Aún para quienes niegan que exista un calentamiento global perturbador del clima, cada año los inviernos resultan tremendamente destructores, sobre todo luego de que la infraestructura del país se construyó sobre cimientos de la corrupción y se descuidó por completo la calidad de las obras y el mantenimiento de las que se construyeron mejor en algún momento. La lluvia arrasa con todo y aquello que no se hizo bien o que no recibió el mantenimiento adecuado (porque ese mantenimiento sí que es obra sin sobra) termina por destruirse con los primeros aguaceros del invierno que cada vez se muestra más arrollador y complejo.
Pero no solo esas tormentas tenemos que soportar, sino también la que arman los operadores del sistema que fueron instalados por Giammattei y Martínez; trascendió que tres magistrados de la Corte de Constitucionalidad (CC) nombrados por esa histórica pareja, tienen preparado, para que se conozca hoy, una resolución para mantener en su puesto a quien fuera destituido del Banco de los Trabajadores por mentir bajo juramento. Y es que la madre de todas las tormentas, tristemente, sigue siendo ese entramado de corrupción e impunidad que se fue construyendo con más precisión que el calentamiento global que agobia a la humanidad.
Y a Guatemala la agobia ese control, que parece insuperable, diseñado para manosear la ley a sabor y antojo de quienes se han enriquecido con el dinero del erario que debió servir para la promoción de un desarrollo humano sostenible que permita a los chapines cumplir aquí sus sueños sin tener que ir a buscarlos a Estados Unidos. Cada día que pasa se empoderan más quienes tienen la encomienda de prolongar el saqueo y, sobre todo, impedir que se vaya siquiera a investigar a los que lo perpetraron de manera sistemática y absoluta.
Hoy son cientos de miles los que sufren las consecuencias del deterioro de obras que no soportan ni el primer invierno; la autopista Palín-Escuintla es un ejemplo patético de lo que significa la falta de mantenimiento para obras públicas de gran importancia estratégica para el país y la incomunicación con el Puerto principal del Pacífico tendrá durísimas consecuencias, no sólo en la escasez sino en el precio de productos básicos y de primera necesidad.
Pero mientras esas centenas de ciudadanos sufren las consecuencias de la corrupción desvergonzada, quienes quedaron a cargo de proteger la impunidad no descansan ni siquiera en época de crisis y ya tienen preparado el proyecto de resolución que dejará en su cargo, para cumplir con las instrucciones perversas, al ex presidente del Banco de los Trabajadores.
Tenemos que asegurarnos que eso de no hay mal que dure cien años ni pueblo que los aguante se aplique porque aquí, tristemente, porque aquí los operadores del sistema y de la corrupción siguen viento en popa.