El Maestro, por su aporte en la formación de niños y jóvenes, ha sido históricamente una figura trascendental en todas las sociedades y es generalizado el respeto hacia esa profesión tan especial y que demanda tanta dedicación y entrega; Guatemala rinde tributo a sus educadores cada 25 de Junio en recuerdo del martirio de la maestra María Chinchilla, quien murió violentamente por participar en una de las primeras manifestaciones contra el dictador Jorge Ubico. Ella, como miles de maestros, se sumaron a las protestas y al reclamo por democracia en el país y su muerte, lejos de amedrentar a algunos, fortaleció el movimiento que culminó con la renuncia del tirano.
Viene todo esto a cuento ahora porque, tristemente, esa tremenda dignidad y vocación de los maestros ha ido sufriendo los efectos de la masiva pérdida de valores que se viene produciendo desde hace mucho tiempo; hoy en día los maestros más notorios son aquellos que se prestan para actuar como guardaespaldas de los dirigentes del sindicato, especialmente Joviel Acevedo, quien terminó pervirtiendo una de la más preciadas profesiones al convencer al gremio para que se convirtiera en defensor de los regímenes más corruptos a cambio de oscuros pactos colectivos.
Creemos en la dignificación del maestro y en la necesidad de que su salario corresponda al aporte que hacen para nuestros niños y jóvenes, pero cuando lo que se negocia no es un sueldo de acuerdo a esos aportes sino mejorado para que sean fuerza de choque de los regímenes mafiosos, obviamente se pierde el norte y con ello el respeto de la sociedad.
Lo peor que puede ocurrir es que un país tenga retrocesos tan serios en educación como para ubicarse en la mera cola cuando se realizan exámenes para medir la capacidad de los alumnos en temas específicos como lectura y matemáticas; lamentablemente al pensar en los maestros en este día tan especial, debemos reparar en las condiciones de nuestro sistema educativo a partir de esas oscuras negociaciones entre sindicalistas y ministros que han pactado con oscuros propósitos, terminando por abandonar el sentido mismo de la enseñanza.
La dignificación del maestro nunca ha estado tan en sus manos como ahora, puesto que en la medida en que sigan sometidos a un sindicato dispuesto a negociar respaldo a regímenes corruptos a cambio de incrementos salariales, descuidando por completo el compromiso de educar a las nuevas generaciones, obviamente se pierde la dignidad que fue siempre el máximo orgullo de cada persona que abrazó la carrera de maestro con ideales de proyección por medio de la pedagogía.
Nunca es tarde para recuperar la dignidad y el respeto; basta con apartarse de pactos sucios entre una dirigencia malvada y las autoridades para recobrar esa aureola de admiración que siempre hemos tenido por los educadores.