Choya es un término usado en Guatemala para referirse a aquellos que lo hacen todo con haraganería, lentamente como si no quisieran más que dar la apariencia de que se están moviendo pero sin que, en realidad, quieran avanzar hacia algún lado. No es una palabra que se use en otros países, pero en nuestro medio todos sabemos quién es un choyudo, haragán o, para usar otra palabra criolla, un huevón.
Tras leer la respuesta que el Ministerio Público dio a la consulta de La Hora sobre el avance en las investigaciones de casos que involucran a Alejandro Giammattei y su pareja sentimental, Miguel Martínez, lo primero que se le viene a la mente a cualquier chapín conocedor de los guatemaltequismos es, cabalmente, que van a paso de choya, situación que contrasta, evidentemente, con la velocidad de rayo que le meten a casos contra los críticos de la corrupción.
Dice el MP que la institución “se debe a la población guatemalteca y actúa conforme a la Constitución Política de la República, en ese sentido todas las denuncias son investigadas de forma oportuna, con objetividad e imparcialidad” y hacen un listado de los casos que “investigan”, entre ellos el de las vacunas Sputnik, corrupción en Insivumeh, remozamiento de clínicas en San Juan de Dios, el aeródromo San José, Puente Belice, escaleras del aeropuerto, irregularidades en autopista Palín Escuintla y pasos a desnivel en la capital.
Pero aunque no lo digan, todos sabemos que cada uno de esos casos avanzan a paso de choya, situación que contrasta con la agilidad y velocidad que mostraron en otros que les interesan particularmente, como puede ser el supuesto fraude en las elecciones pasadas y el proceso contra el TSE, la persecución por la toma de la Universidad de San Carlos, acusaciones contra periodistas que han hecho críticas y las realizadas contra operadores de justicia, entre ellos fiscales.
Es importante que los lectores puedan leer la nota que contiene una detallada información de todos los casos pendientes que, según el Ministerio Público, avanzan y están relacionados con la pareja Giammattei-Martínez porque nos permite entender cómo funciona nuestra justicia, y, sobre todo, entender a cabalidad, con una claridad meridiana, el sentido que tiene la palabra choya, tan propia de nuestro florido y muy peculiar lenguaje. Sobre todo cuando se contrasta con la velocidad de la luz que imprimen a todos aquellos casos con los que buscan enviar mensaje claro de que hay que dejar en paz a los operarios de la corrupción y no andarlos molestando.