Ayer el Presidente Bernardo Arévalo anunció el inicio de un proceso de licitación en el marco de las Alianzas Público-Privadas, para el rescate y mejoramiento de los servicios de la Terminal Aérea La Aurora, puerta de entrada al país para guatemaltecos y extranjeros que llegan desde el extranjero. El desastre que dejaron de esa Terminal es patético y refleja no sólo nuestro subdesarrollo sino como el mismo es producto del persistente saqueo de los fondos públicos para aprovechamiento de funcionarios que se dedicaban, a tiempo completo, a enriquecerse a costillas de todo un pueblo.
El tema de las Alianzas Público-Privadas tiene promotores y detractores, pero en realidad es el momento de ponerlo a prueba en un marco distinto; el tema de la corrupción ha estado latente en el país por mucho tiempo y en muchas ocasiones las licitaciones no se ganan sino se compran y en ese contexto es que ahora podremos ver, si todo se maneja con la necesaria transparencia y eficiencia, un buen resultado de un acuerdo de dicha naturaleza para una cuestión tan importante como el absolutamente indispensable remozamiento y operación de nuestro principal aeropuerto.
Guatemala es un país que nos pertenece a todos y cada quien desde su propio espacio puede sumarse al compromiso para impulsar un desarrollo absolutamente necesario. El sector privado puede proveer del capital indispensable para la realización de determinados objetivos y, por supuesto, cobrar lo que lícitamente corresponda por la inversión y el manejo, si ese fuera el caso, de aquellos proyectos de interés nacional. Eso funciona en muchos lugares del mundo y no tiene el nuestro por qué ser una excepción.
Desde luego que en el marco de la podredumbre existente se hizo siempre cuesta arriba confiar en los procesos de licitación que se realizaban porque todos hemos sabido que para ganarlas no ha hecho falta una buena oferta, en términos de precio y calidad, sino fundamentalmente lo que manda es el tamaño de la mordida, la influencia y los conectes que los oferentes tengan con los que realmente deciden.
En ese contexto se implementó un mecanismo en el que, como reza el dicho, nadie pasa sin saludar al rey y ese rey, princesa o principito los asignaba a cambio de una extraordinariamente generosa mordida; fue en ese contexto que el Congreso, parte esencial de todo ese sistema, aprobó una ley que en su momento despertó suspicacias por la forma en que cualquier licitación se realiza en Guatemala. Pues hoy, tras el cambio de gobierno por decisión de un pueblo harto de la corrupción y en busca de cambio, es momento de poner a prueba el mecanismo pensando en el país y no en la plata que pueda cobrar algún funcionario.
Repetimos, la transparencia y la eficacia que se muestre pueden marcar un hito en nuestra historia.