Es un hecho que los grupos que se resisten a los cambios en Guatemala han centrado mucho de su esperanza en la política norteamericana porque, al fin y al cabo, fueron sancionados por Washington y consideran que viniendo esos castigos de la administración de Joe Biden, un cambio en la Casa Blanca les asegura que terminaría esa condición. Por ello fue que el Ministerio Público, en una acción sin precedentes, envió emisarios a conversar con congresistas republicanos para mantener abierta una puerta que consideran crucial para su futuro, mientras que otros grupos han hecho también su cabildeo con la misma intención.
Tras el debate entre Biden y Trump, lastimoso para el actual presidente, pareció que no había vuelta de hoja y se incrementó la actividad para poner todos los huevos en la misma canasta, confiados de que en noviembre todo cambia y que a partir de enero pueden recuperar no solo las visas, sino también la posibilidad de hacer negocios y mover sus capitales en Estados Unidos. El patético desempeño del presidente fue muy esperanzador para quienes necesitan, a fuerza, de una nueva política de Washington hacia Guatemala, confiando en lo que Trump aprendió en sus tratos con Degenhart y el gobierno de Jimmy Morales.
La política es impredecible y muchas veces del plato a la boca se cae la sopa. El retiro de Biden abrió la puerta a la postulación de Kamala Harris que se concretará la semana que viene en la Convención Demócrata y la pelea ahora parece menos dispareja aunque Trump sigue contando con una sólida masa de seguidores que constituye la columna vertebral del movimiento que le permitió el control del partido Republicano.
Pero aquella tranquilidad que se vio después del debate en el que Biden apenas pudo articular palabras, no es la misma que ahora muestran quienes sienten que la canasta, que parecía absolutamente segura, podría romperse en un viraje totalmente inesperado de la campaña presidencial norteamericana. Insistimos que Trump sigue disponiendo de una fuerza política de tal magnitud que prácticamente aniquiló a todos los otros líderes que tenía el partido Republicano, pero el paso ya no es lo arrollador que fue tras ese fallido debate.
Ello puede explicar por qué se producen acciones más agresivas, como el enjuiciamiento de Ligia Hernández en un caso que involucra al mismo presidente Bernardo Arévalo, puesto que, como diría el Chapulín Colorado, hay que evitar que “panda el cúnico” y eso es lo que puede empezar a ocurrir en caso cambiara el panorama electoral de Estados Unidos. Falta aún mucho por verse en los dos meses y medio que van quedando para las elecciones norteamericanas, pero los altibajos de esa lucha tienen efectos en Guatemala.