Foto X @barevalodeleon - Diseño La Hora / Alejandro Ramírez

Uno de los campos en los que lejos de avanzar retrocedemos cada día es el de la Salud Pública, área que desde hace décadas ha sido campo propicio para la realización de burdos negocios que giran, principalmente, en la adquisición de medicinas; Guatemala tiene precios prohibitivos para muchos medicamentos como consecuencia de esa plaga que únicamente piensa en sus intereses y a la que la salud de la población le importa literalmente un pepino.

Cientos de médicos, que han hecho el juramento hipocrático, han pasado por los principales puestos del Ministerio de Salud y se han sumado a las prácticas que mandan por un tubo esa aspiración histórica de carácter ético que orienta al médico en la práctica de una profesión al servicio fundamentalmente del paciente. Creemos que el aparato de podredumbre es tan fuerte que no solo ofrece mucho a los que ocupan cargos de decisión, sino que termina expulsando a los que de alguna manera se resisten a entrar en ese juego perverso.

El nombramiento del doctor Joaquín Barnoya como nuevo Ministro de Salud Pública implica para el galeno un reto enorme por la tradición familiar que representa; su abuelo, que llevaba el mismo nombre, y su padre, el célebre Chepe Barnoya, fueron además de médicos, severos y constantes críticos de las prácticas que anteponen el enriquecimiento a los intereses y el bienestar del paciente. Desde 1920, es decir hace más de cien años, siempre hubo un Barnoya que desde la tribuna que ofrecía la Huelga de Dolores supo enfocar con tino y propiedad esos vicios y criticarlos con firmeza, muchas veces explotando con acierto el sentido del humor.

El rescate de la Salud Pública empieza por librar una férrea batalla contra la corrupción que campea de manera muy especial y notoria en esa sensitiva área de la administración. Y es que el bienestar y salud de millones de personas realmente se ha visto comprometido por el comportamiento voraz de tanto galeno que llegó al cargo quizá con muy buenas intenciones, pero que terminó cediendo ante las enormes ventajas económicas que significa ser parte de las operaciones contrarias, totalmente, al famoso juramento hipocrático.

En el caso del nuevo ministro podemos afirmar que por tradición y herencia, legados de la Chinche y el Sordo, él tiene claro conocimiento de la realidad y de cómo es que ha operado el sistema, por lo que suponemos que al aceptar la invitación que le hizo el Presidente Arévalo para sumarse al Gabinete, lo hizo entendiendo el enorme reto que significa para él, particularmente, ocupar ese puesto tan desgastado por la cantidad de mafiosos que le han precedido, razón por la que hablamos hoy de la inmensidad de un reto que implica darle cara vuelta a las prácticas tan arraigadas.

Redacción La Hora

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