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Es notable el incremento que hemos visto de accidentes de tránsito en el que se ven involucrados vehículos pesados y, sobre todo, autobuses extraurbanos cuyos conductores hacen lo que les da la gana, sin respetar las más elementales normas del tránsito. Cualquiera que transite por nuestras carreteras puede testimoniar la forma abusiva y, sobre todo, peligrosa en que se desplazan esos buses, lo que explica en buena medida ese aumento en la cantidad de percances.

Ayer publicamos un trabajo de investigación sobre la red de corrupción que viene operando desde hace muchos años en la Dirección General de Transportes, dependencia del célebre Ministerio de Comunicaciones, que ha hecho todo el mérito posible para ser considerado como el mayor nido de corrupción. El requisito, por lo que se ha visto, para obtener una licencia no tiene nada que ver ni con la condición de los buses, mucho menos con la calificación de los pilotos, sino simple y sencillamente con el tamaño de la mordida que se pague a esa red que prácticamente tiene el control de la dependencia.

Podríamos pensar que se trata apenas de una mancha más al tigre, pero en el caso del transporte extraurbano y la inseguridad que se vive con buses que circulan sin respetar las leyes de tránsito, las implicaciones para la vida misma de los usuarios son muy altas y ello obliga a ponerle atención al asunto. Se explica en la nota que quienes se dedican a realizar esos cobros ilegales son trabajadores que están debidamente sindicalizados, lo que imposibilita que se les pueda remover porque siendo tantos, tienen el control del sindicato que opera en la institución.

Los denunciantes son personas que han tenido que pagar mordida para obtener sus licencias y ahora ven qué las cosas se están complicando, seguramente porque el monto de las mordidas va en aumento como pasa con toda la economía. Pero temen hacer una denuncia formal, según dijeron, porque creen que pueden ser víctimas de algún acto violento ordenado por la mafia. Es un hecho que la corrupción es un delito de dos vías, puesto que en el mismo participan tanto quienes piden una mordida como aquellos que se benefician por decisiones que se fundamentan únicamente en el negocio mal habido.

Pero finalmente el pagano de todo es el usuario de las carreteras del país, tanto el que va como pasajero de esas unidades o quien viaja en autos particulares que tienen que andarse haciendo los quites y también se juegan constantemente la vida por buses que circulan gracias a licencias obtenidas, ilegalmente, en este país que algunos quieren hacer el de la eterna corrupción.

Redacción La Hora

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