La alianza que se formó en cuestión de horas hace seis meses tras la investidura de los diputados electos el año pasado y que facilitó la conformación de la actual Junta Directiva, pareció un esfuerzo por implementar una agenda de país y romper con las viejas prácticas de los representantes del pueblo desde el Congreso de la República. Sin embargo, por diversas razones e intereses, esa alianza se terminó resquebrajando, al punto de que las iniciativas que ha propuesto el gobierno de Bernardo Arévalo se han estrellado con una férrea oposición de la mayoría de integrantes del poder Legislativo.
Es preciso entender las causas de ese fracaso, sobre todo para ver si aún es posible rescatar una sana relación entre los poderes Ejecutivo y Legislativo, tomando en cuenta la necesidad de enderezar el rumbo del país que fue afectado tan profundamente por los efectos de la corrupción, esa que se convirtió en el eje y motor de toda la actividad pública. Es obvio que aún son muchos los diputados que responden a esas prácticas y que se acostumbraron a vender sus votos a cambio de jugosas prebendas, pero también hay que entender que el gobierno no ha implementado una estrategia para forzar a una comunicación honesta y transparente que anteponga la agenda de país.
Cada día que pasa se observan con mayor claridad los obstáculos que fueron bien planificados para impedir que se puedan lograr objetivos como el rescate del Estado de Derecho, el fin de la impunidad y devolver al bien común y el interés general la importancia que se les asigna en nuestra Ley Fundamental. Paralelamente se puede ver, también, la falta de una estrategia del gobierno para emprender la articulación de acuerdos nacionales que sirvan para arrinconar a los grupos más comprometidos con las mafias, de manera que se les pueda ir aislando gracias a la gran concertación con todos los sectores sociales que entienden el efecto devastador que ello ha tenido para el país.
La mejor prueba de que es posible se vio el mismo 14 de enero con ese acuerdo entre diputados para impedir que se consolidara el plan que perseguía impedir la toma de posesión del nuevo gobierno; en otras palabras, ello nos deja ver que es posible lograr una mayoría de diputados, pero obviamente hace falta una adecuada estrategia de comunicación y transparencia para que se concrete una negociación que anteponga los intereses nacionales a los particulares.
Hay gente voraz que quiere mucho y seguir con las mañas de siempre, pero no son todos. Hay varios que están dispuestos a trabajar y avanzar, pero los acuerdos políticos son necesarios. Se pueden tener consensos y a la vez acuerdos de país (por ejemplo, quitar a la gente que dejó VAMOS y acordar la reforma al servicio civil), pero se necesita dar el paso. Las reglas del sistema estaban claras para todos desde que decidieron ser candidatos hace más de un año.
Puede ser que pequemos de optimistas, pero repetimos que el 14 de enero los operadores del sistema viciado fueron derrotados en el Congreso y eso se puede y debe repetir si se actúa con estrategia, talento y transparencia.