Desde el año pasado empezó un pulso entre el grupo que algunos denominaron Pacto de Corruptos y quienes de forma inesperada lograron entrar a la segunda vuelta electoral; se trató de anular el proceso electoral mediante argucias que, por burdas, no llegaron a cuajar en ninguna de las instancias, a pesar de disponer de suficientes vasos comunicantes como para pensar que el manotazo contra el orden constitucional podría funcionar.
La actitud ciudadana, que confirmó en la siguiente ronda electoral el mandato de luchar contra un sistema vicioso y el respaldo de la comunidad internacional, fueron factores clave para impedir las maniobras que encabezó el Ministerio Público de Guatemala.
El pulso se prolongó hasta el día de la toma de posesión, cuando se dieron los últimos esfuerzos para impedir que el Congreso juramentara a Bernardo Arévalo. Sin embargo, no terminó con su investidura sino simplemente tomó otro rumbo; a lo largo de lo que va del año 2024, la característica principal de los acontecimientos en Guatemala ha sido esa lucha entre los que otorgaron un claro mandato y quienes se oponen a que cambie la situación que durante años ha generado mucha riqueza para unos cuantos y enorme pobreza para el resto del país.
Sin embargo, hay que decir que el pulso que se mantiene tiene una inesperada característica. Y es que el Ministerio Público puede operar sin la menor resistencia, porque el Presidente y su gobierno parecen no tener una estrategia para terminar con los abusos que se cometen en el manejo y manoseo de la legislación. El efecto de ello sigue siendo la protección absoluta de quienes dirigieron los negocios que permitieron el saqueo del Estado, mientras se acosa a aquellos que se oponen a esas prácticas y aspiran a construir un país diferente.
No se puede pensar en la figura del presidente Arévalo sin recordar la figura de su padre, el doctor Juan José Arévalo, quien llegó al poder en 1945 y también tuvo que enfrentar una serie de acciones que pretendían acabar con su mandato. Pero el doctor Arévalo supo integrar un equipo competente, capaz y definido, que marcó la ruta para defender la democracia, lo que le permitió no solo terminar su período, sino implementar los más importantes y trascendentes cambios institucionales que ha tenido Guatemala.
En la actualidad, sin embargo, no se observa la existencia de un equipo capaz de plantear resistencia en este tenebroso pulso que estamos viviendo y que está siendo ganado muy fácilmente por las fuerzas que generaron el masivo rechazo de la población en las urnas. Es tiempo de emprender un camino distinto y Arévalo tiene que redefinir su rol al frente del país, convocando a los actores clave para dar paso a los acuerdos de país.