Hoy publicamos un trabajo sobre el informe de resultados en la última Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi), efectuada el año pasado, en el que más de la mitad de los guatemaltecos (un 56%) vive en condiciones de pobreza, indicador que prácticamente se mantiene respecto al último estudio realizado hace diez años. En ese mismo período el Ministerio de Desarrollo Social gastó más de 18 mil 720 millones para “cumplir sus fines” que son la promoción de políticas para el desarrollo sostenible de la población carente de oportunidades con el fin de reducir la pobreza.
Que la mitad de los guatemaltecos viva en condiciones de pobreza es una muestra de cómo se tira el dinero a la basura porque esos millonarios gastos del Mides no han permitido mejorar las condiciones, tanto que de no ser por las remesas enviadas por los migrantes, obligados por la pobreza a salir de Guatemala y quienes además invierten en el país para generar oportunidades, la situación sería devastadora. Pero, además de la inutilidad y derroche de recursos en ese ministerio hay una cuestión que no podemos dejar de mencionar y es la indignación que provoca que mientras los guatemaltecos viven en esas condiciones, hay quienes disfrutan de la tremenda opulencia que les brinda el dinero que se han robado.
Si robar los fondos públicos es un grave delito, hacerlo en un país con la pobreza que tenemos en Guatemala es, además, un gravísimo pecado social, sobre todo cuando los ladrones son los que se pasan la vida repartiendo dizque bendiciones de Dios y, hablando de la familia. Hierve la sangre cuando se sabe que gente como el tal Miguelito amasan fortunas de miles de millones gracias a las cochinadas que se hacen con los recursos públicos que, bien utilizados, tendrían gran efecto en mejorar las condiciones de vida de tantos guatemaltecos que no tienen oportunidades.
Nuestra pobreza no es, como dicen algunos, resultado de haraganería de la gente sino existe por la ausencia de condiciones que permitan mejorar la calidad de vida con esfuerzo y trabajo. Que el guatemalteco es trabajador lo confirma el hecho de que gran parte del país subsista, básicamente, por las remesas que mandan los migrantes, que se marcharon agobiados por la falta de oportunidades y aún así mensualmente envían lo suficiente para sostener a sus familias que quedaron aquí. Serían más las oportunidades que se generarían por medio de inversiones si invertimos en la gente.
¿Cuántos casos de corrupción investiga el MP, no solo en el Ministerio de Desarrollo Social sino de los relacionados con esas multimillonarias fortunas que, además, robaron oportunidades al pueblo? Si no les importa que cometan el delito de robar, es inhumano que pasen por alto y apañen el crimen de mantener en la pobreza a más de la mitad de todos los guatemaltecos.
Pueden hablar de Dios todo el día, pero sus actos hablan más que las palabras.