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Una extraordinaria recopilación periodística de lo ocurrido alrededor de la muerte de la señora Floridalma Roca, publicada por La Hora, desnuda con absoluta claridad las aberraciones que existen en nuestro sistema de justicia en el que la impunidad es quizá la principal característica pues si algo es cierto es que muchos delincuentes terminan saliendo bien librados. Por supuesto que los casos de corrupción son los más llamativos y constantes, pero cuando se rompe con el principio de la aplicación correcta de la ley, cualquiera puede sacar raja de la precaria condición de nuestros tribunales.

El cirujano Kevin Malouf y todos los involucrados en la muerte y posterior desaparición (tras haber sido descuartizada) de la paciente Floridalma Roca fueron beneficiados por un juez y por los fiscales que, en vez de hablar de asesinato, decidieron gentilmente calificar el caso como un homicidio culposo, es decir que no hubo ninguna mala intención y que la muerte fue accidental. Los testimonios que destruyen por completo esa peregrina tesis fueron evidenciados en ese trabajo periodístico, demostrando que no solo no existió la prevención necesaria sino que cuando se complicó la paciente el galeno no quiso adquirir la insulina que se necesitaba “porque era muy cara” y porque el seguro no le cubriría esos gastos.

En un caso así, hablar de homicidio culposo es una absoluta barbaridad que no puede pasarse por alto; el juez que declaró que la muerte había sido sin mala intención, Pedro Laínez, ha sido denunciado por la obvia razón de que no se puede considerar como culposo un homicidio en el que el autor se encargó, con total sangre fría, de descuartizar a la víctima para desaparecer el cadáver. Durante meses se aferró a la farsa de un video en el que se ve a una mujer, que posteriormente se demostró era empleada de la clínica, saliendo de la instalación vistiendo la ropa de la muerta, para asegurar a los parientes que la operación había sido exitosa.

La mala fe que envuelve todo este caso va mucho más allá de la calidad de culposo que le dio el juzgador con complacencia del Ministerio Público, ese que se dice Firme y Fuerte pero que es Débil y Blando cuando le conviene. Si a un médico se le complica una cirugía y el paciente muere, se puede hablar de homicidio culposo, pero cuando la complicación fue porque el galeno no quiso gastar dinero en la insulina que necesitaba la paciente y además realiza todas las atrocidades que son de dominio público, el caso hasta puede superar la calificación de homicidio simple para caer en un verdadero asesinato.

Es cierto que es otra mancha más al tigre de ese deteriorado sistema de justicia, pero esas barbaridades no se pueden dejar pasar.

Redacción La Hora

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