Como regalo navideño, el pasado domingo el Presidente Bernardo Arévalo anunció en una cadena nacional la decisión de su gobierno de aumentar el salario mínimo en un 10% con relación al que estaba vigente, con lo que aquellos guatemaltecos que devengan ese sueldo base tendrán algo de alivio ante la escalada de precios que ha afectado a tantas personas. Y decimos que es una especie de premio de consolación porque se ofrece en vez del cumplimiento del mandato popular que ordenaba erradicar la corrupción y la impunidad, vicios que persisten y que, por cierto, contribuyen no solo al deterioro de la infraestructura sino a la falta de atención a las necesidades de la gente que a su vez, terminan encareciendo todo.
Baste recordar el caso de las medicinas para entender el escaso efecto que tendrá ese premio de consuelo; sucede que los distintos medicamentos que se consumen en el país no pueden ser vendidos en las farmacias a los ciudadanos por precios menores a lo que el Estado está pagando por sus adquisiciones. Y como la corrupción en la compra de esos artículos de primera necesidad continúa, los que no gozan de la protección del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social o del sistema nacional de salud tienen que comprarlos a los precios que pactan los funcionarios con los proveedores y que les permite, a ambos, embolsarse enormes cantidades de dinero. Atender esta realidad impactaría más que cualquier incremento en el salario mínimo.
El guatemalteco ya está pagando por el sobre costo que representan la corrupción en los puertos, las complicaciones de circular en las carreteras nacionales y claro que no son problemas creados por este Gobierno, pero si temas en los que se pudo y debió hacer más con el afán de bajar los costos para la gente.
Obviamente el anuncio más grande que pudo hacer el gobierno como regalo navideño hubiera sido una propuesta para fortalecer la Contraloría de Cuentas a fin de que efectivamente fiscalice todo gasto público, así como la operación que permitiera un acuerdo legislativo para rescatar el sistema de justicia. Eso era lo que el pueblo esperaba cuando eligió a Arévalo pero, en cambio, el dulce en la boca para los ciudadanos fue ese incremento del salario mínimo que no resuelve la crisis que afecta a todos.
Todos hemos pasado por navidades en las que esperábamos el regalo con el que soñamos y paramos recibiendo otro que nos pareció como un premio de consuelo y conocemos exactamente esa sensación. La decisión sobre el salario mínimo, que se debe tomar cada año para compensar los aumentos en el costo de la vida, es relevante pero, en el marco actual, poco integral e insuficiente para ofrecerle a la población en general una esperanza de que las cosas van cambiando y que nuestro destino será mejor.
Tras ver los tuits del liderazgo del oficialismo en el Congreso que pactó con quienes no debía con formas que eran las que criticaron cuando no tenían ni el dinero ni el poder, queda además la sensación que no es tanto pensando en la gente si no por seguir exacerbando entre aquellos que guardaron silencio cuando estaban Giammattei y Martínez en el poder y que ahora se expresan con más contundencia.
Si los acuerdos en el Congreso, costosos por cierto, hubieran girado alrededor de los pasos indispensables para un efectivo y serio combate a la corrupción y la impunidad, otro sería el canto de gallo en esta media noche, cuando celebramos el Nacimiento del Niño Jesús, Aquel que vino al mundo para redimir a los seres humanos y no para convertirse en objeto de manoseo como hacen los operarios de la corrupción en Guatemala.
A pesar de lo poco probable que se ve, debemos seguir trabajando por alcanzar los acuerdos antes que sea demasiado tarde para el país.
Feliz Navidad a usted y su familia y que no renovemos los votos para seguir trabajando por una Guatemala mejor.