Los guatemaltecos hemos demostrado una extraordinaria paciencia ante la acumulación de problemas que lejos de provocar un esfuerzo para encontrar soluciones nos obligan a, como se dice en buen chapín, aprender a apechugar porque terminamos entendiendo que no hay modo de salir de los atolladeros. Eso pasa con la destrucción del Estado de Derecho y el manoseo de la ley pero también con situaciones que afectan a toda la comunidad, como puede ser el tema del costo de las medicinas, el descalabro del sistema de salud y la inseguridad provocada por las extorsiones.
Además de todo ello hay una cuestión que nos afecta cotidianamente a todos los habitantes del país y es la relacionada con las enormes dificultades que debemos padecer cada vez que necesitamos desplazarnos de un lugar a otro. No es un asunto que afecte solo a los habitantes de unos cuantos municipios sino en general a toda la población, pues a los embotellamientos urbanos se suma el efecto de la destrucción de la infraestructura vial construida para hacer negocios.
Por supuesto que toda el área metropolitana, con los varios municipios que la componen, es posiblemente la que peor situación vive por la cantidad de personas que tienen necesidad de desplazarse, sobre todo cuando están tan concentrados los horarios pico. La carencia de un eficiente sistema de transporte colectivo tiene consecuencias muy graves porque por donde quiera que uno deba pasar se topa con enormes embotellamientos que se agravan por el irrespeto a las más elementales normas de tránsito y de urbanidad.
Por ello urge que logremos implementar algo alejado a lo que fueron los buses rojos y ahora el Transurbano, que sigue con dejos de aquella oscuridad de las décadas pasadas.
La Constitución estableció en su artículo 231 la necesidad crear la Región Metropolitana que se debe integrar por la ciudad de Guatemala y su área de influencia urbana, a manera de que funcione como un Consejo Regional de Desarrollo. Pero como tantas cosas de nuestra Carta Magna, todo quedó en una buena intención que nunca llegó a concretarse y por ello no se materializan los planes conjuntos para enfrentar problemas comunes como pueden ser el tránsito, el abastecimiento de agua, el saneamiento y la planificación urbana.
Cada uno de los municipios toma disposiciones sin tomar en cuenta el impacto que tendrán en los otros que forman parte de esa Región Metropolitana y el tema se vuelve importante en cuanto a la propagación de ese caos cotidiano que nos toca vivir y sufrir. Es tiempo de que tanto el gobierno como los municipios del área metropolitana se coordinen para implementar la coordinación que permita realizar planificación y ejecución integral para atender las necesidades de millones de vecinos puesto que sin eso será inútil cualquier proyecto aislado que se vaya implementando.