El triunfo electoral de Donald Trump responde a una legítima decisión de los electores norteamericanos que mostraron su desencanto con la situación actual del país lo cual tendrá repercusiones en materia de migración, dado que ofreció la deportación masiva de los que entraron ilegalmente y quienes son, para el nuevo gobernante, bandas de criminales y maleantes. Quedó en evidencia que los mismos latinos que han estado ahí desde hace años, ya no quieren que sigan entrando más migrantes que les complican el día a día por diversos factores.
Eso, por supuesto, tiene mucho que ver con Guatemala, país que el que la economía de consumo básicamente depende del ingreso de divisas que envían nuestros compatriotas allá, la mayoría de los cuales están en condición irregular. También cambiarán las reglas del intercambio de bienes y servicios por la anticipada implementación de impuestos adicionales a bienes importados, extremo que debe ser consideración para muchos.
Pero el cambio no será solo interno, sino que el mundo se tiene que preparar para una nueva e impredecible situación derivada de que Donald Trump no responde a ninguna de las posiciones ideológicas influyentes en el mundo sino, simple y sencillamente, todo dependerá de su instinto y de las decisiones que él decida tomar en cada caso. Se espera, de entrada, que el conflicto de Ucrania pueda ser el primer gran cambio en la política exterior de esa potencia porque ya anunció que terminará esa guerra en un par de días, cosa que podría suceder si retira la ayuda norteamericana y obliga a ese país a ceder ante las demandas rusas.
El conflicto israelí también tendrá cambios porque Trump ha ofrecido carta blanca a Netanyahu y eso puede significar una agudización bélica en toda esa región del mundo que tanto viene sufriendo por la guerra actual. En política exterior es obvio que no existe una línea ideológica que marque la nueva política de Estados Unidos, pero sí una línea distinta en el estilo de gobierno que se verá alentada por el control que el nuevo presidente tendrá sobre el Senado y la Cámara de Representantes.
De entrada hay que decir que Estados Unidos se libró de una guerra civil que había sido anunciada de darse un resultado electoral distinto, que no hubiera sido reconocido por Trump. Pero la cercanía e influencia que pueden ejercer figuras mundiales, especialmente el muy astuto Vladimir Putin, en la Casa Blanca a partir del 20 de enero del año entrante es lo que más obliga a pensar en un cambio significativo en ese orden mundial que, aun con el fin de la Guerra Fría, se mantiene teniendo como principales protagonistas a quienes gobiernan a sus respectivos países desde Washington y Moscú.
Trump recibió un mandato electoral para actuar libremente y sin restricciones o controles porque eso fue, cabalmente, lo que predicó durante su campaña y lo que generó ese apoyo de la población, abriendo así una etapa inédita en la política mundial y el tiempo nos irá mostrando los resultados de esa decisión de los norteamericanos.