miserable cifra quedó en el olvido. Antes había que hacer la obra para quedarse con la mordida, pero ahora no hace falta más que fingir que se hizo algo para que los millones se repartan jugosamente.
La mejor prueba está en la inversión en infraestructura porque queda visible el engaño. La mayoría de carreteras “nuevas” y los puentes no aguantan muchos inviernos y las escuelas, cuya reconstrucción fue pagada, siguen en condición deplorable porque el dinero no se usó para los fines previstos sino, simple y llanamente, para bañar a los operarios de la corrupción que tienen el control del sistema y del país. Hasta hemos visto en los temas de seguridad que en vez de invertir en capacitación y profesionalización de la fuerza pública, el dinero se ha usado en compras amañadas de armas y uniformes, entre otros, porque allí es donde está en negocio.
Estados Unidos debe entender la causa de la migración y apoyar cualquier esfuerzo que pueda haber por combatir la corrupción, pues mientras ese vicio siga siendo tan absoluto, no habrá barrera ni fuerza en las fronteras que pueda impedir algo que se ha convertido no sólo en una necesidad sino en la opción que hay para mantener a millares de familias.